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El último Ironclay

Mis memorias: Basto Resumen

El Martillo Salvaje

Por donde empiezo...

Hace ya varios años llegue al sur para participar en la Campaña de Rasganorte, la primera vez fui como mercenario. Allí es donde conocí a Gódin Barbatrenzada y a otros guerreros. Entre ellos el buen camarada y hermano Claudio Barbadura de Ironclay. Luché al lado de ellos varios años, en el Ejército de Forjaz. La verdad es que me uní al ejército de mis primos porque me convencieron y porque había muchas batallas de gran interés personal. Hice bien en viajar al sur. Las cicatrices que tengo se formaron por las batallas grandiosas bajo la dura capa del invierno de aquellos huesudos del gran norte. Deseaba la muerte en medio de una de esas batallas, el mayor honor que un fiero guerrero deseaba. No me llegó la muerte e incluso que me subí a los lomos de un dragón rojo para combatir contra los dragones azules, pero no me llegó.

En el ejército de Forjaz no tenían respeto por el Clan Martillo Salvaje. Me di cuenta que tenía que representar a mi clan y darle conocer, que supieran que mis hermanos son fieros guerreros, con un par de cojones. Con estos mismos testículos, luché con valentía en cada llamada a las armas. Llegue a luchar contra bestias, no muertos, demonios, brujos y otros. Fuera del ejército y dentro golpeaba de la misma manera. Poco a poco al lado del bueno de Claudio, que me dio cobijo y comida en su hogar, conocí el Clan Ironclay y su historia mientras bebiamos en su hogar. Muchos de los camaradas de su Clan murieron en combate hace un par de años, los enterraban en la Montaña Roja. Era un buen barbudo lider y guerrero sin duda igual que barbatrenzada. Me decidí ayudar a resurgir el clan cuando aquel camarada que portaba el apellido Ironclay me defendío ante un oficial enano que odiaba a los de mi clan, un oficial bajo el mando del manipulador Ironeck. Su muerte, fue un impacto brutal, me dí cuenta que no todos los enemigos esta fuera, si no que los peores enemigos estaban dentro.

En aquella ciudad de vrykuls, Runavold, hicimos el rito de los fieros guerreros, un rito que se hacia entre enanos en la época del Rey de todos los enanos, el rito Gwyarbrawden. Teniamos que hacerlo en secreto pues estaba mal visto por la iglesia. Después de aquel rito y campaña, volvimos a Forjaz que había un conflicto entre unos clanes vasallos al Rey de Forjaz, que estaba secuestrado. Allí es donde dirigi a tropas para salvar al Rey, rodeado de mis antiguos camaradas. El barbudo teniente combatio contra el tirano Thane traidor en un duelo uno contra uno, casi le mataban pero me meti en medio y acabé con ese enano. Me abalancé contra aquel barbudo en medio de aquel duelo por culpa de mi alma, una acción sin pensar. Se habia acabado la tirania y el deseo del Claudio fue que volviera a resurgir el clan, el Rey devolvio el clan y una tierra feudal del primer patriarca del clan a Claudio, en Loch Modan. Me convertí en su mano derecha, el primer martillo salvaje que consigue en el clan. Con el paso del tiempo tuve que abandonar mi hogar para salvar de un conflicto en el norte, al volver no había nada, habían desaparecidos todos. El escuadrón no existia, Ironeck estaba en el borde de la muerte, Gar'Modan estaba en ruinas, su población habian migrado a otros lugares y ningun antiguo camarada había. Varios meses estuvé buscando por Azeroth a mis camaradas, nunca los encontré, solo a uno, barbatrenzada. Desde aquella búsqueda fracasada, iba de taberna en taberna bebiendo y aplastando cráneos orcos de las Montañas Crestagrana sin llenarme del todo.

Viajé a Kalimdor para ir a la Montaña Roja a visitar a los camaradas caídos, que en su mayoría no llegué a conocer, solo aquel enano que me defendío. Llegó aquel capitán que se encargaba de las excavaciones y de la Montaña Roja, en Kalimdor. Me hablo sobre el Torneo Argenta que se iba a celebrar. Volví a los reinos del este, pensando si debería de participar. Nunca representé a Forjaz, siempre representé a mis apellidos, a mis clanes y a los enanos. Desde que me uní al clan empecé a tener tales ideales y decidí representar a la raza de los enanos, a la tradicion y la vuelta del Rey de todos los enanos Anvilmar, en secreto. No, no ire a ese Torneo, no representaré a un único reino, si voy será para todos los enanos.

Desaparición:

A veces los barbudos enanos deciden en un momento de su época dejar ya lo que toda la vida se ha dedicado. Esta vez el barbudo plumablanca dejaría el oficio de la guerra apartandola de su vida personal y se dedicaría a otra, en el caso del martillo salvaje, la Herrería. Se le fue enseñado por su compañero y camarada Claudio que no sé sabe donde esta este, tras su búsqueda fracasada empezo a dar vueltas y decidió cambiar de vida y poner fin a la guerra en su interior. Era la de hora de empuñar su martillo y golpear al yunque, fundir metales y trabajar en los materiales para hacer armas, de la misma forma que los titanes hicieron la raza enana. Usaría el mismo método para hacer armas y armaduras. Así pues, este barbudo deja la vida que antaño le ha hecho daño a su cabeza y dedicaría su fuerza al trabajo forzado contra el yunque. Con Frassi a su lado, su enorme grifo y su única familia que le quedaba, se dirigieron los dos a la Tierra natal, Tierras del Interior, donde se criaron, formaron un vinculo entre ellos y crecieron en esos bosques frondosos, allí como ermitaños, con un yunque, una forja y otros utensilios de herrería forjarian su nuevo destino. Así pues acaba el destino de este fuerte heroe Martillo Salvaje que tan valiente acabo siendo.

Duros como rocas

Lema de Gaerl que impuso a los barbudos del Clan Ironclay

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