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Encuentros ocasionales: el Grifo Rojo


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Los últimos rayos de sol del día, venidos desde poniente, se filtraban entre la foresta de Elwynn hasta llegar con debilidad a las calles de Villadorada. En una de estas calles patrullaba Umber, acompañado por uno de sus compañeros de cuartel, el soldado Donald Westmoor. Pese a haberse alistado casi a la vez, Umber no conocía demasiado al joven Donald; y aunque habían mantenido conversación durante buena parte de su horario de patrulla, al estar llegando éste a su fin los dos avanzaban callados. No era de esa clase de silencio incómodo que todos conocemos, si no más bien un silencio apacible, que invitaba a que ambos soldados reflexionaran sobre sus asuntos mientras caminaban.

Y eso hacía Umber, por supuesto, pensando en el viaje del que había vuelto recientemente. Las Tierras Agrestes... era una región dura, pero hermosa. El joven ponientí se sentía orgulloso de haber podido ayudar no solo a las gentes de aquellas tierras, si no también a la Casa Lionhammer. Además, había tenido la oportunidad de erigirse como un líder entre los hombres, aunque solo hubiera sido para una corta escaramuza, y aquello le llenaba de orgullo. Al fin y al cabo, hasta pocos meses antes no había sido más que un humilde labriego.

Así de enfrascado estaba el joven ponientí, cuando, por casualidad, divisó a una persona por la calle que llamó su atención. Se traba de un hombre alto (aunque no tanto como el mismo Umber), de pelo rubio plateado; aunque quizás el rasgo que más le delataba era la armadura de placas que portaba, que era de color rojo carmesí. Definitivamente se tratab de Sir Arden Gillmere, el caballero de origen strómico que participó en el Segundo Torneo del Ciervo Blanco.

-Donald, sigue adelante tú solo un momento, yo ahora te alcanzo- dijo Umber a su compañero, al tiempo que avanzaba con grandes pasos hacia el caballero, sin esperar siquiera a la respuesta del pobre Donald.

En cuanto se acercó al noble stromgardiano, Umber plantó su mano derecha en una de las hombreras de éste, para llamar su atención.

- Sir Arden; buenas noches. Soy el soldado Umber, y me gustaría hablar con vos. Sin embargo, ahora mismo estoy de patrulla. ¿Os parecería bien quedar en algún otro lugar y momento para charlar? - Umber trató de hablar lo más clara y amigablemente posible, aunque estaba algo nervioso. Al fin y al cabo, se trataba de un pariente lejano suyo a quién no conocía, y, para más inri, un noble.

- Hmm... -el caballero de la Casa Gillmere miró de arriba abajo a Umber, antes de mirarle directamente a los ojos y, con tono amable, responder a su petición- Pues a decir verdad, he de estar en la posada local sobre la hora de la cena. Si tenéis la necesidad de conversar conmigo, puede ser en ese momento, buen Umber.

- De hecho, me viene perfecto, ya que termino mi turno en escasos minutos. -dijo Umber, ya notando el entusiasmo ante la respuesta positiva del caballero. - En ese caso, en un rato os veré. Ahora he de marcharme; no debería dejar a mi compañero solo demasiado tiempo. ¡Gracias por vuestro tiempo! - y tan rápido como había llegado, el alto ponientí se fue, dejando tras él al caballero stromgardiano algo confuso, pero con una leve sonrisa en el rostro.

 

               APRÓXIMADAMENTE UNA HORA DESPUÉS...

 

- Entiendo -dijo Sir Arden, antes de continuar en tono comedido- Entonces, tú eres la continuación de la línea del hermano bastardo de mi padre ¿no es así? Lo cual nos hace parientes, en cierta manera.

Umber confirmó los hechos que relataba Arden asintiendo con la cabeza varias veces, antes de pegarle un buen trago a la jarra de cerveza oscura que se había pedido. Era ya la segunda, puesto que se había extendido significativamente al contarle al caballero stromgardiano la conexión entre ambos. Por suerte para Umber, Sir Arden era un hombre paciente, que había escuchado todo lo que tenía que contarle con una sonrisa en el rostro y en silencio.

En aquel momento, en cambio, el caballero parecía concentrado en las revelaciones que acababan de confirmarle. Su rostro se había vuelto más serio, y había llevado una mano al mentón casi inconscientemente.

- Eh... ¿ocurre algo, Sir Arden? Ya sé que puede ser algo vergonzoso, y no tenéis porque pensar en mi y mi familia como... bueno, como familia, ya que no somos de cuna noble ni parte de la Casa Gil-

- Pero qué dices, muchacho, ¡es una gran noticia! -interrumpió de golpe el Grifo Rojo, como se le conocía en algunos lares por el escudo de su familia- Padre siempre nos habló bien de su medio-hermano, y estoy seguro de que estará encantado de saber que sus descendientes viven en este reino y ayudan a defenderlo. -tras aquel arrebato de entusiasmo, el stromgardiano volvió a esbozar un rostro más serio- No era ese el motivo por el que estaba poniendo esa cara, no. El tema es que, como te dije antes, debía estar aquí a esta hora porque había quedado con alguien... y ese alguien no ha aparecido.

Umber se sintió aliviado y contento; al fin y al cabo, su mayor temor era recibir el rechazo de su pariente lejano, y había sido aceptado por éste con los brazos abiertos. Sin embargo, no pudo evitar fruncir el ceño ante las palabras de Sir Arden.

- ¿Quién es esa persona que esperáis, pues? Si suele pasar por la posada, quizás me suene de algo...

- No creo que lo conozcas; se suele asegurar de no dejarse ver en los mismos lugares demasiadas veces. Se trata de mi hermano, o medio-hermano, Brynden. Antes de que preguntes, si, él es el hijo ilegítimo de mi padre, al igual que tu abuelo lo fue de mi abuelo. -mientras escuchaba las palabras del caballero, Umber asentía y luego le daba un trago a su cerveza; aquello pareció recordar a su acompañante strómico que aún tenía la suya, puesto que agarró la jarra y vació lo que quedaba de cerveza de un largo trago.

- Siento tener que terminar nuestra charla así, Umber. De verdad que ha sido un placer. Sin embargo, he de ir a buscar a mi hermano, pues me preocupa que no haya llegado aún. No es el tipo de persona que cite a alguien en un lugar para luego no acudir puntual. -en cuanto dijo aquello, el Grifo Rojo se levantó de su asiento, dispuesto a marchar inmediatamente. Desde luego, parecía tener prisa, así que la falta de puntualidad de su hermano debía parecerle algo grave, o eso pensó Umber.

- Por supuesto Sir Arden, lo entiendo. Y el placer ha sido mío. Id con la Luz, y que ésta os ayude a encontrar a vuestro hermano. -Umber se levantó de su asiento también, con la intención de estrecharle la mano a Arden. Éste aceptó la invitación, y le dio un fuerte apretón sin dudarlo.

- Espero volver a encontrarme contigo Umber, y que me puedas contar más sobre ti y tu familia, y yo pueda hablarte más sobre la mía. Con la Luz.

Y así, el caballero stromgardiano marchó de la posada con paso firme, dejando detrás a su pariente, Umber, que se terminó la jarra e hizo lo propio dirigiéndose hacia el cuartel de la compañía. Por el camino, el joven ponientí sonrió para sus adentros, y se imaginó cabalgando junto a Sir Arden portando los colores de los Gillmere, como su abuelo había hecho en el pasado.

 

 

Editado por Bopra
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