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I. El Errante

" A veces, incluso sabiendo que es una batalla perdida, hay que seguir luchando. Una pequeña oportuniadad sigue siendo una oportunidad, y puede suponer la diferencia entre ganar y perder. Hubo quienes creyeron, y lo hicieon con todo su corazón. Solo la historia juzgará sus éxitos y sus derrotas. " - Robert Desmond de Villanorte, Historiador de las tierras del Este.

Despertó en un camastro de paja cubierto con un par de mantas y unas sábanas. La noche era fría, como siempre en aquella estación del año. Hacía varias horas que el sol se había puesto y ni siquiera recordaba cuantas horas había pasado allí tendido. Miró a su alrededor en busca de algún punto de referencia y suspiró con resignación al no encontrar ninguno. Se encontraba en el interior de una tienda de campaña que, a juzgar por su aspecto, había pasado tiempos mejores. Las telas se encontraban amarillentas y raídas, y la luz de la luna se filtraba por alguna que otra rendija. La entrada de la tienda estaba cerrada y en su exterior se escuchaban pasos y voces. De tanto en tanto veía alguna sombra en la lona, proyectada por una antorcha o una hoguera cercana, y escuchaba el tintineo del metal. ''Un campamento de hombres armados '', pensó. ''Y estoy en..'' escrutó la tienda con la mirada. Había otro camastro junto al suyo y una bolsa abierta con gasas y vendas. Divisó lo que parecía otra bolsa cerrada con un candado. ''Los medicamentos empaquetados para poder llevárselos si hay que abandonar el campamento en una emergencia. Hombres armados e inteligentes'' .

Cuando la observación de la tienda se le antojó ya un entretenimiento aburrido trató de incorporarse, rectificando con rapidez. Se llevó las manos a la cabeza tratando de detener el vértigo, murmurando una maldición. Permaneció así durante un rato, tratando de recobrarse.

Dos siluetas se detuvieron frente a la tienda, con el tintineo característico del acero. Sus voces se filtraban en el interior de la tienda como el resplandor de la luna, pese a que hablaban quedamente. ''Seguro que hay alguno que otro durmiendo ahí fuera, cerca del fuego. ''

- Parece que has perdido la apuesta, Allan. El viejo va a salir de ésta.

- Vamos Victor, no me jodas. Si parece que esté mas muerto que vivo.

- Pues Ellana dice que está bien, que sólo necesitaba reposo. Asúmelo, Campohelado. Tienes mal ojo para estas cosas.

- Hmph. Tendrías que haber visto su aspecto cuando lo encontramos. - lanzó un par de monedas a su compañero mientras hablaba, guardando de nuevo el saquillo - Balbuceaba cosas sin sentido y se arrastraba como uno de esos gusanos enormes. Hasta tú lo habrías dado por muerto. Tomás creyó que la peste se le había comido la sesera.

- Bueno, yo aposté porque iba a vivir, no porque vaya a recitarnos los cantos de Arathor.

- ¿Apostamos algo sobre eso? Yo digo que la pobre Relan tendrá que alimentarlo ella misma mientras nos mira babeante y que Mieres intentará echarlo a los perros antes de que pase una semana.

- Creo que le decepcionaría en eso. - Su voz sonaba forzada, hueca, como si emergiera de una cueva lejana. Se humedeció los labios y carraspeó, tratando de que sonara algo mas firme al continuar hablando. El mundo aún giraba a su alrededor y le costaba mantenerse en pie, pero había conseguido apartar la lona de la entrada sin caerse. - Si quiere .... apuesto yo a que le partiré la crisma al primero que intente echarme a los perros. - Se le antojó mucho mejor, aunque seguía siendo rasposa y lo hacía sonar como uno de aquellos borrachos de Ciudad Capital que sólo se hidrataban a base de destilados de la peor calidad.

Los hombres lo observaron un instante, suspirando aliviados. Uno de ellos, el que había perdido la apuesta envainó su espada de nuevo, recolocando la vaina en su cinto. ''Ha desenvainado. Le ha dado tiempo a desenvainar y ensartarme, y ni siquiera me había dado cuenta.''

- !Joder! No vuelvas a hacer eso. Pensábamos que estabas dormido.

''Ellos tampoco me han escuchado levantarme y arrastrarme. Hombres armados e inteligentes, pero poco atentos. Maldita sea.''

- Por un momento pensé que uno de esos monstruitos pellejudos se había colado en la tienda. Qué susto, cago en la Luz. - habló el que había desenvainado, mirando intranquilo al hombre. - ¿Se encuentra bien? No tiene buena cara.

- Pero no balbuceo ni me arrastro como un gusano. - ''Bueno, eso no es muy cierto. Mi voz suena como si me hubieran arrancado las entrañas, y he tenido que gatear un poco antes de tener valor suficiente como para erguirme ''

La pareja de hombres se miró un instante, y hasta en aquella oscuridad pudo notar el rubor en sus mejillas. Los había escuchado, comprendieron.

- Bueno igual sí balbuceo.. un poco . - Se adelantó a la posible burla - Así que agradecería algo de agua y comida. Me siento como si fuera a morir de inanición en cualquier momento.

- Avisa a Roldán de que nuestro invitado ha despertado. - Allan asintió, retirándose con rapidez. - Ven. Sientate junto al fuego.

El otro hombre, Victor, se acercó a él cogiéndolo por debajo del brazo para ayudarlo a caminar hasta la hoguera que habia intuido desde el interior de la tienda. Tres pares de ojos curiosos lo observaban en silencio, despertados por la charla. No pudo evitar notar que todos ellos tenían las manos cerca de las armas. '' No me conocen y desconfían. Bien.''. Se sentó con cierta dificultad, pero a pesar de su desarrapado aspecto y su malestar, lo hizo con la espalda recta, esbozando una leve sonrisa a los curiosos. ''No creo que una sonrisa disipe su desconfianza, pero por probar... ''

- Tomás, encargate de él mientras le traigo algo de comida y una cantimplora. Campohelado ha ido a avisar a Roldán, no tardarán. - el hombre al que hizo referencia Victor se acercó, haciendo señas a otros dos que cuchicheaban desde la entrada de una tienda cercana. Desaparecieron rápidamente en la oscuridad.

'' Con Jerarquía y disciplina. ¿Soldados del Rey? '' Se removió incómodo en el sitio, extendiendo las manos hacia el fuego para disimular su gesto.

Victor no tardó en volver con un trozo de pan, cecina seca y un odre de agua que ofrecieron al hombre. Lo tomó con un leve asentimiento, sonriendo agradecido. Pese a que el pan estaba seco y duro y la cecina no era precisamente un manjar de su agrado, comió con avidez. Cuando había terminado el primer trozo apareció de nuevo entre las sombras el muchacho de pelo rizado que había perdido la apuesta. Iba dirigiendo a otro hombre, que se adelantó a él en cuanto lo vió. Tomás y Victor se retiraron a un lado, obedeciendo una orden no pronunciada.

El hombre aparentaba la misma edad que el herido, entrado en los cuarenta. Su aspecto era esbelto y ágil, y una frondosa barba poblaba su rostro. Lucía una larga melena oscura recogida en una coleta tras la nuca y su piel, en tonos oliváceos refulgía con las llamas. Una armadura de cuero, simple y sin ningún tipo de grabados le cubría el torso y los brazos, y dos espadas gemelas tintineaban en su cinto, a los lados de la cadera. Llamó su atención un colgante de madera que representaba el símbolo de la Luz y que pendía de su cuello.

'' No, Soldados no. Éste hombre tiene aspecto de haber salido de un relato de bandoleros. Asaltadores o.. Carroñeros''

El recién llegado observó al hombre que habían salvado en silencio, escrutándolo. '' Es el cabecilla '', pensó. Lo aparentaba, de eso no habia duda. Y no habia podido evitar notar la forma en que los hombres se apartaban a su paso, cediéndole el lugar.'' No son carroñeros. Estarían disputándose mis botas de ser así ''. Captó un movimiento por el rabillo del ojo, y giró la cabeza con rapidez. Le dio tiempo a ver como una figura pequeña se escabullía en dirección a una de las tiendas. Pero el hombre no parecía haberlo visto, y se agachó junto al fuego para hablar con él.

- Tranquilo. Mis hombres están alerta. Nada se acercará al campamento sin que lo sepamos. Roldán Vargas. -le tendió la

mano, que no tardó en estrechar tras limpiarse los dedos de grasa en los pantalones - ¿Cómo te llamas?

- Callahan.

- ¿Callahan qué?

- Callahan solamente, señor.

- Cal Ojitos Azules. Podemos llamarlo así. -Un hombre embutido en lo que otrora debía haber sido una brillante armadura y que hasta el momento se había mantenido al margen se adelantó para propinarle una sonora colleja al que había hablado.

- Ted , cállate. - Roldán lo miró con fiereza, serio. El hombre reaccionó como un perro asustado. Callahan pensó que no le extrañaría que se hubiera meado encima. A él también le había intimidado esa mirada, pero no por miedo. En cuanto lo vio, comprendió cual era el auténtico poder de ese hombre. Podría haberlo convencido de que se lanzara a la oscuridad armado solo con una cuchara de madera, si hubiera querido. - Gracias, Edmund. - El hombre de la armadura asintió, volviendo a dar un paso atrás. - ¿Recuerdas algo?

- Hmph... nos atacaron al...Norte de aquí. Con unos compañeros y... nos dirigíamos al paso del Orvallo, al sur. Cuando nos atacaron yo...huí y .. -rezongó de nuevo, llevándose la mano a la cabeza- me perdí y estuve vagando hasta que...bueno, hasta que me encontrasteis.

'' Carroñeros o Asaltadores. Mantén la mentira ''

- No hemos encontrado rastro de lo otros. - Lo miró un instante, midiéndolo. - Lo lamento.

- Está bien. En estos días las...pérdidas son casi como.. respirar.

- Por desgracia. Si. - lo observó durante unos segundos en silencio, antes de continuar hablando. - Somos las Espadas de Darrow.

- ¿Mercenarios? - realizó la pregunta, a pesar de que sabía que podía no ser bien recibida.

- Si. - Roldán observó el gesto de desagrado en el rostro de Callahan sin inmutarse - Pero no trabajamos por oro. El oro ya no tiene ningún valor en estas tierras. Aquí mandan el acero y los bienes de primera necesidad. Comida, ropa, agua.

- No pensáis dejar estas tierras, y mientrastanto vendéis vuestros servicios.

- Exacto.

- Entiendo.

- Puede quedarse con nosotros o abandonarnos en el primer asentamiento que encontremos. Pero si decide irse quiero saberlo ahora. - Callahan lo miró de forma inquisitiva. - Nuestras reservas son limitadas y no voy a desperdiciar viandas en quien no va a luchar. No voy a dejarle morir de hambre, pero tampoco le voy a alimentar como a un soldado.

'' Justo y sincero ''. Cabeceó con un asentimiento, titubeando al mirar la comida que le habían ofrecido.

- Esa no. Tiene que recuperar las fuerzas primero. Cuesta mas mantener a un enfermo que a un hombre sano.

- Gracias.

- No las dé. Entonces.. ¿se quedará con nosotros? No tengo prisa, pero si recogemos el campamento prefiero saber si tengo que tirar para un lugar donde podamos dejarle o simplemente a dónde nos vaya bien.

- No soy bueno con la espada.

- No es lo único que necesitamos. Curanderos, cocineros. Vigilantes. Me da igual que no sepa usar un arma mientras haga sonar un cuerno si ve a esos muertos acercarse antes de mearse encima. Bueno, y si se mea encima también, mientras sople el maldito cuerno.

''Tienes que escoger. Seguir huyendo o quedarte.''

- Se me da..bastante bien la cocina. Y tengo mano con las vendas, pero no sé tratar algo más grave que un corte. No conozco los misterios de tratar las entrañas. Pero en cuanto dejen de rugirme las tripas, puedo cortar madera, ayudar con las cargas o pulir armas y armaduras. Sé leer y escribir.- lo miró un instante. - Me temo que tengo poco más que ofrecer.

Roldán sonrió.

- Es mas de lo que ofrece Ted - señaló con el pulgar al bocazas que había hablado antes - Una bocaza y un !@#$ peludo que ni Mieres querría. - Los hombres empezaron a reír al unísono, divertidos. El hombre de la armadura se tapó el rostro, algo que Callahan reconoció como un gesto de cortesía para no ofenderlo con su sonrisa. Ted se sonrojó pero no hizo ademán de haberse enfadado.

- Si me dejaras usar algo de agua para rasurarrmelo hasta tú vendrías corriendo.

La compañía rió con mas fuerza. De repente el velo de solemnidad y seriedad que había percibido durante toda la noche se esfumó, reemplazado por el aroma de la camaradería. Callahan no pudo evitar sonreír con divertimento, pero su sonrisa desapareció en cuanto volvió a percibir movimiento por el rabillo del ojo. Esta vez eran dos siluetas.

Roldán ésta vez si que parecía haberlo visto, y miraba con severidad en la misma dirección que él. Algunos de los hombres callaron al percibir su seriedad, pero les hizo un gesto despreocupado, con lo que continuaron charlando entre ellos y siguieron la broma. Se alejó un par de pasos en dirección a las tiendas antes de hablar.

- Sal de ahí antes de que tenga que darte una azotaina.

Esperó unos segundos.

- Elodía. Sal de ahí o te saco a palos.

Se escuchó un gemido de derrota tras la tienda, y una muchacha que no parecía haber llegado aún a la edad adulta emergió de entre las sombras, con la cabeza gacha. Callahan supo al instante que era su hija. Una melena lacia, del mismo color que la de su progenitor caía en cascada sobre sus hombros y sus ojos, de un color parduzco, poseían la misma fiereza. Su aspecto era desgarbado y vestía una camisa que debía pertenecer a su padre, porque le llegaba casi por las rodillas. Se detuvo a unos pasos de él, con la mirada gacha y los brazos caídos.

- Creí haberte ordenado que vigilaras la tienda.

- Sí, Padre.

- Señor. Y mírame cuando te hable. - la muchacha alzó la mirada - ¿Porqué has salido?

- La fierecilla se salió un momento, Señor y ...

- ¡No es verdad!

Un segundo muchacho emergió de las sombras, protestando airado. Era casi de la misma altura que la muchacha, pero por su aspecto parecía más joven. Llevaba melena corta de un color cobrizo, y vestía una camisa que tampoco era de su talla y unos pantalones cortos.

- Idiota. Iba a comerme el castigo yo sola diciendo eso para que te fueras luego a la tienda y nos esperaras - le murmuro la muchacha, pero Callahan llegó a escucharlo. No le pasó desapercibida la sonrisa que durante un breve instante se dibujó en los labios de Roldán, que volvió a su expresión adusta con rapidez. El hombre de la armadura se adelantó junto a él, observando también a los muchachos con la misma expresión severa.

- Ah... - el niño se llevó la mano a la nuca y clavó la mirada en el suelo con la cara roja como un tomate.

- Tenemos a dos soldaditos díscolos.

- ¿Me los llevo a la tienda?

Roldán asintió, observando en silencio como Edmund se los llevaba a los dos cogidos de la mano. El muchacho se fue cabizbajo, avergonzado, pero la muchacha volvió la cabeza para mirar varias veces. Su padre la siguió con la mirada mientras se marchaba, sin que la expresión de enfado se disipara de su rostro. Sólo cuando los tres desaparecieron tras una tienda relajó el rostro, suspirando con pesar.

- Los hijos son una tarea más ardua que lidiar con los siervos de la Peste.

Callahan esbozó una sonrisa triste en respuesta al comentario.

- Será una mujer hermosa.

- La hermosura no le servirá de nada en este lugar. Prefiero que sea recia y fuerte. Y obediente.

'' Puede que no, pero como tenga tu mirada los hombres se enamorarán y mearán en los calzones por igual. ''

- Si tenéis una fórmula mágica para tratar con los hijos, es el momento.

- Me temo que no he tenido ninguno para descubrirla.

- Tendré que seguir buscando. - Se levanto cuando Edmund volvió, dejando que el hombre terminara su cena.

- Los he dejado en la tienda. - Se pasó una mano enguantada por la perilla, pensativo. - Creo que el zagal ha tenido otro de sus ataques de rabia y se han dado de palos. Tu hija tenía un cardenal en una pierna y mi muchacho tenia los nudillos de una mano pelados. Además....Puede que en ocasiones me falle la vista, pero el oído aún lo tengo muy fino. Han ido lanzándose pullas por el camino y cuando los he dejado allí - sonrió. - No ha sido difícil deducirlo.

- Vas a tener que hacer algo con ese niño. Sus rabietas no son normales.

- Intento hacerle descargar esa rabia contenida que tiene con la espada, pero no se qué es peor. De momento vuestra hija lo mantiene bien a ralla.

- Claro que lo hace. Te pondrá a ralla a ti en cuanto te descuides. - lo señaló con un dedo, divertido. - Pero hay que meterlo en vereda. Dale con la vara si hace falta, pero haz que espabile.

- Tened paciencia, Vargas . Dele un respiro. Es solo un crío y necesita algo más de tiempo.

- Ocupate de él - el hombre asintió de forma marcial, haciendo chocar los talones. ''Así que la armadura no es solo un adorno. Un soldado..y por los modales diría que de alta cuna. Un caballero. '' - Y tu. - se giró hacia Callahan, que se sobresaltó un poco. Empezaba a pensar que aquél hombre tenía mas de felino que de humano. - Descansa. Hazlo de momento en la tienda-enfermería, no tenemos heridos. En cuanto yo crea que estás bien te daré tareas.

Callahan asintió, retirándose los restos de comida con el dorso de la mano. Tras dar un trago del odre de agua se levantó con dificultad y estiró la espalda hasta que sonó un crujido.

- No tardaré mucho. - le ofreció la mano a Roldán de nuevo, que se la estrechó con firmeza, amigable. - No me gusta permanecer ocioso.

- Es justo lo que quería oír.

Los hombres se retiraron en cuanto Callahan cruzó de nuevo la lona de la tienda, en dirección al camastro. El resto de la compañía habia permanecido por los alrededores,'' Algunos realizando sus tareas, otros como las viejas que sacan sus sillas a la calle para enterarse de todos los chismorreos '', pensó. Pero eso estaba bien. Era preferible tener a viejas ansiosas de chismorreos que a serpientes. No tardó mucho en dormirse pues, aunque no habia realizado ningún esfuerzo su cuerpo aún estaba agotado. Antes de que el sueño hiciera presa de él, un pensamiento fugaz cruzó su mente.

'' Si ofrecen por mi viandas en vez de oro, me entregaran? ''


Un relato que comencé hace un año ya larguito, y que no acabé por motivos varios...tenía ganas de subirlo, es posibe que como he retomado el personaje lo intente continuar.
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