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La llamada de la Cruzada (Torneo Argenta)


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La Llamada de la Cruzada

[Evento Lore]

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El viento soplaba con fuerza, arrastrando escarcha consigo y haciendo ondear las decenas de banderas blancas que contrastaban con los oscuros y tormentosos cielos de Corona de Hielo. Como de costumbre, otra ventisca más azotaba los dominios del Torneo Argenta, forzando a los distintos cruzados a refugiarse en las distintas tiendas o el propio interior del coliseo. Sin embargo, Eitrigg no había tenido suficiente suerte. Poco antes de que comenzara la ventisca, cuando los nubarrones comenzaban a acumularse en las alturas, el viejo orco se hallaba patrullando los alrededores del edificio principal acompañado nada más de un draenei y un humano. Dos cruzados que, al vislumbrarlos, Eitrigg no pudo evitar pensar en lo irónico de su compañía; ambas razas habían combatido a su pueblo y como cualquier otra, habían sufrido bajo el filo de sus hachas. Aun así, dichos conflictos ya eran cosa del pasado. Viejos odios no tenían lugar dentro de la Cruzada Argenta, nada más el honor y el deber guiaban sus valores, algo que había regido la vida de Eitrigg por largos años y lo cual le llevo a descubrir que sin importar el color de piel o la raza, dichos conceptos existían dentro de otros pueblos, incluso el enemigo.

Los tres cruzados se vieron cercanos a la liza mayor para cuando la ventisca comenzó, alejados de cualquier techo que pudiera cobijarles. Anteponiendo su brazo izquierdo, Eitrigg se adelanto con pasos lentos y pesados, seguido de sus hermanos. Sus ojos entrecerrados apenas si lograban vislumbrar algo entre la humareda blanca que se alzaba frente a sus ojos por el viento y el silbido para nada facilitaba su ya de por si disminuida audición, incapaz de oír las voces de los otros dos cruzados si estos decían algo o bien, alguien a sus alrededores intentaba darles indicaciones. Avanzo y avanzo, un paso tras de otro, cuando de pronto creyó oír un grito de alguien tras de él. Confuso, Eitrigg se giro y antes de que pudiera reaccionar, pudo sentir como la tierra bajo sus pies se sacudía a un ritmo inusual, como si tratara de seguir el ritmo de un tambor de guerra.

"¡¿QUÉ?!" - Rugió confuso Eitrigg a sus compañeros.

El draenei se giro hacia él y alzo su voz, pero solo pudo oír el silbido del viento. Sin embargo, su sorpresa no fue menor cuando vislumbro una gran silueta oscura alzarse próximo a ellos. "¡Gol'Kosh!"

De pronto, una gigantesca mano azulada aplasto al humano y por primera vez, creyó escuchar un ruido distinto al del silbido del viento: un rugido, fiero y estruendoso. No pudo evitar sentir como los pelillos de su espalda se erizaban de tan solo oír el aterrador sonido. Tan rápido como pudo, Eitrigg llevo su mano izquierda hacia el mango de su hacha, sujetándola con ambas manos y se acerco rápidamente a su compañero draenei, indicándole de buscar a los cazadores taunka para poder controlar a la bestia mientras el trataba de distraer al gigantesco wendigo. Creyó vislumbrar al draenei asentir, especialmente porque retrocedió y no tardo en perderle de vista, poco antes de volver su mirada hacia el frente y saltar a un lado, al ver como un gigantesco puño se abalanzaba sobre él. El suelo retumbo y como si el tiempo se detuviera, sintió un fuerte azote de dolor en su espalda.

Agitado, el orco resoplo y vislumbro su cálido aliento antes de incorporarse tan rápido como pudo, volviendo a coger su hacha. Podría haber intentado correr, pero ir en dirección contraria al viento nada más le ralentizaría e ir en la misma dirección le llevaría contra la misma bestia. Solo le quedaba una opción: permanecer de frente y combatirle tentando a la muerte. No importaba. Aquel era el modo de vida de un orco y tenia suficientes años, como batallas sobre su espalda, como para temer a la muerte. Eitrigg levanto su hacha, rugió con fuerza e intento cargar contra el gigantesco animal. El wendigo volvió a rugir y levanto su mano derecha, lo suficiente como para dejarla caer y aplastar a Eitrigg cual insecto. El orco cerro sus ojos y respiro su ultimo aliento, pero de pronto, volvió a oír otro rugido y luego, sintió como el suelo bajo sus pies se sacudía con fuerza. Como si todo el coliseo se hubiera derrumbado en un solo instante. Eitrigg abrió sus ojos y se detuvo en su carrera, observando con sorpresa a las figuras oscuras entre la ventisca, las cuales sujetaban con una especie de oscuras extensiones de sus propios brazos a la criatura.

"¡El Alto Señor les prohibió..." - Fueron las primeras palabras que llegaron a su mente, al vislumbrar a los Caballeros de la Espada de Ébano retener a la criatura con sus oscuros poderes poco antes de ser interrumpido por su propio líder.

"Fordring nos prohibió utilizar nuestros poderes, es cierto. Pero de haberle hecho caso, estarías muerto. Su coliseo destruido y sus planes, arruinados." - Contesto alzando su voz fría y cavernosa, para hacerse oir en medio de la poderosa ventisca.

Eitrigg le enseño los colmillos. Dichas figuras no eran de su agrado, pero tenia que admitir que le habían salvado la vida. Aun así, nada más se limito a asentir.

"¡Ahora dime, orco!" - Continuo Darion, viéndole fijamente. - "¡¿Donde esta Tirion?!"

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No importaba cuantos meses hubieran pasado desde aquel infame suceso o que tan puras fueran las llamas de la Reina de los Dragones y Aspecto de la Vida, algunos esbirros descerebrados de la Plaga seguían vagando por los alrededores y hasta intentaban recuperar la silenciosa Puerta de Cólera. Aun así, pese a todo lo ocurrido, la mera forma de la colosal puerta de saronita le recordaba al propio Yelmo de la Dominación, oscuro e intimidante ante cualquiera, incluso ante el portador del corazón más valiente. El suyo no era la excepción, pero al menos tenía a la Luz de su lado y con ella como su guía, podía mantenerse en pie ante la Oscuridad. Su ultimo encuentro con Arthas en las oscuras cámaras de la Catedral de las Sombras junto a los valientes voluntarios de la Iglesia de la Luz era la prueba; todos juntos habían enfrentado al propio Príncipe de las Tinieblas cara a cara y aun viéndose superados en poder, habían sobrevivido.

Mirador relincho y sacudió un poco su cabeza, perturbado por el sitio en que se hallaban. Angrathar se hallaba directamente frente a ellos y nada más Tirion se encontraba allí. Eitrigg y otros habían intentado acompañarle, incluso destinarle a una guardia personal, pero él la había declinado. Era un viaje que necesitaba realizar él solo, pues sobre sus hombros no solo se hallaba el peso de llevar la justicia de la Luz a Arthas, sino también la de evitar que los valientes hombres y mujeres de la Horda y la Alianza arrojaran sus vidas contra tan oscuro adversario, encontrando el infame destino que otros ya habían encontrado antes que ellos. Tirion acaricio el cuello de su caballo y le desmonto con tranquilidad, para luego llevar una mano a un costado de su cabeza y mirarle a los ojos, murmurando unas pocas palabras.

"Tranquilo chico, solo estamos tu y yo en esto, y no pienso dejar que te hagan daño." - Su tono de voz era cálido y amigable. El caballo resoplo por sus fosas nasales y volvio a sacudirse un poco; su cuello esta vez, pero se mantuvo en su lugar. Aunque atento, con las orejas erguidas como era de esperar.

Tirion asintió y se giro hacia la Puerta de Cólera, observándola desde el primero hasta el ultimo de sus escalones. Inhalo hondo y se adelanto, llevando su mano derecha hacia el mango de la Ashbringer, desenvainándola lentamente con un movimiento tan suave y ligero como el propio corte que desato contra un esqueleto renqueante que emergió desde un costado de la primera grada e intento abalanzarse sobre él, antes de transformarse en cenizas. Sentía el calor de la Luz dentro de su cuerpo, combatiendo y contrarrestando el frio intenso del paramo helado y desolado que era el Cementerio de Dragones. De pronto, mientras seguía ascendiendo a un paso tranquilo, otro esqueleto más se intento lanzar sobre él y en un corto instante que pareció interminable para él, creyó oír una voz provenir de la nada mientras su adversario se convertía en cenizas ante sus ojos, por el corte en diagonal proferido por su espada.

"¡Seguid luchando, hermanos!"

Tirion se giro y sujetando la espada con ambas manos, observo cauto a sus alrededores, vislumbrando nada más las tenebrosas formas del suelo de saronita con los distintos pinchos que decoraban sus bordes. El viejo Lord Paladín frunció el ceño y observo de soslayo el disco dorado de su espada, que levitaba sobre un espacio curvo de la hoja y brillaba con la misma pureza e intensidad que el sol mismo. La voz le resultaba de lo más familiar, sin embargo, le era imposible oírla. Él había muerto y hacia mucho. Nada más su escudo había quedado atrás y devuelto al Rey Varian.

El humano sacudió su cabeza y se giro, sopesando al mismo tiempo la posibilidad de que la Luz Sagrada se encontrara reanimando algunas de las almas o el suceso allí ocurrido, liberando de la oscuridad que amedrentaba el infame sitio. Tirion continuo subiendo y a medida que sus pasos hacían eco en los alrededores, al encontrarse la saronita con el metal de sus botas, creyó oír a la misma voz en medio del eco decir algo más.

"¡Arthas! ¡La sangre de tu padre! ¡De tu pueblo! ¡Clama justicia! ¡Sal cobarde y responde por tus crímenes!"

Finalmente, el paladín se detuvo ante la puerta dentada de Angrathar una vez las palabras se silenciaron y solo el silbido del viento se oía en los alrededores. Tirion mantuvo el ceño fruncido y observo a sus alrededores, tratando de poder hallar una simple respuesta a una acuciante interrogante: ¿qué ocurrió realmente en la Puerta de Cólera?. Desde que la Cruzada Argenta se hallara combatiendo sola a la Plaga, él y sus cruzados habían acogido a distintos heridos de ambas facciones, oyendo diversas versiones de la historia; algunas más exageradas que otras, pero unas pocas habían llamado su atención, aquellas que indicaban que solo una raza se había atrevido a traicionar a ambas facciones, a pesar de vestir los colores de una. No obstante, nunca había dado con una respuesta clara y era dicho tipo de respuesta lo que él necesitaba, para así poder poner fin a los conflictos entre la Horda y la Alianza, y así poderse dedicar a combatir a Arthas y su Plaga en la batalla final. Aquella necesidad era el motivo de su visita a la Puerta de Cólera. Confiaba en el apoyo de la Iglesia de la Luz y aquellos que pudieran hacer entrar en razón a los miembros de ambas facciones, pero mientras no hubieran pruebas, bien sabia que las palabras seguirían siendo palabras, mero aire que no calmaría las incomodidades e inquietudes de los distintos lideres y soldados por igual.

Tirion inspiro hondo, llenando sus pulmones del helado aire del desierto congelado del Cementerio de Dragones, irguiendo su espalda para luego levantar la hoja de forma vertical, reflejando su rostro en un extremo de la hoja. Cerro sus ojos e inclino su cabeza, en señal de respeto, para luego murmurar.

"Luz, escucha mi plegaría y concédeme esta bendición..." - Murmuro Tirion, con los ojos cerrados mientras el disco dorado comenzaba a resplandecer suavemente. - "Otórgame la fortaleza para combatir a la oscuridad y otórgame la sabiduría, para poder hallar la respuesta que necesito para despejar las dudas que nos impiden combatir a nuestro enemigo."

El silbido del viento fue su única respuesta. Sin embargo, el podía sentir su calor recorrer su cuerpo, al mismo tiempo que la espada resplandecía y el contorno de su armadura desprendía un aura dorada. Lentamente el Lord Paladín abrió sus ojos y levanto su mirada, vislumbrando como de las cenizas que teñían de negro la nieve y roca alrededor de las gradas de la Puerta de Cólera, emergían almas de lo más variopintas: orcos, trols, humanos, enanos, taurens, enanos, entre otras. Todas las razas que hoy se encontraban enfrentadas. Todos apareciéndose ante los ojos del Alto Señor, con una expresión serena, como si lejos de haberlos despertado del sueño de la muerte, les hubiera liberado de las cadenas que le retenían a esa tierra marchita. Lejos de sentir temor o alguna clase de miedo, Tirion bajo la Ashbringer y observo el rostro de cada uno de los presentes; todos eran soldados de una u otra manera y eran tantos, que no podía contarlos a todos, pero solo una clase de figura faltaba allí y aunque por logica era imposible que apareciera, también lo creía como una señal de estar tras la pista correcta. Ningún Renegado se hallaba por entre los distintos espíritus.

"Mucho tiempo habéis vivido en el olvido de las sombras, hermanos." - Dijo Tirion, viendo a cada uno de los presentes a los ojos, fijamente. - "Pero ya no más. Pueden marchar en paz, sabiendo que vuestro sacrificio no ha sido, ni será en vano."

Los distintos espíritus se miraron entre si, entendiendo las palabras del Alto Señor pese a no emitir sonido alguno como respuesta. Aun así, lejos de marcharse, todos permanecieron en su sitio y con la mirada fija en él. Tirion asintió, creyendo comprender sus intenciones.

"Necesito de vuestra ayuda, hermanos y hermanas." - Continúo el Lord Paladín, aclarando su tono de voz. - "La sombra de la duda aun reina sobre este lugar. Vuestros lideres aun intentan hallar culpables y el verdadero motivo del porque vinisteis aquí, continua en lo alto de su trono, regocijándose al ver como sus enemigos reabren viejas heridas sin él tener que hacer nada... Si queremos triunfar, necesito saber lo que ocurrió en este sitio. ¿Quien es el verdadero culpable de esta atrocidad?"

Tirion paseo su mirada por entre los presentes, quienes permanecían en sus sitios impertérritos, cuales estatuas traslucidas e inmutables. El silencio reino por apenas unos quince segundos, antes de que el alma de un orco avejentado, con varias cicatrices en su rostro, se adelantara por entre los suyos y saludara de forma respetuosa al Alto Señor. Sin dudarlo, Tirion correspondió a su saludo de la misma forma.

"Los Orcos hemos nacido para la guerra y hemos crecido con el ansia de morir en batalla. Pero esa gloria nos fue arrebatada tanto como al resto de tu clase, humano." - Dijo con una voz poderosa y fantasmagórica a la vez, el orco. - "Los culpables que buscas quizá aun llenen las filas de la Horda: los Renegados. Ellos nos traicionaron a todos, cuando la victoria parecía cercana."

El Lord Paladín solamente asintió, sintiendo como el peso de sus hombros se aligeraba al recibir una respuesta clara. A lo largo de su estancia en el norte, había oído de las transgresiones de los Renegados hacia la tregua con la Alianza, incluso desde antes que diera inicio la Puerta de Cólera. Para la desgracia de ellos, era casi imposible llegar a dudar que fuesen capaces de realizar semejante traición, aun más al ser guiados por la venganza como alguna vez le había indicado Leonid, antes de marchar al norte y este permanecer en la Capilla de la Esperanza de la Luz. Aun así, solo la Horda podría creer en dicho relato, más no la Alianza, no el Rey Varian, no sin pruebas. Tirion suspiro, pero intento mantener su compostura y se mantuvo en su sitio, aguardando cualquier otra respuesta y para su alegría, esta llegaría, pero en la forma de un joven muchacho apenas entrado en su adultez, de cabello castaño y largo. No pudo evitar sentir cierto desazón en su corazón, pensando en cuantos más jóvenes como él habrían perdido la vida en el conflicto y cuantos padres, hermanos, hijos y esposas llorarían la muerte de sus seres queridos. Pero en lo más profundo de su corazón, tampoco pudo evitar recordar a su amado y difunto hijo, Taelan.

El rostro de Tirion se relajo y no pudo evitar dedicarle una sonrisa paternal al joven que se le acercaba.

"Las palabras del orco son ciertas, mi señor." - Dijo con una voz carente de emoción e igual de espectral que la del orco. - "Yo combatí junto al Alto Señor Bolvar Fordragon e intente retroceder a su orden, cuando los Renegados nos arrojaron encima esa niebla verde. Todo fue un caos, mi señor. Pero aunque os cueste creerlo, la Horda no jugo ningún papel en todo esto..."

"Tranquilo, muchacho." - Tirion apoyo su mano derecha sobre el hombro traslucido del joven. - "No dudo de tu palabra. Ni en la de ninguno de los que aquí están junto a nosotros. Pero tu Rey no será tan fácil de convencer..."

"Mi hermano quizá pueda, mi señor. Jonathan McGrady" - Contesto sin inmutarse por el gesto amistoso y la voz paternal del Alto Señor. - "Él estuvo aquí. Logre verlo huir antes de yo caer aquí. Él y cualquier otro superviviente podrán decir lo que aquí ocurrió."

El Lord Paladín descendió su mirada, murmurando el nombre para si mismo y así poderlo grabar en su memoria antes de volver a ver al muchacho y asentir agradecido. Creía tener lo suficiente, así como que no era del todo necesario seguir reteniendo sus almas mucho más en aquel plano terrenal. Como cualquier otra criatura, todos ellos merecían el descanso eterno y nadie, siquiera alguien en su posición, era quien para impedírselos.

"Marchad en paz, hermanos y que la Luz os guarde en su gracia." - Se despidió el paladín y mientras los cielos tormentosos que se alzaban sobre la Puerta de Cólera se despejaban, los distintos espíritus fueron desvaneciéndose uno a uno en completa paz.

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El destrero de Lord Irulon Trueblade ya se hallaba cansado tras cabalgar por horas a través del blanco y desolado paramo helado del Cementerio de Dragones. Incluso su propio jinete ya había perdido la cuenta de las horas que llevaban tratando de alcanzar al Alto Señor y velar por su vida. Al contrario de otros paladines, él había formado parte de la Orden de los Caballeros de la Mano de Plata y se había encargado de cuidar de la identidad del Alto Señor, cuando este arribo a Valgarde y puso un pie por primera vez en el techo del mundo, y aunque respetaba su deseo de ser capaz de enfrentar sus propias batallas y no dejar que fuesen peleadas por otros, derramando su sangre en vez de la suya, Irulon se veía incapaz de permitirle correr graves riesgos como el que se había atrevido a correr ahora, al dirigirse por si solo a la Puerta de Cólera. Bien sabia que todas las esperanzas estaban depositadas sobre él y su figura; si caía, solo la Luz sabría si la victoria y la justicia lograrían predominar sobre la ira y la oscuridad. Irulon volvió a agitar las riendas, para hacer galopar aun más rápido a su cansado destrero y nada más clavo sus talones en su costado, tirando de las riendas al mismo tiempo, cuando vislumbro a Mirador a los pies de los escalones que llevaban hacia la infame muralla.

Con expresión severa, el paladín se acerco al caballo y desmonto, llevando una mano al martillo que colgaba de su espalda para no ser victima de ninguna sorpresa. Observo a sus alrededores, quedando de espaldas a la puerta y se giro de pronto, tan rápido como pudo, al oír el sonido de unos pasos tras de si. Su alivio no fue menor al vislumbrar al Alto Señor Fordring descender las escaleras y dedicarle una ligera sonrisa amistosa, pero cansada.

"Creía haberos dicho que no me acompañarais ninguno, Irulon." - Tirion se detuvo ante él.

"Sabéis que no podemos perderos, mi señor." - Contesto el paladín, frunciendo el ceño. - "Sabéis que la Orden no podría aguantar semejante golpe."

Tirion suspiro con resignación. Tenia razón. Sin agregar más, se acerco a su caballo y se dispuso a montarlo, seguido por la atenta mirada del paladín.

"Aun no entiendo, mi señor..." - Comento Irulon mientras se acercaba a ayudarle a montar el caballo, viéndole de soslayo para luego alternar con la tenebrosa estructura que se hallaba frente a ellos. - "¿Por qué habéis venido a este sitio alejado de la Luz?"

Tirion se sentó sobre el ensillar de Mirador, cogió sus riendas y dirigió una tranquila mirada a Irulon, llena de determinación.

"Porque si queremos triunfar, hermano, de nosotros depende despejar la sombra de la duda que ciega al resto de nuestros aliados." - Contesto y luego, añadió. - "Porque si es justicia lo que realmente queremos hacer, debemos comenzar por honrar el sacrificio de todos los buenos hombres y mujeres que murieron aquí, confiando en que no seria en vano."

Irulon asintió levemente y se acerco a su caballo. Juntos comenzaron a avanzar a un paso suave, muy menor al trote habitual de sus caballos y a medida que se alejaban de Angrathar, Irulon volvió a verle y pregunto.

"¿Cree que el torneo vaya a resultar, mi señor?" - La mirada de Irulon se encontró con la de Tirion en cosa de pocos segundos, tratando de poder vislumbrar una respuesta en ellos. Una que no tardo en encontrar.

"Lo hará, Irulon." - Asintió con determinación el Lord Paladín. - "Lo hará, ahora que ya sabemos toda la verdad. La hora de la llamada de la cruzada ha llegado..."


Off-Rol

El Torneo Argenta está al caer. En sí, el evento dará comienzo el próximo VIERNES 7 DE FEBRERO, pero en los próximos días comenzará a darse cierta ambientación de cara al futuro evento lore, donde se realizarán las respectivas admisión a los juegos para los que vayan a participar como luchadores, como también, formas de enterarse del suceso para el resto, espectadores, asistentes, comerciantes u oportunistas.

En lo que ya respecta a la participación global del evento, se señala lo siguiente:

  • Se permitirá llevar SOLAMENTE 2 PERSONAJES POR JUGADOR SIN IMPORTAR LA FACCIÓN. (pueden ser dos alianzas, dos hordas y lo más óptimo un Alianza y un Horda). Esta medida se toma para evitar que haya un exceso de personajes de relleno en el Evento y que los jugadores piensen bien qué personajes poseen que realmente cunda o estén más afines u interesados en el tipo de trama y al mismo tiempo permitimos que se lleven más de uno para garantizar que aquellos que deseen participar con un Horda y Alianza no se vean limitados, especialmente para los interesados participantes de la Horda.
  • Pueden asistir tanto combatientes que deseen participar en los juegos del Torneo, como también espectadores, asistentes, comerciantes u oportunistas. Habrá distintos roles y tramas, a parte de la lucha así que esperamos que los que van solo de público u otros motivos más gañanes, tengan también rol que pueda interesarles en el lugar.
  • El caso de aquellos que quieran participar como combatientes, habrán de hacerlo formando parte de la correspondiente delegación de su reino o capital, representando la misma, (Esto incluye tanto a miembros de organizaciones formales, como a mercenarios o pueblo libre, teniendo estos ultimos que sujetarse a las normas de su correspondiente nación, facción o de la propia Cruzada, para poder participar en los juegos).
  • Quienes deseen participar, habrán de rellenar un Censo On-Rol que pronto abriremos en los sub-foros de las Capitales que se encargarán de transportar a las gentes a la zona del Torneo. (Pronto abriremos los posts, cuando On-Rol se haga eco del acontecimiento)

Dejo este Tema cerrado pues en los próximos días vamos a seguir publicando información en el mismo y para apuntarse se hará en los posts de Censos On-Rol, que ya colocaremos en su debido momento :)

Have fun & enjoy!

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Delegación de Ventormenta

Nombre: Jacob Alerius

Ocupación: Ejercito de Ventormenta

Puesto en el torneo: Gran campeón de Ventormenta

Trasfondo:

“El sol despunta en el horizonte, sin duda alguna el placer de ver un amanecer es lo único bueno que nos queda en estas tierras, desoladas por la plaga y la destrucción. Más nunca pensé que en este infierno helado encontraría lugares de gran belleza que evoquen en mí la sensación de añoranza de mi amado Elwyn. Hemos dejado muchos allí, para poder protegerlos… mi amada Mónica….mi pequeño…Jarroth… si quiere que ellos tengan un futuro, al igual que los hijos de todos los valientes que estamos aquí. No podemos permitirnos el fracaso.”

“Extracto del diario personal del Mariscal Jacob Alerius”

Los cuernos resonaban por todo el campamento de la brigada de los páramos de poniente, era claro para lo que se estaban preparando, todos los soldado estaban poniendo a punto sus armaduras y monturas. A su vez en la parte más alta del campamento, se alzaba la tienda de los mandos desde la que se podia observar todo el bullicio del campamento.

En ella, estaban reunidos Jacob Alerius y el resto de mandos de las tropas. Era obvio lo que estaban planeando. Colinas pardas, uno de los pocos nodos de recursos más importantes en la campaña del norte sin duda alguna, tenían que tomar el aserradero para sus objetivos y la campaña del norte. Pero no iba a ser fácil, sin duda alguna la horda también tenía puestos los ojos sobre dicho aserradero.

Minutos más tardé, salían de la tienda. El plan estaba decidido, el otrora héroe de la fortaleza denuedo se encargaría de liderar el frente de ataque pesado, a su vez recibirían apoyo de escuadras de arqueros y de maquinaria de asedio gnómico-enana. No podían permitirse el no tomar ese nodo de recursos… el no hacerlo sería un duro golpe para la campaña del norte.

Las tropas avanzaron a través de los caminos, mientras los batidores se aseguraban de que ninguna “sorpresa” surgiese de la nada. La marcha estaba siendo relativamente tranquila, pero los bosques estaban en silencio, un silencio roto por el roce del metal de las armaduras. Los animales habían huido de la zona… como si hubiesen sido testigos del futuro que les deparaba.

A la llegada al aserradero, todo estaba en silencio…, los troncos acumulados en la presa. Observando la situación como sombríos vigías de la cruenta batalla que ahí tendría lugar. Todo parecía en orden y las tropas empezaron a desplegarse por el aserradero, hasta que de repente el silencio fue roto por el sonido de los tambores y un sonoro rugido de furia de una multitud. Acto seguido, como si de la nada hubieran salido ante ellos se desplegaban las fuerzas de la horda.

De entre todos ellos, se vislumbraba la figura de un imponente orco, a lomos de un Huargo negro que vociferaba gritos a sus tropas. Las cuales le respondían con clamores y vitores.

“En aquel momento, cuando le vi. Nuestras miradas se cruzaron…, sin duda alguna ese orco iba a ser el más peligroso de todo aquel ejército. Le mire desafiante, sin mostrar ningún miedo ni debilidad le recordaba y seguramente él no me hubiese olvidado después de la batalla del puerto. Ante esto él, sostuvo mi mirada y acto seguido estallo en una gutural carcajada a modo de mofa mientras extendía el brazo y espoleaba a su huargo. Ahí lo comprendí, se creía vencedor y no se dio cuenta de que esta vez no sería así.

Acto seguido los dos frentes chocaron una marea azul de miembros del ejército de la alianza contra una marea roja de la horda. La batalla fue sin duda encarnizada, Nuestras maquinas de ingeniería colisionaban contra las impredecibles maquinas goblin. A su vez, los hombres de armas luchaban ferozmente y con ímpetu ante esa marea de violencia y rabia sinsentido que representa la horda. Muchos luchaban por defender sus hogares y dar un futuro mejor a sus hijos, pero otros luchábamos con el respaldo de la venganza de aquellos que habían caído.

En plena refriega, yo busque con la mirada al orco. El cual vi que estaba causando uan masacre entre mis filas, me acerque a él espada y escudo en ristre y cargue contra él tirándolo al suelo. Acto seguido él se levantó y vocifero con furia. Sus tropas enaltecidas, se unieron al grito y descargo su maza contra mí, por suerte pude interceptar el golpe con el escudo. Pero, sin duda alguna noté la fuerza del orco como hacía que mi escudo vibrase ante aquella colisión.

En aquel momento, recordé cuales eran los puntos fuertes de aquel animal, al que muchos de los suyos llamaban “Mokra”. Sin duda tenía una fuerza y resistencia desmesurada…, pero yo contaba con un factor a mi favor. La “velocidad”, de eso me percate en el puerto de Colinas Pardas.

Sin más dilación empecé a descargar una serie de golpes rápidos contra las partes móviles de su armadura, articulaciones, juntas y demás puntos vulnerables. Ante la fiereza de aquel ataque, el orco se fue viendo obligado a retroceder y defenderse mientras observaba a su alrededor como sus tropas poco a poco iban cayendo ante las nuestras y nuestra organización. Aún recuerdo las palabras de un soldado anónimo que aún con un brazo inutilizado por algún golpe poco afortunado gritaba:

“Hermanos, hermanas!!! No luchamos por honor, ni por riqueza. Si no para darles un futuro mejor a nuestros hijos, a los de nuestros amigos, a los de nuestros aliados. Porque somos algo más grande que estos barbaros. Somos una gran familia, la Alianza”

Estas palabras, pronunciadas por alguien herido que seguía luchando, parece que enardecieron y renovaron los ánimos de muchos de los presentes a vítores de: “Por la alianza” nuestras tropas cargaron con ánimos renovados. La horda viéndose superada empezó a recular paso a paso hasta los limites del aserradero.

Su líder, empezaba a mostrar cansancio, viéndose superados en número y arrollados por la fiereza del león de Stormwind empezaron a recular. A los pocos segundos, el orco descargo un mazazo con rabia tirándome el suelo y dio al orden: “Retirada”

Las tropas de la horda, empezaron a replegarse. Sin duda alguna habíamos ganado, pero las bajas eran abrumadoras. Al levantarme, busque al soldado anónimo. Puesto que sus palabras nos reavivaron como un fénix resurge de sus cenizas. Pero al llegar a esté, encontré lo que quedaba de él, un cuerpo decapitado a manos de un orco. Así que decidimos volver al campamento, cargando a los heridos pero algo estaba claro. El aserradero era nuestro.”

“Extracto del diario personal del Mariscal Jacob Alerius”

Meses más tarde, cuando el aserradero ya funcionaba y estaban llegando los primeros trabajadores al mismo. Junto a ellos llego un misterioso hombre de cabello negro y ojos como dos azabaches. Se identificó como el senescal Varel, enviado de su majestad el Rey Varian el cual le entrego una misiva que con el tiempo se supo parte de su contenido. El cual, procedo a citarles:

“Estimado Mariscal Jacob Alerius,

Sin duda, sois uno de los muchos héroes que han hecho posible que la campaña en el norte contra la plaga este siendo un éxito. Y más, después de vuestra gloriosa victoria en el aserradero de Colinas Pardas. Muchas vidas no se perderán gracias a ello.

Como vuestro rey, quiero daros mi más sentida enhorabuena. Puesto que me llena de orgullo y satisfacción el contar con valientes como vos y vuestros hombres. Por ese mismo motivo, he decidido concederles un pequeño relevo el cual debe de haber llegado junto a mi senescal.

Han sacrificado muchas cosas en el norte y llevan tiempo sin ver a sus familias. Por eso mismo y viendo que podríamos estar acercándonos al final de esta campaña. Creo que es de buen grado, que más que viandas y regalos. Lo que es mayor recompensa es que disfruten de un permiso junto con sus familias.

Dicho todo lo anterior espero que acompañen de vuelta a mi senescal a Stormwind. Donde serán recibidos con los honores que se merecen héroes de guerra como ustedes.

Atentamente,

Varian Wrynn, hijo de Llane Wrynn, rey de Stormwind.”

Un mes más tarde, los hombres llegaron a la capital. Donde fueron recibidos como héroes de guerra. Pero aquí no acaban las grandes gestas de Jacob Alerius, el campeón de Stormwind. Hay muchas más, que sin duda alguna servirán de ejemplo para generaciones venideras.

“Extracto del libro: “Héroes del Hielo” escrito por el escriba James Weinberg”

Clase: Guerrero

ATRIBUTOS BASE PUNTOS

Fuerza 3

Destreza 2

Agilidad 2

Resistencia 3

HABILIDADES FÍSICAS DE COMBATE PUNTOS

Combate sin Armas 4

Espadas 12

Percepción Sensorial 6

Defensa Física 8

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Delegación de Forjaz

Nombre: Lana Stouthammer

Ocupación: Miembro del SI:V

Puesto en el torneo: Gran Capeona de Forjaz

Trasfondo:

La taberna estaba llena cuando entraron los emisarios enanos de Forjaz. Había un bardo recitando al fondo de la sala; en un rincón, un grupo muy ruidoso apostaba a las cartas hasta las botas, mientras pedían que se les llenasen las jarras, una y otra vez.

Desde luego, aquellos impecables mensajeros no encajaban nada bien en aquel lugar.

La mirada se sus ojos pequeños, enmarcados por espesas cejas, recorrió el local. El dueño acudió presuroso a atenderlos.

- ¿Señores? -dijo obsequiosamente.

- Buscamos a una persona -dijo el portavoz, lentamente-. Se hace llamar la "Martillo tenaz".

- ¡Martillo tenaz! -repitió el posadero, sorprendido-. ¿Quien la busca?

- Venimos de parte del Rey Magni Barbabronce -Profirió con voz profunda y grave, bien envuelto en su capa emblasonada con el símbolo de la ciudad enana-.

Como el hombre parecía reacio, el emisario depositó en su mano una bolsa llena de tintineantes monedas. No tardó en señalarles el lugar.

- En aquel reservado a la derecha, pero yo no les he dicho nada -profirió con voz susurrante, alejándose del grupo de emisarios tan rápido como tuvo bien asida la bolsa de monedas.

Los enanos se dirigieron inmediatamente al sitio indicado. Llamaron suavemente a la puerta, y esta se abrió sin ruido. El portavoz se asomó. No había nadie tras la puerta, pero la persona que buscaban se hallaba al fondo, sentada frente a una mesa, escribiendo.

Levantó la cabeza cuando ellos entraron. Era una enana ya madura, de ojos oscuros y penetrantes, y una larga y rebelde melena pelirroja, anudada en dos trenzas bajas.

- Así que de parte del rey Barbabronce -contestó ella con una sonrisa, empleando el idioma de los de su raza-. ¿A que viene tan honorable presencia? No creo que se trate de una mera visita de cortesía…

El portavoz fue directo al grano.

- ¿Sois la que se hace llamar "Martillo Tenaz"?

- Así me llaman. Pero mi verdadero nombre es Lana, Lana Martillotenaz.

- Lo sabemos -asintió el enano.

- ¿Y qué más sabéis?

- Sabemos que fuisteis una gran servidora del Rey y de Forjaz, mi señora. Vuestras hazañas pasadas tanto en el mundo allende del Portal Oscuro, como en los primeros ataque a las tierras del Norte siguen bien presentes en la mente de los enanos.

La enana sonrío con picardía, no muy convencida todavía de la presencia de esa comitiva en aquel lugar.

- Sabemos también de vuestras… infiltraciones y labores de porvenir menos… público.

- Así es… aun que como en todos los reinos, los trapos sucios mejor lavarlos en casa ¿no te parece? Pero sentaos, no os quedéis ahí en la puerta.

- Forjaz necesita tu ayuda, "Martillo Tenaz" -dijo el portavoz.- El Rey pide que aceptéis su invitación de regresar a la ciudad bajo la montaña; allí se os explicará el caso con más detalle.

Ella los miró, pensativa.

- Su majestad y yo nunca nos hemos llevado demasiado bien -dijo-. Debe de ser un asunto muy grave para que halla decidido demandar mi ayuda. No se nos conoce a los enanos por nuestra transigencia, emisario.

- Lo es, señora -confesó el enano, incómodo.

Pasaron unos instantes, en los que la enana observaba al grupo pensativa. Había servido bien a su pueblo, desde bien joven su talento para el sigilo y el subterfugio llamó la atención de aquellos que actuaban bajo el nombre de la Alianza en secreto. Se granjeó un nombre, una posición… cruzó ese condenado portal con tal de servir a sus hermanos de la forma más exitosa posible y fue una de las primeras en embarcarse en uno de esos navíos hacia el frío continente del Norte.

Ella había nacido para eso, la idea de volver a pasearse por Forjaz la atraída, y la curiosidad sobre que palabras tendría el Rey Barbabronce reservadas ella crecía y crecía a cada instante con esos enanos en aquella posada. Sin embargo, el recuerdo seguía muy fresco… Se estremeció. La gloria de las guerras es para los soñadores, para aquellos que no conocen de primera mano el olor a muerte, el sentimiento de pérdida. Ella lo conocía muy bien, demasiado bien… Había perdido a numerosos compañeros en sus largas operaciones en nombre de la Alianza, pero aquella última vez fue especial… Demasiado especial. Tanto o incluso para plantearse el rechazo a tan sugerente propuesta. Aun que por otro lado…

- ¿Mi señora? - Mencionó uno de los enanos, interrumpiendo el devenir de pensamientos cavilosos que había inundado la mente de la enana en aquellos momentos.

- Está bien - dijo ella tras unos segundos de duda-. Os acompañaré.

Las fraguas y forjas de la ciudad enana dotaban el ambiente de una tonalidad rojiza que la enana no habría creído echar de menos. Su aspecto había cambiado radicalmente desde aquella noche en esa posada, semanas atrás. Sus atavíos eran más formales, y su cabello rebelde había sido preparado a conciencia para la recepción con su majestad. Sin embargo, el brillo de rebeldía y peligro que siempre habían poseído sus ojos oscuros, seguía ahí… estoico, incluso tras haber escuchado la extraña proposición que el Rey Magni le había formulado minutos atrás.

Noticias extrañas venían desde el Norte. Noticias sobre cruzadas, esperanza y torneos en plena contienda, en busca de aquellos héroes destinados a terminar por una vez con una de las peores calamidades de la era que les había tocado vivir. En contra de sus antiguas presuposiciones, su nombre había permanecido grabado en la mente de sus superiores, y aun que intentase aparentar seguridad, el hecho de poder representar a su pueblo en ese torneo conseguía ponerla nerviosa.

Siempre había actuado en la sombra, jamás ante los ojos de ningún público y mucho menos en representación de nadie. Aun que las palabras del Rey enano todavía resonaban en su cabeza…

"… y sobretodo aquel accidente podrá ser para todos cosa del pasado. No todos los días se tiene la oportunidad de recuperar el honor perdido, y mucho menos dejar que algo que ocurrió hace mucho tiempo os siga atormentando…"

La enana entrecerró los ojos. "Limpiar mi nombre" pensó; hace tiempo que ya abandonó la búsqueda de aquel objetivo, sin embargo los recuerdos de aquel fatídico día y las propias consecuencias de los acontecimientos que se dieron a cabo, todavía afectaban su vida. Sus pasos la condujeron hacia las puertas de la ciudad, haciendo que el frío viento de Dun Morog revolviese su cabello cepillado, mientras su mirada se paseaba por los bosques cubiertos por un manto nevado.

"Son unas tierras hermosas" -se dijo para si misma mientras cerraba los ojos. Había echado de menos el que había considerado su hogar por muchos años, y el verse de nuevo en él, le hacía sentir una extraña sensación de confort que hacía mucho tiempo que no sentía. No pudo volver a preguntarse todo una y otra vez, aquella propuesta y lo que supondría su cumplimiento…

"…dejar que algo que ocurrió hace mucho tiempo os siga atormentando…"

Abrió de nuevo su mirada y por alguna extraña razón observó las cosas desde un nuevo ángulo. Su cabello se hallaba ya desordenado, y una mueca feroz llenó sus facciones, como si una parte encerrada desde hace mucho tiempo a causa de las heridas de su alma, empezase a florecer presa de la esperanza.

- Bueno… tal vez no sea tan mala idea volver a visitar Rasganorte.

FICHA

Clase: Pícara

ATRIBUTOS BASE

Destreza: 3

Fuerza: 1

Agilidad: 6

HABILIDADES DE COMBATE

Dagas: 9

Armas arrojadizas: 11

Percepción sensorial: 4

Defensa física: 6

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Delegación de Lunargenta

Nombre: Eressea Dawnsinger.

Ocupación: Magistrix.

Puesto en el Torneo: Gran Campeona de Lunargenta.

Trasfondo:

Las agujas se alzaban fuertes y orgullosas al otro lado de la ventana, rozando los despejados cielos del norte con sus puntas de colores violeta, azulados y en menor cantidad, rojos. Rojo… Apenas si dicho color existía en una ciudad que tanto le debía a su pueblo y no solo la ciudad, sino quienes la regentaban y caminaban tranquilamente por sus calles, admitiendo a traidores y dudando de quienes les otorgaron el conocimiento que les permitió alcanzar el nivel de desarrollo que poseían en la actualidad. Tan solo el pensar en aquello inundaba su corazón de furia, una que ardía con la misma fiereza que el fuego mismo. Sobretodo cuando pensaba en como podría estar en Quel’thalas en esos momentos; quizá llevando a cabo una nueva investigación, dirigiendo a nuevos aprendices de la Academia del Ocaso Marchito o incluso, de haber tenido que ser destinada al norte, liderar a sus hermanos hacia la batalla. No obstante, el Señor Regente y el Gran Magister creían que su lugar estaba en Dalaran, tratando de recuperar un sitio que, en su opinión, carecía de la más mínima importancia.

Extendió su mano izquierda y acaricio suavemente con la yema de los dedos el vidrio ante ella, ofuscándose al pensar como su pueblo tenia que olvidar su orgullo y dedicarse a mendigar un puesto dentro del Kirin Tor, el mismo nido de víboras que siempre permaneció aliado a la Alianza y que como ellos, no dudo en darles la espalda incluso cuando sus calles fueron recuperadas con la sangre sin’dorei.

El sonido de una fuerte bofetada, seguido de las exigencias de una voz femenina le apartaron de sus propios pensamientos.

“… Te equivocas si crees que voy a decirte algo, basura traidora.” – Contesto una voz masculina y fuerte, a pesar de los distintos golpes que había recibido hasta entonces.

Nuevamente, de espaldas hacia ambas figuras, escucho otra bofetada y Eressea suspiro con resignación antes de girarse con gracia, encontrándose con un quel’dorei arrodillado, vestido en togas azules, con un tabardo que adornaba su pecho e indicaba su lealtad hacia el llamado Pacto de Plata, atado de manos y sujetado por un Caballero de Sangre, que tenia una de sus manos apoyada sobre uno de sus hombros para mantenerle contra el suelo e incorporarle, en caso de reclinarse demasiado. Mientras que su compañera, ataviada con sus mismas armaduras, le observaba severa y continuaba el burdo interrogatorio.

Con delicadeza, Eressea se acerco al interrogatorio y antes de que la Caballero de Sangre lograra abofetear la mejilla de su prisionero, la elfa extendió su brazo y alcanzo a sujetar su antebrazo enguantado a escasos centímetros del rostro del alto elfo.

“Ya basta Liandra.” – Dijo con un tono de voz suave y gentil la Magistrix, encontrándose con la furibunda mirada de la sin’dorei. – “Quizá algo de… gentileza, permita a nuestro invitado ser más colaborador.”

Liandra asintió nada más, en silencio y se aparto, colocándose a las espaldas del quel’dorei, adoptando la misma postura que su compañero, Malithas Brightblade. Al contrario, el alto elfo levanto su mirada y observo de manera desafiante a Eressea, quien no pudo evitar regocijarse al ver que su adversario aun parecía estar dispuesto a combatir, pese a sus inflamadas mejillas. Ella nada más le dedico una sonrisa y dispuso a retirarse de la habitación, siendo seguida de cerca por ambos caballeros y dejando atrás al prisionero.

En silencio, los tres elfos descendieron de la aguja en una escalera en forma de espiral. Nada más el sonido de las pesadas armaduras de su escolta interrumpía sus pensamientos; recuerdos de su hogar, de sus labores dentro de la Academia, las distintas intrigas que solían tejerse entre los distintos Magisters y por ultimo, el temor de que su pequeña hija pudiera ser victima de ellas. Bien sabia que la ética o la moral tenia una frontera muy difusa entre la nobleza y mientras ella se “divertía” en la Ciudad Violeta, sus enemigos bien podrían intentar atacarla por el único punto débil que poseía: su corazón.

“Ella durmiendo con tranquilidad en su cama, ajena al peligro mientras yo simplemente intento seguir un juego de intrigas con ratas traidoras…” – Pensó para sus adentros Eressea, mientras descendía.

Siguieron descendiendo hasta los pies de la aguja y no menor fue la sorpresa de la Magistrix, al vislumbrar ante la puerta al Gran Magister Rommath en persona, observándole con aquellas ojos verdes e inexpresivos, que impedían a uno vislumbrar lo que fuera que estuviera pensando y sentir que en todo momento, analizaban cada uno de sus movimientos.

“Gran Magister Rommath…” – Sin hacerse esperar, Eressea realizo una elegante reverencia ante su presencia, la cual fue devuelta cortésmente por el elfo.

“Magistrix Eressea, caminad conmigo, por favor…” – Le invito el Gran Magister, girándose hacia la avenida principal del pequeño distrito de los Atracasol.

Inmediatamente, la Magistrix se le acerco y comenzó a caminar junto a él, siguiendo su paso, ciertamente confusa por la razón de su presencia en Dalaran. Peor aun, por haberle tomado por sorpresa y encontrado en un momento de debilidad, a su juicio. Inspiro hondo y reprimió un suspiro de resignación, tratando de mantenerse tan regia y gallarda como pudiera.

“He leído sus informes y me ha llamado la atención uno en particular” – Decia el Gran Magister mientras se adentraban en las calles de Dalaran, abandonando la seguridad de su distrito. – “Esos fragmentos que me menciono, ¿cree realmente que puedan suponer una ventaja para nuestra causa aquí?”

“Por supuesto, mi señor.” – Asintió con suma seguridad la Magistrix. – “Pero la investigación sigue en proceso y como mencione en mi informe, necesito del apoyo de Quel’thalas. Aquí en Dalaran estoy… sola. Siquiera Sunreaver puede quitarme a los espías del Pacto de Plata de encima.”

Rommath alzo una ceja y Eressea pudo distinguir cierto tono de incredulidad e ira, en su respuesta.

“¿Espías?”

“Si, mi señor, espías.” – Contesto frunciendo el ceño la elfa de sangre. – “Tengo uno prisionero en la aguja, incluso. Tengo fuertes sospechas de que ellos puedan estar tratando de robar mi investigación…”

Suavemente, el Gran Magister asintió y continuo caminando unos instantes, en silencio, correspondiendo de vez en cuando a los saludos de algunos sin’dorei que transitaban la calle y caminando de forma erguida ante los traidores, sin prestar siquiera la más mínima atención a las desdeñosas miradas de algunos quel’dorei. Eressea mantuvo la misma postura, actuando casi del mismo modo que Rommath, incapaz de permitirse el lujo de dejarse amedrentar por el enemigo. Sin embargo, cuando las distintas agujas y la torre principal de la Ciudadela Violeta comenzaron a ganar altura y vislumbrarse cada vez más cercanas, Eressea se percato del verdadero destino del Gran Magister, pero su duda permanecía: ¿por qué aguardarle a ella?.

Y así, su duda continuo hasta detenerse a pocos metros de la escalera. Momento en el cual el Gran Magister se detuvo y no pudo evitar dirigir una mirada de asco hacia el distrito perteneciente al Pacto de Plata y permanecer así por unos instantes, poco antes de decir sin abandonar dicha postura.

“¿Sunreaver os ha dicho de la presencia de los Atracasol en el suelo de la Cruzada Argenta, en Corona de Hielo?” – El tono del Gran Magister era inexpresivo, frío, tanto como el hielo de la propia zona que había mencionado.

“Si, lo ha hecho.” – Asintió confusa la Magistrix, sin poder evitar fruncir el ceño.

“Entonces sabrá lo que planea su Alto Señor, ¿me equivoco?” – Continuo Rommath.

“Si, lo se.” – Contesto y asintió, nuevamente, Eressea. – “Pero en mi opinión, será un intento en vano. Bien se que el Pacto de Plata también se ha inmiscuido en dichos asuntos y si nosotros no iniciamos un conflicto abierto allí, si lo harán el Rey humano o el afamado Grito de Guerra.”

“No obstante, eso poco nos interesa a nosotros…” – Rommath dirigio su mirada hacia Eressea. – “El Señor Regente cree que es nuestro deber corresponder a dicho torneo y aunque pienso como vos, también creo que servirá para afianzar nuestras relaciones con los insulsos del Kirin Tor y socavar las palabras de Vereesa Windrunner, demostrando que los Sin’dorei, a pesar de nuestras propias convicciones, estamos de acuerdo con dejar de lado nuestros rencores, honrar nuestras alianzas y comprometernos con causas mayores.”

Eressea parpadeo un par de veces, atendiendo a sus palabras e intentando inútilmente tratar de hallar el por qué le relataba aquello, en sus ojos. Afortunadamente, su respuesta no tardaría en llegar.

“Es por ello que creemos que vos sois la más indicada para dirigir la delegación de Lunargenta.” – Añadió y continuo. – “No es negociable, Magistrix. Representareis a nuestra nación en el Torneo, junto a otros sin’dorei y demostrareis de lo que somos capaces.”

“Pero… Pero mi señor, yo…” – Eressea no pudo evitar esconder su confusión ante las exigencias del Gran Magister. – “¿Mi investigación? ¿Mis tareas aquí? ¿Qué serán de ellas?”

“Otro tomara vuestro lugar. Esta todo arreglado.” – Respondió sin inmutarse por su evidente confusión, el Gran Magister. – “Y para convenceros; si todo termina como esperamos, podréis retornar a Quel’thalas.”

La magistrix descendió su mirada, sopesando las palabras de Rommath, ciertamente seducida por la vuelta sin retorno que habían decidido para ella y por el futuro regreso a casa, por una aparentemente tarea tan simple. Eressea suspiro apaciblemente, levanto su rostro y observo al Gran Magister directamente a los ojos.

“Así lo hare, mi señor. No os decepcionare.” – Contesto con seguridad la sin’dorei.

“Entonces, prepararos Magistrix.” - Asintio Rommath. – “Porque hoy retornareis conmigo a Quel’thalas y preparareis la delegación cuanto antes…”

FICHA

Clase: Maga

ATRIBUTOS BASE

Inteligencia: 5

Sabiduria: 3

Agilidad: 2

HABILIDADES DE COMBATE

Armas de Asta y Bastones: 6

Defensa Fisica: 5

Hechizos ofensivos: 10

Percepción extrasensorial: 9

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Delegación de Orgrimmar

Nombre: Mokra el Rompecraneos.

Ocupación: Comandante del Ejercito

Puesto en el Torneo: Gran Campeón de Orgrimmar.

Trasfondo:

- En el valle de la sabiduría la gente se agolpaba en los caminos, habían llegado. No cabía duda los héroes del norte estaban llegando, como no podía sentirme lleno de orgullo y satisfacción al ver la admiración y la devoción que aquellas miradas reflejaban. Hoy me doy cuenta que estoy haciendo felices a mis ancestros… - dijo Mokra.

- Si mi señor, sin duda alguna os están aguardando, vuestros logros no solo son conocidos en el norte. - asintió el Capitán.

Mokra avanzaba lentamente, hacia el fuerte Grommash, donde el jefe de guerra aguardaba para escuchar su informe. Una audiencia para los grandes generales, capitanes y miembros notables del ejército. Él había sido invitado a la misma, aún no se lo creía cuando un mensajero el cito en orgrimmar.

Cuando entro a la antesala del fuerte, todo estaba bajo rigurosas medidas de seguridad de los Korkron. Una vez en la gran sala, la gran asamblea estaba reunida, había grandes héroes, lideres, consejeros, jefes de pelotón y sus lacayos.

Entonces sin mediar más palabra, como si en lugar de aquella armadura de placas de proporciones titánicas, portase las más finas sedas y galas. Se acercó al centro de la sala y se arrodillo. La sala quedo en silencio con el golpe de su puño, chocando con las placas de su pecho cerca de su corazón, tras esto dijo:

- Lok’tar jefe de guerra, he respondido lo más rápido que he podido a vuestra llamada. -

- Lok’tar camarada, levántate porque eres un héroe a los ojos de todos los presentes - respondió Thrall.

- Solo cumplo con mi deber, para con la horda y el jefe de guerra. -

- Admiro tu determinación hermano, a la par de tu incuestionable lealtad. Ahora por favor, quiero que nos relates el informe de la batalla por el puerto de colinas pardas. Gracias a ti, tenemos un enclave estratégico para poder llevar tropas de refresco y evacuar a los heridos. - le resondió Thrall al combatiente.

- Como vos ordeneis jefe de guerra - se aclaró la garganta Mokra. - Bien, tras varios informes sobre la ubicación del puerto, sus defensas y otros factores a tener en cuenta facilitados por nuestros espías. Optamos por un plan de ataque rapidos y eficaz. Para llevarlo a cabo, crear una pequeña avanzada unos cuantos kilómetros cerca del puerto, resguardados por el bosque y su maleza. - agregó.

Mokra espiró pesadamente por la nariz y continuó su explicación - Desde ahí, observamos el trasiego de buques y la rutina que seguían los mismos. Detectando un vacío de transportes de dos días de lapso. Así que nos preparamos a conciencia y aprovechando que estábamos en un bosque. Utilizamos dichos recursos para fabricar pequeña maquinaria de asedio y algunos arietes. Una vez preparado todo aguardamos al lapso de tiempo ene l que no iban cargueros y atacamos. - cerró los ojos recordando - Por un lado, utilizando la maquinaria de asedio, catapultamos diversos proyectiles ígneos hacía el puerto, desde diferentes posiciones para crear confusión. Mientras las tropas alianza estaban divididas y confiadas. Aprovechamos el caos para entrar en los muelles con dos naves de asedio. Una vez en los mismos, yo mismo baje las escalas y dirigí el ataque. En pocos minutos habíamos tomado los muelles.

Tras haber tomado los muelles, el jefe de los humanos un tal Alerius - dijo el nombre con desdén - reorganizo las tropas y intentaron hacer la defensa pero fue en vano. -

Mokra abrió los ojos de nuevo... - Nos lanzamos en carga, contra ellos y poco a poco les hacíamos retroceder - se rió de manera gutural - caían como moscas, de hecho casi aplasto los huesos de un soldado en su totalidad, si no fuese porque aquella rata humana de Alerius, paro el golpe con su escudo… -

Mokra rió divertido esta vez, agregando - Aunque, cuando lo tire al suelo varios metros de un mazazo… se le pasaron las ganas de hacerse el héroe y ordeno al retirada. Los siguientes días, los pasamos reconstruyendo el puerto y fortificando el mismo. Posteriormente, a eso intentamos tomar el control del aserradero cercano. - cerró el puño ensombreciendo su mirada - Pero esa rata de Alerius, sabía que vendríamos… y nos estaba esperando con apoyo pesado. -

Thrall carraspeó levemente - Estoy satisfecho con esto… no has de avergonzarte. No te he llamado para increparte, quiero agasajaros a todos los que habéis sido leales y valerosos en el norte. Por ese mismo motivo… cuando lleguen el resto de campeones… -

Al acabar de decir estas palabras… un troll de aspecto fiero con una sonrisa cínica entró en la sala, seguido de varios arqueros. Todos ellos con el emblema de Sen’jin.

FICHA

Clase: Guerrero

ATRIBUTOS BASE PUNTOS

Fuerza 6

Destreza -

Agilidad -

Resistencia 4

HABILIDADES FÍSICAS DE COMBATE PUNTOS

Combate sin Armas 6

Mazas 10

Percepción Sensorial 4

Defensa Física 10

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Delegación de Entrañas

Nombre: Visceri.

Ocupación: Comandante Mortacechador.

Puesto en el Torneo: Gran Campeón de Entrañas.

Trasfondo:


Un fiero puñetazo fue a impactar directamente contra su rostro, llevándose piel reseca, un par de dientes e incluso, fracturando un costado de su mandíbula. Visceri tenia la suerte de no poder sentir nada gracias a su condición, de lo contrario, de estar vivo como sus interrogadores, estaría gimiendo de dolor y prácticamente, suplicando misericordia y diciendo todo lo que deseaban. El renegado gruño por lo bajo y volvió su mirada al frente, de manera desafiante hacia el Kor’kron que tenia ante él.

“¿Hablaras ya, saco de huesos o prefieres que aplaste tu cráneo contra la pared?” – El orco le observaba con un gran desdén. No cabía duda que pese a sus golpes y amenazas, estaba conteniéndose.

Visceri pudo haber reído, a carcajadas incluso. No había llegado a sobrevivir tanto tiempo como Mortacechador, siquiera cuando Varimathras solicito a su guardia personal resguardarle, provocando una fractura entre sus filas al resguardar leales a Lady Sylvanas. Él era uno de esos realistas y gracias a esa lealtad, había conservado su sitio y su cabeza. No como otros traidores. Pero él podría haber reído frente a su captor, al vislumbrar cuanto odio le profesaba al mismo tiempo que por ordenes de su Jefe de Guerra, debía de contener aquel desdén que corroía su interior y constantemente intentaba impulsarle a los limites. Pero no lo hizo.

“¿Qué es lo que la Horda…” – Al pronunciar su nombre, lo hizo de una forma fría e inmutable, sin dejar entrever sus verdaderas opiniones hacia ella, contrario a su captor. – “… desea saber?”

El sobrestante Kor’kron observo a sus otros dos compañeros, quienes sujetaban al renegado de un brazo cada uno. Su expresión era de decepción y la de sus compañeros no era menor. Visceri pudo darse cuenta al instante que esperaban más resistencia de su parte.

Leales hasta el fin, pero brutos e inútiles al fin y al cabo.

“Antes de Puerta de Cólera…” – Nada más pronunciar el nombre del lugar donde se produjo aquella siniestra y deshonorable traición hizo arder la sangre del sobrestante. – “Perseguías a un gnomo. Buscabas una baratija, ¿qué era?”

Así que la cacería de brujas continua…

Visceri escupió los dientes que el golpe le había tirado y que aun tenia dentro de su boca, antes de responder.

“No lo se. Solo me ordenaron tomar esa cosa y entregársela a los Boticarios”

El orco gruño rabioso, como si hubiera obtenido la respuesta que deseaba.

“Empieza desde el principio…” – Agrego con tono severo.

Horde_64.png

La Sociedad Real de Boticarios estaba perfeccionando el añublo. Durante las primeras pruebas en el Fiordo Aquilonal, habíamos descubierto que algunos miembros de la Plaga aun eran inmunes a ella. Como los Vrykul. Pero las cosas se dificultaron después de que la Alianza bombardeara Nueva Agamand y fue entonces, cuando nos enviaron a acechar los alrededores de la mayor fortaleza de la Alianza en ese territorio. Buscábamos reconocer el área y buscar sus puntos débiles, con tal de poder responder a semejante ataque como un acto de venganza y retribución por haber roto la tregua que había en ese entonces, pero terminamos dando con algo que llamo la atención de los boticarios… Había un grupo de gnomos que estaban probando una extraña maquina a vapor, no más grande que un barril de suministros. Parecía poder tomar toda clase de líquidos y convertirla en gas o viceversa. De inmediato creímos que se habrían basado en nuestra maquinaria, solo que la habían perfeccionado y como no, a Putress y al resto de traidores les llamo su atención.

Nos ordenaron robarla y llevarla al Rencor Venenoso. Así que eso hicimos: aguardamos hasta que comenzaran a trasladarla y para nuestra buena fortuna, lo harían por tierra y hacia la misma dirección que nosotros. Para más mala suerte de quien fuera el inútil que creo esa cosa, eran escoltados por un pequeño grupo de soldados humanos, enanos y elfos. El rastro era muy simple de seguir. Así que los seguimos y aguardamos a que la noche cayera…

Ellos siguieron hasta que no hubo ninguna luz más que las del cielo mismo y prepararon un campamento. Ordene al resto que aguardáramos a que lo prepararan y pudiéramos ver quienes harían guardia y cuantos, antes de preparar una emboscada. El campamento era demasiado simple: apenas cuatro tiendas, una hoguera en el medio de las cuatro y tres guardias en las afueras, cambiando de turno nada más dos horas de guardia. Desconozco que hora era cuando atacamos, pero acababan de hacer el segundo cambio de guardia y mientras los guardias se acercaban a sus puestos, sin saber que estábamos, nos abalanzamos sobre ellos y les cortamos el cuello sin darles tiempo a reaccionar. Todo iba acorde al plan.

Pero…

Pero los planes nunca resultan, siempre hay que improvisar. Siempre hay algo que puede escapar a los cálculos y así fue para nosotros. Uno de los idiotas de la guardia decidió abandonar su tienda para ir a decirle algo a uno de sus compañeros, encontrándose a uno de mis compañeros y el cadáver del suyo a sus pies. Lo abatimos, por supuesto, pero alcanzo dar la alarma y en cosa de minutos, el resto del campamento salió de sus tiendas con todas las armas que podían tener en mano.

Aunque eso no era un problema.

La Alianza había visto de lo que era capaz el añublo y le temía. Oh, claro que sí. Y aunque nosotros no portábamos ningún añublo con nosotros, ya que de lo contrario llevaríamos mascaras de gas, ellos no lo sabían. Así que ordene al resto arrojar las pocas bombas de humo y pestilencia que teníamos con nosotros. La tos de todos ellos empezó a ser como una melodía para nuestros oídos, así como sus alaridos de terror al creer que se convertirían en muertos vivientes o peor. Con el desconcierto, aprovechamos la ocasión para entrar en una de las tiendas y coger el artefacto. De lo poco que recuerdo de nuestro exitoso escape, es que mientras abandonábamos el campamento, un gnomo, mago al parecer, no había caído en la trampa como el resto. El muy idiota logro levantar una especie de escudo alrededor de él y pudo ver como el resto hacia el ridículo, pero no moría o se convertía. Pude haberlo asesinado, si, pero el efecto de las bombas se estaba disipando, así que debimos de correr. Pero nunca olvidare su expresión de culpabilidad y ofuscación cuando nos vio desaparecer…

El mismo Putress en persona nos recibió en el Rencor Venenoso cuando le entregamos el artefacto. Como miembros de la guardia personal de Varimathras, es obvio que pensó que todos éramos aliados en su pequeña conspiración, aunque eso no le evito tomar precauciones como no decirnos más allá de lo agradecido que estaba, el buen servicio que representábamos y la ventaja que esto supondría para nuestra causa contra la Plaga…

Cuando ocurrio el incidente en Puerta de Cólera, me di cuenta de a que causa se refería.

Horde_64.png

El sobrestante Kor’kron había caminado de un lado a otro, oyendo su relato sin variar su expresión de repudio hacia el renegado. Quería aplastarle, aun así pareciera que solo fue un peón más dentro de un plan mucho mayor y que desconocía todo lo que ocurría. Sin embargo, no le tomaría por un idiota. Bien sabia que los Mortacechadores eran la guardia personal de Varimathras, el insurrecto Señor del Terror que costo a la Horda su victoria en el Cementerio de Dragones y él mismo lo había corroborado. Lo tenia donde quería.

El Kor’kron le enseño sus colmillos al sonreír satisfecho y se acerco al renegado con aires de victoria.

“Eso responde a muchas preguntas, secajo. Pero me cuesta creer que no estuvieras del lado del traidor. Eras de su guardia personal…” – El orco levanto su puño, dispuesto a aplastar su cabeza y poner fin al trabajo de una vez.

“¿Y como es que estoy vivo y otros Mortacechadores no?” – Le interrumpió Visceri, al vislumbrar su gesto.

El orco fruncio el ceño y mantuvo su puño en alto, pero no evito preguntar.

“¿Cómo…?” – Mascullo entre dientes el sobrestante.

“Porque yo fui leal a la Horda y a la Dama Oscura. No regrese a Entrañas cuando nos llamaron, sino que fui con el resto de refugiados a Orgrimmar.” – Como dije, leal hasta el fin, pero bruto e inútil al fin y al cabo. – “… De haber sido un traidor, ¿crees que la Dama no me habría eliminado como hizo con el resto de insurrectos luego de que la Horda recuperara nuestra ciudad?”

El orco presiono sus colmillos y lo miro fijamente, pero nada más unos instantes. Era claro que dudaba. De pronto, gruño molesto y ordeno a sus captores que lo soltaran. El relato era demasiado convincente y sus pruebas, suficientes. Si algo era cierto, era que tras recuperar Entrañas, siquiera la propia Sylvanas tuvo piedad con los traidores que aun quedaban…

Horde_64.png

Lo habían abandonado en los canales próximos al distrito de guerra de la ciudad. El icor verde de los canales cubría su mano por completo antes de este levantarse. Una vez más, había logrado sobrevivir y como si fuera poco, corroborado las sospechas de su señora: no importaba si ella había lidiado o no con los traidores, los Kor’kron seguían buscando y eran hasta capaces de ejecutar a renegados inocentes, si sus relatos no sonaban muy convincentes.

Nada más se encontró de pie, dispuso su marcha hacia las ruinas superiores de Lordaeron. Debía de informar sobre sus hallazgos. Sin embargo, una nueva tarea aguardaría a su llegada. Una más formal, pero no menos útil para la Horda y como no, los deseos de su Reina Alma en Pena.


FICHA

Clase: Picaro

ATRIBUTOS BASE

Destreza: 3

Sabiduría: 2

Agilidad: 5

HABILIDADES DE COMBATE

Combate sin armas: 4

Dagas: 7

Percepción sensorial: 5

Defensa física: 4

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Delegación de Cima del Trueno

Nombre: Runok Wildmane.

Ocupación: Miembro del Anillo de la Tierra.

Puesto en el torneo: Gran Campeón de Cima del Trueno.

Trasfondo:

Las enormes fogatas del poblado lanzaban multitud de crepitantes chispas, que se fundían con el oscuro manto estrellado de los bastos cielos nocturnos de Mulgore. Los tauren que lo habitaban discurrían por los senderos de la aldea, aglomerándose algunos junto al fuego para escuchar historias de los más ancianos, o para comentar la reciente llegada de un mensajero desde la mismísima Cima del Trueno.

Dos jóvenes tauren, hablaban sobre el asunto al abrigo de la calidez de una de las fogatas más concurridas.

- Así es -Profirió uno de ellos con semblante pensativo-. Se dice que trae un mensaje del Gran Jefe.

- Pues debe ser importante para que hallan convocado al grupo de sabios y a los guerreros de la tribu, ¿que crees que estarán diciendo?

- No lo se… -dijo mientras lanzaba una mirada hacia la gran tienda que ocupaba el centro del poblado, lugar donde se llevaban a cabo las reuniones de la tribu, y emplazamiento actual donde se estaba debatiendo sobre el mensaje traído desde Cima del Trueno-.

Tal y como ambos sospechaban, el grupo de ancianos se hallaba reunido ante aquellos jóvenes tauren que habían demostrado su pericia y destreza en defensa de los suyos de sobradas maneras durante largos años.

Entre ellos se hallaban templados guerreros de la tribu Tótem de Ira, honorables cazadores, fieles seguidores de la tradición tauren, de la tribu Tronacuerno, sabios miembros de los Cazacielo y, en menor medida, miembros diseminados de las distintas tribus. Presidiendo la reunión, un anciano tauren de pelaje gris y cuernos ajados, escuchaba al mensajero repetir las palabras del Gran Jefe Cairne por enésima vez, mientras sus cansados ojos se posaban en las rojas brasas, elevando finas volutas de humo por toda la tienda.

- "…en representación de Cima del Trueno y del Pueblo tauren, te confío a ti la decisión, hermano Tarok'el, Cornamenta Gris, de tomar al elegido para tan importante viaje. Que la Madre Tierra te llene de la sabiduría necesaria para la tarea que te encomiendo, mi buen amigo"

La tienda se sumó en un silencio tenso, mientras el anciano reflexionaba sobre la tarea que el Gran Jefe le trasladaba a partir de las palabras del mensajero. Sus ojos grises se pasearon por el grupo de tauren que tenía ante el, mientras las miradas de estos coincidían con expectación en el sabio.

- El círculo de sabios debe tratar este asunto -profirió con voz profunda, dotada de un timbre de gran sabiduría-. Tomaremos una decisión y…

- No hace falta. -interrumpió una voz, haciendo que todas las miradas de la tienda se posaran en el origen de esta, salvo el sabio Tarok'el, pues el sabia sobradamente quien se había atrevido a interrumpir sus palabras- Me ofrezco para realizar el viaje.

Se trataba de un tauren joven, considerado ya adulto por los suyos, pero con muchos años todavía por vivir. Su pelaje marrón se fundía con sus ropajes de cuero curtido, decorado con numerosos colgantes y talismanes, además de portar una pesada maza de madera y piedra sostenida en la cintura. Su mirada tenía un toque de impaciencia, la cual contrastaba vivamente con sus dos prominentes cuernos proyectados hacia delante.

- Runok Wildmane... el grupo de sabios valora tu ofrecimiento, pero no creo que estés preparado.

Un silencio tenso inundó la tienda, pues pese a que Runok se trataba de una gran figura del chamanismo, Tarok'el lo aventajaba en sabiduría y respeto por la comunidad. Guardián de las tradiciones y valorado vidente. Su palabra tendría más peso que la del joven héroe.

- Yo tengo derecho a voz en el grupo, soy alguien respetado por las tribus... si me dejases...

- Ya basta, Runok. No deshonres más a tu clan -Cortó Tarok'el de forma tranquila y autoritaria- Nuestra raza siempre ha sido conocida por un espíritu pacífico y libre. Luchamos por defender a nuestros hermanos, por defender nuestra tradición y cultura. La ira no es el camino de un héroe de Cima del Trueno, y ahora mismo tu falta de modestia deja claro ante todos los presentes que no estás preparado -sentenció-.

Aquellas palabras cayeron como una pesada losa sobre el joven tauren, haciendo que su mandíbula se tensara debido a la rabia, y que saliese airado de la tienda.

"Orgulloso anciano. ¿Que sabrá él de lo que soy capaz? he defendido con honor a mi pueblo y he demostrado ser un guardián de nuestra tradición..."

Sus pasos le condujeron a las afueras de la aldea, donde tomó asiento junto a un solitario árbol y perdió la mirada en el inconmensurable cielo nocturno de Mulgore. La rabia todavía latía en su mente, y eso es algo que le desagradaba sobremanera...

"¿Por que me ocurre a mi esto? Yo no deseo faltar el respeto a un Vidente... tan solo deseo que me permitan honrar a los míos. ¿Paz? la paz es para los tiempos en los que los problemas no existen... en el pasado nos vimos superados por adversidades, y fue el batallar contra ellos lo que nos hizo obtener la posición de mediana paz que llevamos disfrutando en Mulgore desde que nos convertimos en sedentarios. Si nos relajamos en los buenos tiempos y nos tornamos mansos, las adversidades volverán a poner en juego la tradición que tanto le importa a ese viejo"

Una idea comenzó a circularle por la cabeza. Al principio le pareció una tremenda locura, pero conforme le daba más vueltas más seguro estaba de llevarla a cabo. Esperó paciente un tiempo prudencial para poder llevar a cabo lo planeado, y se encamino a la tienda del Vidente Tarok'el.

"¿Con que no estoy preparado? Iré a hablar con el y le demostraré que si que lo estoy. Sea como sea, esta misma noche convenceré a ese anciano obstinado de que soy el candidato perfecto"

Llegó a la tienda del Vidente y corrió el cortinaje de pieles que cubría la entrada. El interior se hallaba sumido en una suave penumbra; las brasas todavía candentes, mantenían el interior del habitáculo a una temperatura cálida, y su pequeño fulgor permitía al joven chaman contemplar medianamente el interior de la tienda. Había un jergón a un lado, y multitud de hiervas y plantas secas dispuestas por todo el espacio del lugar. Cuencos, morteros y talismanes ocupaban las estanterías, sin embargo... no fue eso lo que captó la atención del chaman. Una especie de pila de madera, de la que se desprendían unas volutas de humo, se hallaba junto a las brasas, situada al lado de un saquito con unos polvos de tonos ocres.

- ¿Sabio Tarok'el? -Preguntó con precaución, entrando con reparos en la tienda tras no obtener respuesta de nadie.

Con curiosidad, se acerco al cuenco de madera del que salía ese extraño humo. "Sólo echaré un vistazo y volveré a mi tienda, podré hablar con el Vidente mañana" pensó. Sin embargo, su interés por aquel extraño objeto y su contenido lograba fascinarle... En el interior del cuenco se hallaba lo que parecía agua caliente de la que salía ese humo, con aquellos extraños polvos descansando en el fondo. Más guiado por su curiosidad, que por la razón, tomó un puñado de los polvos que se hallaban en el saquito y los dejo caer en el agua, haciendo que estos se diluyeran con suavidad en el líquido elemento y que de repente, el humo cobrase más intensidad y fuerza, elevándose en la misma tonalidad ocre.

Cuando olfateó el penetrante aroma especiado, todo empezó a dar vueltas. Las sombras de la tienda se deformaron y los colores adoptaron un cromatismo inverosímil. El joven chamán sintió como su consciencia se alejaba de su cuerpo y trascendiera a un nivel desconocido para el, un estado no físico que le hacía entrar en contacto con una inmensidad aterradora. Poco a poco sintió cosas familiares, sentía la tierra de su poblado, amplia y cálida, tratada con mimo y respeto por quienes la cultivaban, una relación de recompensa mutua. Sintió una presencia fresca, algo húmedo y liviano que circulaba por las entradas de esa tierra... "Agua" pensó. Comenzó a dejarse llevar por esa sensación, casi sin darse cuenta, fue arrollado y llevado por ese aluvión de sensaciones. Para cuando se quiso dar cuenta, estaba ya muy lejos del poblado.

Se encontraba en las montañas y una extraña visión inundaba su presencia. No veía, pues su cuerpo físico había quedado en la tienda del Vidente, pero "veía" de una manera muchísimo más clara, percibía la esencia de la situación y eso no hacía más que hacerle comprender cuan ciego había estado hasta el momento. Un portentoso kodo profería gruñidos de ira hacia un grupo de jabaespines que hostigaban a la criatura con sus primitivas armas. El animal se sacudía con ira arrinconado en un desfiladero, y no dudó en cargar contra sus enemigos más cercanos, haciendo que las criaturas restantes tuviesen más cautela a la hora de aproximarse.

"Yo tenía razón. La pasividad solo germina la fuerza de tus enemigos, solo puede haber paz como resultado a la batalla"

El kodo pudo asustar al fin al grupo de jabaespines, los cuales huyeron despavoridos ante la furia del animal. Cuando ya creyó ver suficiente, sintió como su presencia en ese estado se iba debilitando, aumentando su lazo con su cuerpo físico y empezando a experimentar el peso de la consciencia corpórea. Sin embargo, antes de desvanecerse de ese lugar, pudo comprobar como dos crías salían de su escondite y se reunían con su madre, la cual sosegaba su rabia al ver a ambas seguras...

"Luchas por preservar a nuestros hermanos y nuestra tradición" -Recordó el joven chamán con sorpresa, justo antes de recuperar su consciencia física y desvanecerse.

...

Despertó en el jergón de la tienda del Vidente. Todavía no había luz, pues ningín rayo se colaba por los resquicios de la tienda, y la cabeza del joven chaman daba vueltas todavía a un ritmo vertiginoso.

- Ahg... -Se quejó, incorporándose un tanto. Se hallaba solo en la tienda, pero las pieles de la entrada se habían retirado, y desde allí, Runok pudo distinguir la figura del sabio vidente Tarok'el. Al percatarse de su presencia, una sensación de vergüenza y sentimiento de culpa le embargó.

"He sido un incosciente"

Se levantó con lentitud y se aproximo al exterior, situándose al lado del anciano, el cual, mantenía su mirada posada en el horizonte; por el que comenzaban a distinguirse las primeras luces del alba.

- Yo... lo lamento, Venerable.

- ¿El que lamentas exactamente, Runok?

- Haber sido un insensato. Debí obedecer las palabras que me brindastes.

- La ira es una mala consejera, Runok. No dudo de tu valía ni de tu potencial, pues no cualquier chamán puede trascender de la manera en la que tú lo has hecho. Pero no has comprendido todavía el "porqué" de nuestra lucha.

- Yo tan solo deseo servir a mi gente, protegerlos de las posibles adversidades.

- Pero la Paz no siempre se consigue con guerra, chamán. Nuestro pueblo ha recorrido estas tierras muchos años y durante este tiempo hemos aprendido sobre el mundo. Desde las Nieblas del Amanecer de Azeroth, los Shu'halo hemos vivido en busca de la paz y el sosiego. Si, hemos padecido penurias, y si, en muchas ocasiones nos hemos tenido que levantar en armas contra los peligros. Pero no por ello, debemos dejar que el odio o la rabia guíen nuestras decisiones. Comprendes el equilibrio que mantenemos con la Madre Tierra y los espíritus elementales de este mundo... usa ese conocimiento para buscar la paz Runok y no para buscarla a través del conflicto. Solo así, podrás encontrar tu identidad en la tribu y tu lugar en la Gran Cacería.

El joven tauren asintió, comprendiendo y reflexionando las sabias palabras que el anciano le había brindado, mientras los primeros rayos de la mañana iluminaban sus rostros.

- Y con todo, un nuevo amanecer... An'she nos ilumina con su luz. Acude más tarde a la tienda del grupo de sabios, tenemos que hablar contigo.

FICHA

Clase: Chamán

ATRIBUTOS BASE

INTELIGENCIA (INT): 6

SABIDURÍA (SAB): 3

RESISTENCIA (RES): 1

HABILIDADES DE COMBATE

Mazas: 7

Defensa física: 2

HABILIDADES METAFÍSICAS DE COMBATE

Hechizos ofensivos: 12

Hechizos defensivos: 8

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Delegación de Sen’Jin

Nombre: Zul'tore.

Ocupación:

Puesto en el Torneo: Gran Campeón de Sen'jin.

Trasfondo:

El hoga de lo herjeh colega, bienvenio a Zul’drak”

Esas fueron las palabras que Zul’tore dedico a los miembros de su escuadron cuando pasarón por el paso de colinas Pardas y entraron en Zul’drak. Era obvio porque decía eso, los moradores de esas tierras habían cometido el sacrilegio de asesinar a sus loa y beber su mojo. Eran seres despreciables ante todos, pero más ante cualquier troll. A medida que avanzaban por las mismas solo encontraban muerte, destrucción y cadáveres de drakkari alzados y buscando otras víctimas.

Poco a poco fueron abriéndose paso, hasta el punto de encuentro que le había indicado “El Confín Argentea”. Una vez ahí, su misión era presentarse ante la cruzada y posteriormente encaminarse a Zim’torga, para prestar apoyo en la zona y llevar suministros. Una vez en el confín, coincidieron con una escuadra de centinelas. Como cabía esperar, las miradas de odio entre ambos grupos eran tan obvias como que a un bebe le gusta la teta de su madre. Zul’tore dio órdenes a sus hombres que se estableciesen en el lado contrario a donde estaban las centinelas ubicadas. A fin de cuentas, estaba en un campamento de la cruzada por lo que no le interesaba entablar conflicto cuando estaban rodeados por la plaga.

Cuando se acercó, a la tienda del Comandante Kunz, de esta salía Eitriggal observarlo, Zul’tore no pudo hacer más que arrodillarse en símbolo de respeto ante tan venerable orco. A lo que este respondio:

Eitrigg: Lok’tar, parece que los ancestros te han guiado hacia nosotros. Levantate

Zul’tore: Suzede ago?

Eitrigg: Por desgracia sí, uno miembro de la espada de ébano nos ha informado de que uno de sus espías les ha informado que la plaga tiene previsto atacar el confín argenta esta noche. Parece que se están replegando varios miembros de la plaga, no muy lejos de aquí.

Zul’tore: Eh batante posible *se rasca la cabeza pensando*, eh llegah aquí ha zio demaziao fací. Como zi la paga no estuvieze evitando.

Eitrigg: Debo de pedirte en nombre del jefe de guerra, que te quedes aquí junto a mis hombres ayudando a la defensa. La centinela ahí apostada, ha ofrecido también su ayuda al enterarse de la noticia.

Zul’tore: Como vó digaí, vivo po la hoda y er Jefe de guega.

Eitrigg: No esperaba menos de ti, Vol’jin siempre ha hablado maravillas de ti. No me extraña, que te tenga en mente para esa empresa.

Zul’tore: Que empreza? *observa al anciano orco curioso*

Eitrigg: Si sobrevivimos a la noche, me tendrás que acompañar a Orgrimmar. Allí recibiréis nuevas órdenes del jefe de guerra.

Tras esta conversación, Zul’tore se encamino hacia el campamento de sus hombres y empezó a dar órdenes e instrucciones de donde se deberían ubicar y apostar cada uno de los soldados durante el asedio. A su vez, cogió varias cajas y las apilo formando una columna elevada desde la que poder observar el campo de batalla y tener más puntería para su arco. Cuando todas esas tareas finalizarón, ya faltaban pocas horas para el ocaso. Se respiraba un silencio sepulcral, como si el ruido estuviese muriendo junto a la luz del sol. En ese momento, se escuchó al voz del comandante de la cruzada:

Comandante Kenz: Nos atacan!!!! Todos a sus puestos. Arqueros, vigilad el cielo y las gárgolas. Resistid lo que podáis, van a probar la fuerza de la cruzada argéntea!!!!

Tras esa frase, todos los soldados gritaron independientemente de su bando o raza al unísono y se inició al batalla. Una lluvia de flechas disparadas desde dos puntos diferentes abatió al primera oleada de cadáveres. Mientras Zul’tore se movía y disparaba flechas a las gárgolas que se acercaban a las tropas de a pie. Poco a poco cada vez tuvieron que ir retrocediendo, por el embate de la plaga. Hasta llevar al refriega a las escaleras.

En esto Zul’tore observo a la líder de las centinelas con una sonrisa pícara y subió dando varios saltos a lo alto de las cajas. Desde ahí empezó a disparas fechas, como si más que un arco tuviese unas metralleta. La líder de las centinelas, entendiendo la oportunidad que esa torre de cajas ofrecía subió tras él y empezó a hacer lo mismo.

Del cielo no paraban de caer gárgolas, como si se tratasen de hojas de los árboles en otoño, solo cesaban de caer cuando tiraba un carcaj y cogía otro de las cajas. Mientras hacia esto iba canturreando:

Zul’tore: 23…*minutos más tarde* 45…*minutos más tarde* 63…

Mientras la elfa seguía impasible como ignorando la cuenta del troll, hasta que este apunto a una elfa que estaba tirada en el suelo y soltó la flecha. La Lider de las centinelas, observo este acto asombrada y cuando iba apuntar al troll. La flecha que este había disparado impacto contra al cabeza de una gárgola que bajaba en picado contra la elfa, haciéndola estallar en pedazos. De repente, la actitud de la elfa se relajó y empezó a disparar con más velocidad. Mientras decía:

Jaelyne Evensong: 75…

Zul’tore: 77…

Jaelyne Evensong: 90…

Zul’tore: 91…

Jaelyne Evensong: 125…

Zul’tore: 120…

Jaelyne Evensong: 145…

Zul’tore: 143…

Cuando el sol empezaba a salir por el horizonte y la plaga ya era obvio que estaba perdiendo territorio y empezandoa retirarse. Ambos dispararón la ultima flecha que les quedaba a cada uno y a la vez dijeron:

Jaelyne Evensong y Zul’tore: 500…

Ambos se miraron y durante unos segundos se sonrieron. Al percatarse de su actitud. Se miraron con cara de poker y bajaron de la pila de cajas por lados opuestos. Una vez abajo cada uno fue con sus tropas para hacer recuento de heridos y bajas.

Una vez, descansadas las tropas de Zul’tore, Eitrigg y él se encaminaron rumbo a Orgrimmar a recibir las misteriosas ordenes de las que el anciano le había hablado.

FICHA

Clase: Cazador

ATRIBUTOS BASE

Destreza: 5

Agilidad: 3

Resistencia: 2

HABILIDADES DE COMBATE

Arcos: 14

Percepción Sensorial: 6

Defensa Física: 10

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Delegación de Darnassus

Nombre: Jaelyne Unicanto.

Ocupación: Miembro de las Centinelas.

Puesto en el torneo: Gran Campeona de Darnassus.

Trasfondo:

La Suma Sacerdotisa Manua se hallaba asomada en la amplia balaustrada viendo combatir a la diestra Capitana Jaelyne Unicanto, cuando recibió la noticia sobre una cruzada en lejanas tierras y la preparación de las fuerzas mortales en contra del Rey Exánime. El mensajero le habló al oído, de manera que nadie más pudo escucharlo, pero los labios de ella se fruncieron levemente. Aquella fue su única reacción.

No comentó el asunto con nadie más.

Cuando el mensajero se retiró, la Suma Sacerdotisa continuó en la misma posición, asomada a la balconada, como si la noticia hubiese sido del todo intrascendente. No era inteligente generar algún tipo de expectativas, y llegado el momento, podría comunicar su decisión a quien considerase apropiado.

Sin embargo, ¿quien estaría listo para aquella tarea? tristemente, no confía en nadie lo suficiente como para enviarle a aquellos lejanos páramos…

Salvo quizá, en la Capitana que tan diestramente se defendía unos metros más a bajo.

...

En el patio, dos figuras se batían en un duelo de espadas. Una de ellas, era un corpulento kaldorei venido desde Vallefresno con la intención de ganar fama en la ciudad del gran árbol, y poder conseguir el privilegio de convertirse en miembro del ejército. Había conseguido extender su nombre, llegando a ser una de las espadas más demandadas en el bosque de Vallefresno; su técnica no tenía rival, y su poderosa musculatura era prueba viva de ello.

Una noche, tentado más bien por sus recientes éxitos que por la fría reflexión, saltó hacia una provocación y prometió el vencer a una de las guerreras más conocidas dentro de las Centinelas, la Capitana Jaelyne Unicanto.

La noticia del desafío corrió como la pólvora por todo Darnassus, y él no habría tenido más remedio que acudir al bastión de las Centinelas y presentar un reto formal.

Es bien sabido por todos que las Centinelas no gustan de luchar en peleas banales. Pero aquel combatiente era famoso, y el desafío había generado mucha expectación. La propia Suma Sacerdotisa aconsejó a la obstinada Capitana liberarse de semejante compromiso, y acallar así las incesantes historias curiosas que circulaban por el bosque.

Y allí estaba ella. Cubría su cuerpo con una armadura de malla, cuero y plumas, ribeteado con fuertes hojas de variopintos árboles, y encontrando algún que otro conglomerado de ramas y cortezas. Sus cabellos verdes, recogidos en un complicado peinado de trenzas, se le desparramaban por los hombros, rectos y orgullosos. Era casi tan alta como su oponente, pero infinitamente más ligera…. y letal.

El oponente soltó un suspiro, alzó la espada y se lanzó contra ella. Jaelyne esperó seria y serena, con los músculos en tensión. Se movió ágilmente en el último momento y se apartó de la trayectoria del guerrero, que casi perdió el equilibrio.

No había sido un movimiento muy airoso por su parte. Los espectadores se mantuvieron en silencio, respetando el honor que representaba un duelo a espadas entre dos contrincantes. El oponente gruñó por lo bajo, pero Jaelyne no mostró signo de expresión alguna.

- ¿Por qué no usas una de tus flechas, Centinela? -dijo con algo de desdén-. ¿Temes acaso errar el tiro?

Nadie se había atrevido nunca a hablarle de esa forma a una Capitana de las Centinelas, pero el guerrero estaba furioso con aquel reto, y había sido herido en su orgullo.

- No estaríamos en igualdad de condiciones -dijo Jaelyne suavemente; su voz sonaba clara y profunda como el tañido de una campana.

El guerrero gruñó de nuevo y se lanzó sobre ella con el ceño fruncido. En esta ocasión, la elfa no se apartó. La espada chocó contra la guja de la Centinela, produciendo un breve chisporroteo.

Los mandobles del luchador eran poderosos, sin duda, pero la Capitana movía su arma con elegancia y seguridad casi sobrehumana, como si estuviese completamente convencida de estar haciendo lo correcto en cada momento.

Y así debía ser, puesto que, instantes después, la espada del guerrero salió volando por los aires y aterrizó sobre las baldosas del patio con un sonoro chasquido metálico. El silencio respetuoso se trasformó en un silencio incrédulo.

El guerrero, atónito, cayó de rodillas ante ella. Se oyeron algunos tímidos aplausos. Jaelyne era siempre muy reservada. Todos la admiraban, y algunos, hasta la temían… pero no era muy prolífica en amistades.

Salvo, quizás, la Suma Sacerdotisa Manua.

- Derrotado… -susurró el oponente vencido.

Jaelyne colocó su gua en el cinto, pero no respondió. No tenía nada que decir.

El luchador no se atrevía a mirar a su alrededor. Había sido vencido de manera humillante. Aunque la elfa no se había ensañado con él, su absoluta imperturbabilidad, que dejaba en evidencia la violenta furia del guerrero, había convertido su derrota en algo más deshonroso para él. Sin gritos, sin aspavientos, sin ruido… aquella centinela lo había dejado en ridículo delante de todo el mundo. Pronto, todo Darnassus conocería hasta el mínimo detalle de aquel combate.

Su carrera estaba acabada.

El guerrero alzó su cabeza para mirarla de nuevo. Ella no sonreía; no había expresión en su rostro. El luchador advirtió la absoluta rigidez de sus rasgos y pensó que a la gente podía parecerle hermosa. No más que una estatua de mármol, se dijo. Pura y perfecta, pero fría y sin vida.

- Mátame -le pidió avergonzado.

Ella negó con la cabeza. Mantuvo su mirada sobre el elfo y tras unos instantes en silencio se dio la vuelta, comenzando a alejarse. Mientras camiaba de vuelta al templo, una novicia se acercó a ella con premura.

- Capitana Unicanto! Capitana! -dijo intentando recuperar un tanto el resuello.

- ¿Que sucede, Shiania?

- La Suma Sacerdotisa Manua os espera en las terrazas superiores del templo, desea conversar con vos sobre un mensaje venido de muy lejos.

Jaelyne asintió y se despidió de la novicia, apretando el paso hacia las celestinas cúpulas del templo. Pronto los espectadores la perdieron de vista. Los visitante del patio fueron dispersándose, hasta que momentos después, sólo el guerrero seguía allí, hundido y abatido sobre las amplias baldosas de piedra.

FICHA

Clase: Cazadora

ATRIBUTOS BASE

DESTREZA (DES): 6

AGILIDAD (AGI): 2

RESISTENCIA (RES): 2

HABILIDADES DE COMBATE

Arcos: 16

Percepción sensorial: 3

Defensa física: 11

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Posteo aquí para avisar de que todos aquellos que tengáis Screens de este Evento y os guste aportarlas para la galería de MundoWarcraft, me las enviéis por MP, a poder ser Links de

Debes tener Rango Rolero, con Cuenta de Juego, o superior para ver este contenido.
que se pueden descargar en mejor calidad que imageshack.

¡Espero recibir muchas tanto de la parte del Torneo como de la Quel'Delar!

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