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Resulta irónico cuando uno pronuncia comúnmente en sus frases sobre la Sombra y la Oscuridad, para verse finalmente envuelta en ella, y no volver a ver la luz del Sol, literalmente. Mis ojos, eran el medio de comprensión del entorno, permitiéndome evaluar y analizar los rostros ajenos, entregándome múltiples interpretaciones a las emociones de otros. Ahora, me encuentro sometida en la oscuridad absoluta, sin poder ver esas máscaras.

¿Es este mi final?

No. La sombra dicta control, y la falta de visión no me someterá a la desesperación. Comprendo el porqué de la venganza, y la ceguera a la que he sido sometida. Comprendo los motivos de mi enemigo, que había ignorado hasta el presente. El odio hacia mi persona, por haber seguido lo que creí correcto sin cuestionamiento. Destruí un legado de importancia… Pero no dejaré que este se salga con la suya.

Mi poder ha sido limitado, pero no destruido.

Offrol: Introducción a lo que será la perspectiva de Avel’anis ante la pérdida de su sentido, para reforzar lo auditivo y el tacto con la comprensión de la Sombra y el análisis de la Mente.

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Creo despertar, pues no estoy segura a estas alturas cuando es un sueño y cuando no. Mi imaginación resulta más latente ahora que vivo en el ensueño eterno, en la oscuridad absoluta. Tenso las orejas, captando cada sonido a mis alrededores, alimentando mi mente de imaginación, recreando el ambiente a mi alrededor, por lo que recuerdo de él. Mi habitación, sí, estoy segura que estoy aquí, que desde hace unas horas me trajeron de regreso a Lunargenta. Huele al dulzor de mi infante, mi recién nacido que bien lleva su tiempo creciendo, en la mezcla de leche y su sudor. Escucho su respiración, agitada, con un corazón palpitante más veloz que el común de un adulto. Sonrío inevitablemente, agradecida de poder recordar su imagen, sus mejillas rosáceas, su cabello negro y ojos enormes, curiosos, con un ceño que frunce de vez en cuando.

Me levanto lentamente, estirando las manos para recordar las distancias, la pared de mi cama, la mesa, la cuna, la alfombra incluso. Cada tacto es algo nuevo, suave, áspero, duro, blando, frío, cálido. Mi mente recrea la habitación lentamente, usando solo la imaginación, los colores ya no importan en mi imaginación, puedo pensar que el cielo es verde, y no estaría mal, porque no puedo verlo ya, solo que lo recuerdo azul, lo sé. Entonces me pregunto, como es que la imaginación de quienes nacen sin ojos es tan tenaz y aguda sin colores ni matices.

“Los ojos pueden engañarnos, Lady Urdrenn” Mencionó el Padre de Galdoreth cuando me tuvo en su captura. Y gracioso fue que tras unas horas ese bastardo de Herion entrara en el cuarto, arrancándome los ojos con aquel puñal de acero, dejándome en la oscuridad.

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Actual apariencia de Avel'anis

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El dolor, soy incapaz de describirlo, pero nada más físico que personal. Sentir un puñal atravesando el globo ocular, no es nada agradable, el miedo y la sensación de las lagrimas mezcladas entre la sustancia pegajosa y sangre descendiendo por las mejillas, mucho menos. Temblaba en el suelo, en la oscuridad, confundida. El corazón se aceleró de tal forma que mi cabeza ardía en fiebre. Respiré agitada, sí, por los labios y nariz, sintiendo el aroma metalico y sangriento penetrando mis ventanas nasales. Un asco. Sentí deseos de vomitar, pero no fui capaz. Habia comido muy poco en aquel entonces.

Me detuve, esperando, o durmiendo, no estoy segura de lo que hice en aquel instante, escuché los pasos entrar en la habitación tras unas horas. Temía seguir siendo mutilada, más que a la muerte en si. Como profeso su nombre, su palabra, prefería incluso abrazar el Vacío que seguir en este dolor. Pero los pasos fueron pausándose, acercándose a mi despacio, y la voz era conocida, y más aliviadora. El padre de Galdoreth, o en un termino más burdo “Mi suegro”.

Limpió mis heridas, y habló de su culpabilidad, escuché atenta, su voz pesada, cargada de cierta tristeza. Suspiraba a menudo, pasándome el paño helado y húmedo por las mejillas, arrebatándome la suciedad de la sangre. Le estuve enormemente agradecida, aunque sabía bien que en el fondo, aquel gesto de bondad no me haría recuperar la vista. Pude pensarlo mejor, ahora que estoy en la oscuridad, repasar mis memorias, mis temores y mi andar en la mortalidad. Aquella experiencia con Lord Darth’anar me enseñó la fortaleza que existe en la voluntad de algunos, en especial de los Ilusionistas.

Oh, percibo un aroma en mi habitación, algo nuevo quizás, el perfume de Nyndra, la niñera de Elon, la mujer que le he dedicado mi confianza, con tal de que proteja a mi pequeño, como si fuese suyo. Aquella que conoce mi secreto y yo el suyo, en un contrato con un pacto de sangre. El aroma es una equilibrada mezcla de dulce y ácido, como el limón con azúcar concentrada. Me hace pensar en pasteles, en aquellos bollitos con canela que me dio una anciana en Stratholme.

Es increíble cuanto puedo pensar y reflexionar ahora que me encuentro en la sombra. Avanzo con cuidado, cautelosa, tocando las paredes frías de mi habitación, con la punta de los dedos detallo la ventana, fijándome en detalles que antes con mis ojos había ignorado, como la sensación que causa el metal en la punta de los dedos, y el propio cristal, liso y delgado, capaz de romperse si le dieran un golpe. Le doy un par, solo de curiosa…

Me siento Renacida.

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Renacimiento, es la palabra adecuada, sin duda. Estoy en un proceso de adaptación, de reencuentro. Percibo los sonidos con mejor detalle, aunque no los comprendo del todo, ni logro asociarlos con facilidad. Creo que tomará bastante acostumbrarme a diferenciar los pasos, de un hombre y mujer, y más aún de quien a quien. Apresurado es el que va corto de tiempo, más pausado el que va tranquilo y confiado.

Galdoreth, mi querido Galdoreth, mi amado, mi dolor, mi debilidad, intuyo. Pero no, realmente no es una debilidad el tomar esto de una forma tan tranquila. Detesto esa respiración que escucho en su pulmón cuando me mira. Esas pausas que se da al habla, como un reflejo intacto y que me recuerda constantemente la compasión que siente a mi persona, la tristeza por la culpa. No es el único, he notado la misma pausa entre palabras y suspiros hacia zonas externas a mí, exhalando su aire hacia lados contrarios, como si no fuese capaz de notarlo. Soplan y soplan, jugando con mi paciencia, juzgando mi estado.

“Pobrecilla… Esta ciega”

“Debe ser terrible”

“No podrá volver a ver”

Como un juego de obviedades, ya ninguno me sorprende. Pero si me provoca cierta desesperación. Es detestable ser un motivo de Compasión ajena, como una llamativa hoja que esta por caer del Árbol y abajo se han reunido a verla caer. Pobrecilla, caerá, y no podrá volver.

Pese a haber caído, no he sido derrotada. Puedo ver sus rostros, en mi mente, por como mueven sus labios y hablan, imaginar la forma de sus labios, sus alturas. Hacerme una idea de lo que son aquellas siluetas sin expresiones, solo palabras, voz y aroma.

Siento cierta nostalgia y dolor personal, una desesperación intrigante, el solo pensar, lo que será de mi ahora que no puedo detectar esas mentiras en sus facciones. Esas sonrisas hipócritas, o ese repudio oculto en un simple alzamiento del labio superior. Será muy complejo…

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Ahora que vivo entre siluetas sin rostro.

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Cuan vacías y llenas se sienten las calles en mi oscuridad personal. Me he dispuesto a dar un paseo sola, sujeta por un bastón que me guie a los límites que puedo alcanzar sin tener que darme un golpe con algún objeto por delante. Siento las miradas compasivas sobre mi, por la espalda, por mi frente, por mis costados. Me siento como quien se exhibe con vestimentas exquisitas, cuando tiene un rostro marchito, donde la gente solo se deslumbra con sus ropas y no con su verdadero aspecto. Estos me miran, con una mezcla emocional, principalmente de tristeza. No falta el osado que me ofrece ayuda, y amablemente deseo arrancarle el rostro, con una sonrisa le niego y se disculpa, dejándome continuar.

Máscaras, sin expresiones, sin ojos, sin orejas siquiera, solo entidades con voz, que se diferencian por sexo. Les proyecto en mi mente como fantasmas, sin risa ni pena, cada vez que me dirigen la palabra, sus voces resuenan como campanas, pero no reflejan nada personal de cada entidad.

Números como mis archivos, los que acumulan polvo en mi escritorio, y no podré volver a leer, solo meditar. No me queda más que reemplazar tales archivos de papel por unos más personales, en mi mente, en mi memoria. Asignándoles a cada voz, distintiva de aroma, su propio número, dando pie al estudio profundo de su perfil Psicológico.

Podría ser capaz de escribir un pergamino, si me lo dispongo, pero ahora mismo, mis manos tiemblan al sujetar una pluma, y antes mi detallista ortografía podría acabar como un arte abstracto sin idioma. Ahora mismo solo puedo adaptarme, renacer en este nuevo mundo de oscuridad. Conociendo y diferenciando las Sombras sin rostro.

La ciudad, dorada, la recuerdo con sus detalles de Marfíl, sus toques carmesí en representación de la sangre de los caídos. Su glorioso esplendor a la luz del Sol, de Belore. Con la eterna primavera que nada perturba, salvo la Plaga que arraso su centro, partiéndola en dos. Irónico que eso también dividio por completo nuestra gente.

Quel’doreis, creo que ya no hay espacio para posibles odios hacia entidades que no puedo distinguir de mis hermanos ahora mismo. En esta oscuridad todos somos iguales, al menos entre Doreis. Salvo, claro, Kal’doreis, que poseen una ideología demasiado distinta a la nuestra. Pero no podré saber si con quien trato es realmente Sin’dorei. Por lo que prefiero, considerarlos a todos por igual.

El resto de las razas, tan jóvenes aún, como los Gnomos, Goblins, Enanos u orcos. Siguen siendo tristes intentos de superación, interesantes individuos a los que arrancar datos como páginas de un libro. Mentes débiles sin mayor esfuerzo. Voluntades susceptibles por palabras o deseos de poder. Todo depende de quién sea el sujeto, claro, y el como tales métodos se aplican.

Mi querida Sombra, ahora que estoy contigo, veo con mayor claridad, la ceguera en algunos.

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Él.

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Casi rompen mi corazón con el afecto mismo. Reconozco que no soy una mujer muy fanática de lo romántico, de la falsa entrega que se brinda en una relación con palabras empalagosas y desesperadas, ofreciendo en bandeja un órgano que bombea la sangre, y en algún momento deja de hacerlo. No, detesto ese tipo de amor, pues lo considero falso.

Ahora mismo no puedo ver el rostro de mi amado, salvo imaginar su sonrisa observándome. Su propia culpa, me hizo sentir lejana, distanciada. Sentí una ligera decepción y rabia. Sonreí con falsedad, esperando calmarlo, que por favor pensara con frialdad, pues su propia desesperación me llevaba al descontrol, a la ira.

Escuché su voz, y pese a no ver la expresión que llevaba en sus palabras, seguí el tono, interpretándolo, notando la delgada amargura temblando como hilos tensados en su garganta. Sus palabras exhalaban pena y compasión hacia mi persona. Una culpa personal a mi estado, pero yo no deseo tal cosa. No busco compasión, busco su comprensión, así él es mi complemento.

Gracias a la Sombra, y si, le atribuyo el crédito a esta, pues pude calmar su mente con su propia energía, apaciguando el caos de sus emociones. Por ello, pudo volver mi amado Galdoreth, y no ese despojo de descontrol y compasión. Me niego a someterme a una relación donde se basa en esa pasión desenfrenada, no quiero tener que chocar con una pared por la velocidad de la carrera. Por ver los ojos de mi amado y no mi entorno, por irónico que resulte hacia una ciega.

Aún ante la falta de mis ojos, me agrada sentir su rostro con la punta de mis dedos. Escuchar su respiración con mayor atención que cuando me veía sometida a su mirada. Ya no puedo hundirme en el mar esmeralda de su mirada, de sus hermosos ojos, ni encantarme con sus labios. Puedo tocarlos, sentirlo, devorar su imagen en mi mente, y disfrutar de su corazón únicamente.

Dejar que su fuego interno me abrase pero no queme

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Mi entorno, Mi percepción

El Nuevo Presente

Esta mañana he tenido un accidente, por mi ceguera. Me sentí tan frustrada por dentro, que casi pierdo el control. Intenté caminar a solas en mi propio hogar, aquel que conozco como la palma de mi mano, pero ignoré la posibilidad de que Nyndra, por mi ausencia, decidiera cambiar de posición los objetos en casa. Mi propia confianza me hizo caer en la red, y termine tropezando contra un mueble, donde guardaba un espejo antiguo, regalo de una Humana anciana que conocí en Stratholme, ya ni siquiera recuerdo su nombre, salvo su rostro envejecido y su memoria atrofiada, que me confundía constantemente con la hija que le abandonó en cuanto tuvo esposo. Vaya sí que he conocido ancianos, pues viví largos años entre Humanos, y he visto varios morir. Al caer, sentí un ligero corte que abrió mi piel y extrajo la sangre desde su interior.

Dolor, frustración y sangre. Sentí el aroma característico de la sangre penetrando las ventanas de mi nariz, estaba preocupada por si fuese un corte demasiado grande, porque la tibieza de mi propia esencia descendía por los dedos de mi mano hasta la muñeca, finalizando en una perezosa gotera por mi codo. Nerviosa, me lleve la falda del vestido hacia la herida, alzando mi voz para que Nyndra viniera por mí, y acudió rauda, preocupada por mí.

Diría que lo más preocupante de esto, no era mi herida, sino el accidente que tuve en sí, a causa de mi sobreconfianza, no debí dejarme llevar sobre un control que no domino en este momento. Soy solo una exploradora, una reciente mujer que ha nacido en la oscuridad, y debe aprender a caminar paso a paso con cautela para no caer en el abismo.

La herida era simplemente un corte en la yema de los dedos que sangró de sobremanera por la vena palpitante, pero no hubo mayor altercado. Antes de que llegara el medico sentí una ligera curiosidad, y lleve los dedos a mi boca, sintiendo el sabor metálico de la sangre descender por mi garganta. No es algo agradable, aunque me recuerda en cierta manera el vino que tuve que dejar de beber. Negué despacio, apartando los dedos, permitiéndole al médico hacer su trabajo con mis heridas.

Este mundo de Aromas y Música que inunda mis oídos es más peligroso que el que tuve frente a mis ojos cuando podía ver por mis cuencas. Aunque para entonces ignoraba ciertas diferencias y aromas que ahora destaco por encima de lo rutinario. La delicia del aroma en la piel de mi pequeño infante, Elon. El sudor en sus cabellos le brinda un olor penetrante e intenso, dulzón como el fundir de azúcar en una olla, pero más suave. Es curioso lo dulce que puede llegar a ser, aunque admito que esto se debe al aseo que le brinda Nyndra, pues le cuida como si fuese su hijo verdadero.

Mi cabello conserva un aroma brindado por los aceites, fresco y menos dulce que Elon, un tanto frutal incluso. Me recuerda a ciertos cítricos como el limón mezclado con la leche procesada y concentrada. Como los pasteles que venden en algunas tiendas del Bazar, de estos que llevan merengue encima. Una delicia. Nunca había notado este aroma en mí.

El polvo me provoca un ligero picor en la nariz, y lo puedo sentir con mis manos cuando acaricio un libro que mantuve guardado en mis estantes durante varios meses o años, la verdad esta estancia resguarda grandes épocas de mi vida. Aquí fue donde me permitió vivir Ann’da, lejos de mis hermanos, y de mi Madrastra. Aún no sabría describir con certeza el aroma del polvo en sí, puesto que he notado variantes por los objetos que abraza el tiempo, dependiendo de cuanto se dedique un aseo en cada zona.

Galdoreth me ha regalado unas rosas, poseen un aroma fresco, menos intenso, pero igualmente agradable, con un ligero toque a la tierra que les vio nacer. Ha sido una sorpresa para mí, tal regalo, tanto por el tacto que me brinda, suave como a seda, cada pétalo, como el olor en sí. Recuerdo los jardines de la Iglesia, la Catedral en Stratholme. Cuando la primavera llegaba y de la tierra húmeda por el invierno pasado germinaba fresca la nueva vida, en colores, colores variantes, claros o intensos, rojos y blancos, azules o violetas, incluso dorados. Era una joven tan ingenua para entonces, que solo disfrutaba con algo tan pequeño como brindarle agua a aquellas plantas, mudas, que no pueden gritar su dolor cuando son arrancadas. Sentía tal compasión por los débiles, y ahora los aprecio por su contacto.

Me espera más descubrimiento en este Camino de Oscuridad.

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  • 3 semanas atrás...

El ente sin sonrisa

Máscaras de Empatía.

“Lo’thas, el Aprendiz”

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Las voces, mezcladas con las palabras, son melodías que entonan emociones, por lo que he podido notar. La ironía con un tono más alto, el sarcasmo con un tono más duro, el susurro es como la tonada de un piano en notas altas y separadas, o incluso de intensidad media, dependiendo de quién libera tales palabras, y con qué ritmo. La ciudad en la oscuridad, ofrece solo cantares de las personas, en sus conversaciones, que importan o no, me resultan llamativas solo por el hecho de existir. El silencio es mi tormento, y el miedo es mi límite. Si me hallara en el Abismo, no habría voces ni sitio que pisar, dejándome en la completa soledad, de la nada.

No fue hasta hace unos días que vino a mí un recuerdo, de un pasado donde todo era luz y calidez, sonrisas sinceras y transparencia. Cuidado por los débiles y lágrimas por los caídos, creyendo que la muerte era el peor desenlace, no así como la vida. Que equivocada estaba. Tal recuerdo vino ante la presencia de una voz familiar, de un ente que se había sepultado en las memorias del tiempo, volviendo a mí con el polvo encima, saludándome con un nerviosismo llamativo y tonalidad neutra en sus palabras.

Su nombre, Lo’thas, un elfo que ayudé durante la guerra, y lloré por su herida, suplicándole a la luz que dejara de cazar las almas de mis hermanos, para no llevarnos a la completa extinción. Me vi rodeada de muerte, y amargura, desesperación para ser exactos. Simplemente por tal causa, la Plaga. En aquel entonces sufrí tales consecuencias, pero el odio me cambió. Y ante él halló una mujer completamente distinta a la que conoció. No era aquella que sostuvo su herida y la trato con prisa, concentrada en su estado, por encima de lo iracundo que se hallaba y las palabras que compartía. Solo deseaba salvarle, y ahora le había salvado. No pude verle, solo recordarle. Traer las memorias de aquellos cabellos albinos, como los míos, pero lisos y de un cuerpo de altura considerable en nuestra sociedad Thalassiana.

Curiosamente, en aquel entonces no le conocía ni siquiera de nombre, solo recordaba su rostro, su expresión, su dolor. Me había alimentado del dolor de cada uno de los elfos que cayó en combate y llenaban los campamentos con muerte y desolación, envolviéndome en el caos, hasta renacer en la apatía, en la neutralidad, alcanzando una nueva perspectiva cuando el odio culminó mi estado, borrando la sonrisa, borrando el llanto… Neutralizando por completo mi estado, observando mi alrededor con asco, con repudio. Escuchar las bocas de los impuros llamar a la luz, suplicándole vida, suplicándole esperanza. Aquellos que tanto menospreciaban a la misma. No pude siquiera tolerar tal cosa. Trague mi amargura, y cambie por completo.

Perdí la esperanza en la luz, alejándome de ella, alejándome de los heridos, buscando una nueva senda y comprensión. ¿Acaso la Luz permitiría tal sacrificio sin compensarlo? Nuestra gente cambio, y nuestra perspectiva también, y yo con ellos. La sombra vino a mí con el tiempo, oh, pero yo no quiero hablar de ello exactamente.

¿Quién es Lo’thas? Un ente de voz suave que me embriaga con su apatía. Me recuerda lo vivido, cuando abandoné toda esperanza, cuando en mí solo había repudio hacia la gente, y me rehusaba a sentir algo por ellas, dejándome en el vacío y perdición de la existencia. Ví en él mi yo, en aquel entonces, mi forma de ser, apática y desinteresada en la sociedad. ¿Entonces que motiva? Sombra, equilibrio, nuestra propia superación en esta sociedad incomprendida.

Lancé una moneda al aire, sin ver su resultado, sin saber su resultado, simplemente por la metáfora ¿Qué deseaba de él entonces? Motivarlo, claro está. Deseo que encuentre la Senda que yo encontré, le veo como un compañero, un aliado, un espejo. Mi yo perdido, que busca la Sombra, que busca el Poder. La ascensión por encima del cuerpo, pues él sigue pensando que lo físico es lo que causa tal emoción, pero podría ser que con el tiempo comprenda.

He engañado, mentido, manipulado, con tal de mantener tal poder, pues la Sombra representa tales cosas. Compasión, la mentira. Manipulación, el poder. El engaño igualmente. Todas albergan esta doctrina, mi ser, mi esencia. Y veo en él un potencial Novicio, quien pueda instruirse en ella. Solo espero no equivocarme, pese al dolor que he provocado en Galdoreth por acercarme y conocer a Lo’thas. Pues he sido infiel. ¿Pero qué es la infidelidad? La unión física no es más que un acto carnal, y con Galdoreth es algo que supera toda sensación física, sometiéndome simplemente a la complementación como persona y como Sin’dorei. No espero de Lo’thas un amante, una pareja, simplemente que prevenga una meta, cercana a la mía, para no sentirse perdido en esta Sociedad.

Cuenta con el Control de sus emociones ante la apatía, pero la ignorancia de tal camino, le hace un poco rebelde, ante la ironía y el sarcasmo. Quizás con el tiempo aprenda el respeto, y aprecie el poder que le estoy ofreciendo en base a su vida.

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