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El Nomada de Ojos Azules Y La Muñeca de Cabellos Rojos


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I - Introducción:

Last Living Souls

Las ultimas almas en pie.

Llueve. La niebla y la noche oscurecen su visión. Huyen desesperados, la noche del demonio llego.

El día del juicio se adelanto aquella noche para cientos, miles tal vez. Todo comenzó en el antiguo pueblo mercante, el olor a pan recién orneado dio la sentencia de muerte, desde ese día en adelante, la caída de Lordaeron era solo cosa de tiempo. Mis ojos observaron con una extraña tranquilidad como todo acababa, como los hombres sacaban de sus casas a las ultimas victimas. Las victimas del genocidio que resonara en mi memoria por los siglos que han de llegar.

Describir en un papel hoy las sensaciones de hace siete años puede resultar en un... Vacío, bastante apreciable y molesto para lector, en cuanto a vocabulario y capacidad narrativa de su servidor, pero, si algo puede describir el conjunto de olores, panorama y fluidos que gobernaban aquel lugar es una palabra: Carnicería.

No negare que en un principio el trabajo sonaba piadoso, ¿O tal vez solo se tratase del hecho de que fue el príncipe mismo, quien diese la orden?

Quizá el miedo fue el que oprimió e impulsó las manos de los soldados encargados de dar muerte a los supuestos infectados, después de ser los primeros (los menos preparados y mas afectados) en luchar contra la no muerte. Fuese como fuese que inicio, termino siendo no mas que una masacre, una tortura mental y emocional, para un reino, para sus defensores, una perdida, para muchos, para mi, el final de mi mundo.

- + - + - + -

Algo se apodero de mi. Algo mas tomo mi ser ese día. Tras el amanecer. Fue como un despertar, una voluntad de hierro que quema, arde en el interior, me decía y repetía, una y otra y otra y otra vez. Siempre me decía lo mismo, en silencio, en mi cabeza: Huye.

Pero era mas que solo miedo. Era mas fuerte y pesado en mi mente. Casi como una sordera tras un ruido muy fuerte, me sentía fuera de si, separado de el mundo y la realidad que comenzaba a pasar frente a mi. Yo lo había aceptado la noche anterior, cuando la orden se pronuncio. Yo acepte la verdad y la única verdad que reinaba sobre sus almas, pero ahora, podía sentir el verdadero peso de aquello en mi, y era mas fuerte, mas fuerte y pesado de lo que yo podía ser. Se que era algo mas que solo miedo lo que nació tras el amanecer. Tras ver sus cuerpos sobre la acera, ser lanzados con decenas mas, a las pilas incinerarías que habían comenzado a montar los soldados... Los carniceros.

No, estoy seguro ahora, no fue miedo, no fue odio ni sed de sangre o venganza. No fue una sensación ni un sentimiento. Aquellas ambas estaban fuera del rango de lo que se apoderaba ya en los primeros minutos de ese nuevo día.

Un nuevo ser...

La sangre aun goteaba de mis manos...

Y la cuchilla resbalo al suelo, aquel metálico ruido me despertó. Entonces Huí.

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II - P.1

Un Mundo en Verde

Camine bajo la lluvia. Los días y noches pasaron a tener otra prioridad, andar era todo lo que mi mente me impulsaba a hacer.

Tras unos días victima del cansancio, el sueño, el dolor, el hambre y la depresión me detuve. Contra un árbol, marque en Thalassiano mis ultimas palabras y caí rendido. No recuerdo aquellas palabras ya...

Si la Luz fuese piadosa y por el servicio brindado, pensé entonces, sentado bajo aquel árbol, bajo las palabras que ya no recuerdo, una muerte rápida e indolora me sera al menos (en señal de ultima misericordia) dada como recompensa. Que tan equivocada puede estar un alma.

Escuche sus pasos. Pesados, y al abrir los ojos el estaba ahí. Era un humano, alto y fornido, de buena postura y una barba blanca, bien cuidada. Sus ropajes asemejaban a un viejo pastor, pero algunas cadenas pesadas y el viejo y enorme tomo que siempre colgaba a su derecha delataban su fuerza y vigorosidad, que perduraron con los años. Maquel Romanok, mi maestro.

- Es así como acabaras entonces - dijo, su tono era débil, cuando hablaba así, sabia que había hecho mal, solo dos ocasiones escuche aquel tono, capaz de romper el corazón del mas frió y egoísta de los bribones. El don de despertar el bien con una palabra... O un maestro en el arte de la manipulación. La perspectiva dirá. Yo sentí el peso de la culpa martillar mi ennegrecida alma.

- No. - Suplique, susurre - No, yo obedecí - Insistí, arrastrándome hacia sus pies.

- Tan solo fuiste parte de una masacre, no fuiste capaz de mantener tus principios cuando mas los necesitabas, cuando ellos mas lo necesitaban - Su tono de voz era grave, profundo, y algo pesado, lento como si tuviera el tiempo del mundo a su favor.

- Yo hice lo que era necesario, lo que era mejor. No había mas opción - Suplicaba cada palabra, suplicando creerla tras escucharla salir de mi boca, sentía mi miedo delatar la nula fe que deposite en mis acciones aquella noche.

- No era tu elección. - continuo el - Lo sabes, no decides quien vive o quien muere, es trabajo de la Luz sellar el destino de... -

- ¡No! - Interrumpí. Me agite, vocifere, el bosque se sacudió a nuestro alrededor - Nuestra misión, era preservar la vida. A cualquier precio, incluso, la muerte -

El negó. Cerro sus ojos, su rostro sentencio la decepción. Y mi mente se hundió en aquel abismo de caos. La luz del mediodía dio en mi rostro.

El cálido as lumínico me recordó tiempos mejores, al menos durante esos primeros segundos de inconsciencia al despertar. Me di cuenta de lo que ocurría. Aun estaba en medio de los bosques, pronto caería la noche nuevamente, y no pude alcanzar el reino o sus pueblos aledaños, si es que alguno quedase no infectado por el miedo o la peste. Si continuaba así... Ya presentía el frió abrazo de la muerte a pocos pasos de mi espalda.

Los pinos, siempre verdes a pesar del frió o seca de la estación de aquel árido norte, eran mi compañía, mientras danzaba en zigzag por las malezas, mas en confusión que en una dirección propia. Mi visión era engañosa, borrosa y débil, así como mis pasos, y mi respirar. Reconozco ahora que quizá era el quinto día sin alimento.

Me hinque nuevamente en pena, esta vez llegue a un claro, iluminado por la tenue luz de la tarde. El suelo era verde, como las hojas de los pinos, contrastaba un poco con el resto del suelo del bosque, húmedo y apenas poblado de hiervas, mas por rocas y plantas muertas. Volví a rezar, palabras que me he forzado a olvidar, misericordia a la divina Luz. Pero solo hubo silencio como respuesta. Silencio y oscuridad.

- + - + - + -

Sentí sus manos, cálidas. Me recordó a ella.

La sentí, recorrer mi cuerpo, con sus cálidas manos, con sus labios...

Claro, ella estaba muerta, ya hacia tendida en las calles de Stratholme.

Mis ojos descubrieron a la pequeña de rojos cabellos. Era un ser una semi elfo, joven, no mas de 19 años, su forma de hablar y su forma de moverse tan descuidada y humana delataban su corta edad y poca experiencia.

- Oh, despertaste - dijo sorprendida, viendo directo a mis ojos. Pude leer el miedo en los suyos.

- ¿Que...? - dije y retrocedi mi mano en un intento por tranquilizar a la pequeña, la había levantado por impulso al despertar.

- Te encontramos así, mi acompañante y yo - comenzó a explicar mientras me ayudaba a levantarme del suelo, y sentarme, apoyado contra uno de los tantos pinos. Su acompañante, estaba no a mas de cinco metros. Un hombre, humano, alto y musculoso, quizá fueron sus pasos los que escuche antes.

- ¿Que hacen en este bosque? - no pude sino, preguntar.

- Vamos de camino a Stratholme, que mas. Somos comerciantes - Explico.

- Aquí. Bebe - Añadió mientras me acercaba una cantimplora de un diseño bastante extraño, yo bebí, el agua cayo como una bendición a mi estomago, volví a sentirlo, ardiendo por el hambre. Pero agradecido por el trago de agua.

Reconocí que no eran comerciantes, sus ropajes, sucios y gastados los delataban, quizá eran mercenarios o bandidos pero, porque ayudarme.

- Decidme la verdad, no tengo nada mas que perder - lo dije seco, y frió. Ella me miro con culpa en sus ojos, quizá, era una niña. El otro, su mirada era mas como la mía, aunque, dudo al mirarme.

- Tu... Estuviste ahí... ¿En Stratholme? - Pregunto el hombre. Yo asentí, el nada mas aparto la mirada. Era algo increíble, literalmente, quien iba a creer aquel rumor de un elfo moribundo y dos buscavidas.

Marchamos no mucho tiempo después. Me dieron algo de comer y beber, cuidaron de mi esa noche. Su historia era quizá tan interesante como la mía. Ella era una sirvienta, el un simple mozo que solía trabajar en una herrería. A ella la quisieron usar, como a cualquier damisela de trapo, el muchacho jugo el papel del héroe, y ahora no eran mas que fugitivos, yo le recordé su padre, a la muchacha.

De rojos cabellos y orejas apenas sobre salientes, sus rasgos humanos eran lo primero que podía percibirse, la falta de brillo en sus ojos, su falta de belleza y gracia naturales y aquella graciosa, pero tierna, torpeza humana. Su nariz era algo respingada y su piel era pálida, casi tanto como la mía. Era una muchacha bonita. Y no llevaba armas.

El era un joven de unos veinti-tantos, no aprecia confiar en mi del todo pero tampoco era capaz de negarse a su querida acompañante. Sus vestimentas delataban la huida y los días en el bosque, una camisa de lino y una chaqueta de cuero simples, roídas y sucias. Un sable colgando de su faja y un par de cuchillas en su muslo contrario.

Pronto la noche nos atrapo y nos forzó a encender una fogata ahí entre los arboles, sin camino a la vista aun. Fue entonces cuando conocí sus pasados, fueron amables y confiados, mis ropajes delataban que no era un peligro para ellos. O así pensaron.

No me preguntaron mas sobre mi pasado o mi origen, solamente me pidieron mi ayuda, para sobrevivir a el crudo invierno que se avecinaba, todo lo que tenían era aquello que llevaban encima. Yo poseía poco mas, pero había aun algo que podía obsequiarles. Pensé que era la ultima oportunidad para redimir algo de la sangre que cargan mis manos.

Mi camino, mancillado por mis pecados, por mi duda, se separaba del que había sido siempre mi rumbo. Directo entre las penumbras, hacia el altar de la benevolencia, caí directo en el abismo y el camino de la matanza, la carnicería. Todo lo que poseía, todo, murió con la ciudad mercante. ¿Cuanto tiempo llame hogar a la pequeña casa que, con algo de dedicación erigí allí para los míos? De ello no queda mas que el recuerdo en mi memoria.

¿Algo mas hay para dar? Me preguntaba mientras observaba a los muchachos en el camino.

Si había algo mas que, aunque quería, no podía apartar de mi memoria, la pequeña casa de mi mujer, en Lordaeron. Lo pensé, junto a centenas de recuerdos que anidamos ahí, en nuestros primeros años de compañía. Si ya no podía yo usarla... Quizá ellos podrían recomenzar.

Una esperanza vana, algo a que aferrarse en un momento de oscuridad.

- + O + -

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III - P.1

Actos Profanos

"Dicen que en su momento de mayor desesperación es que las personas muestran su verdadera naturaleza."

Levanto de nuevo la pluma, para relatar estos hechos que pesan en la memoria y que, con la esperanza de aligerar un poco la carga, que comienza a acumularse después unos cuantos siglos, del pasar del tiempo. Desafiar a la realidad y decir que estos hechos no afectaron mi actuar hace siete años seria un error inmaduro, pero el pasar de este tiempo ha decantado otro tipo de juicio sobre aquellos eventos.

Arribamos cerca de la décimo novena noche a las afueras del reino. Lordaeron era hermoso, y con un extraño misticismo que solo una verdadera cultura civilizada puede alcanzar. Las enormes paredes de roca rodeada del verde mundo infinito. Por fin estábamos en un lugar digno de llamarse hogar.

El camino seguía un simple trazado justo en medio de una planicie, liberada de la sombra y humedad de los pinos, dejaba ver la entrada a la ciudad desde donde la muchedumbre ya se podía divisar mas allá, cerca de la plaza principal. No tardamos en pasar por la entrada y los guardas de la misma. Nos saludaron con cierto desdén.

- + O + -

Los tiempos eran oscuros. El miedo y la tensión se sentían en el aire y en las gentes. Las madres, con sus hijos sujetos, corrían rápidamente encargándose de sus asuntos. Nadie tenia tiempo para hablar, y las miradas ociosas se habían convertido en miradas de sospecha. Incluso, siendo solo tres forasteros, o mas bien quizá por ser solamente tres, se notaba a distancia la tremenda distinción entre "ellos" y "nosotros". Intente apurarlos, hacia el barrio donde yo sabia estaba la pequeña casa.

Las calles eran angostas, adormentadas con aquel suelo de piedra gris, tan limpias como el resto del reino. El ambiente era depresivo pero resultaba familiar, reconfortante para mi. La mayoría de casas se encontraban abandonadas, o completamente cerradas, ventanas, puertas selladas, algunas aun tenían las plantas que decoraban sus entrada so ventanas en su lugar, dando una extraña sensación de bienvenida. Las calles casi vacías, la gente asustada, era fácil andar.

Los mire varias veces de reojo de camino a aquel lugar. ¿Que pensaban de mi? ¿Decían la verdad? ¿Quienes eran en realidad? miles de preguntas y dudas acudieron a mi cabeza en aquel corto camino de quince minutos. Todo tipo de situación y posibilidad, Stratholme abrió mis ojos a la verdadera naturaleza de la vida, de los seres sapientes y conscientes, de las verdaderas bestias. Los mire varias veces, pero la ultima vez, lo vi dudar. A el nada mas. La sonrisa de ella cubrió toda verdad.

- Nos ven feo... - Dijo entonces ella, a medio camino.

- Lo se, deja de hablar y camina... - Respondió el muchacho, yo solo asentí.

Paso un pequeño rato. La mire intrigado, se mordía el labio, y se abrazaba a si misma con ambas manos, frió, miedo, estaba nerviosa ciertamente... Culpa. Definitivamente.

- Sera por... -

- Cállate Serana - Le interrumpió - No es por eso. Ya deja de hablar quieres. -

Su animo había empeorado, cambiado mucho durante el camino, antes parecía soportarme a mi como una carga, a la muchacha como su protegida. Ahora ambos eramos estorbos para el, innecesarios. Algo cambio durante las semanas anterior, algo que yo no note en principio. Hasta el momento en que comencé a dudar en aquel camino, nunca me pregunte cual era el verdadero motivo por el cual me salvaron, por el cual ella decidió salvarme. Y la razón real detrás del "heroico" rescate por su parte en primer lugar... Su historia era difusa, falta de detalles y nada coherente. Pude sentir que algo andaba mal.

La muchacha callo. Yo solo los mire en silencio. Apure el paso un poco, pensar en lo inevitable no tenia ningún sentido ya.

- + O + -

La casa, en el exterior, era tal cual cualquier otra en aquel lugar. De paredes de roca y madera. Las ventanas aun intactas estaban cerradas, al puerta, gruesa, madera de pino, resistía en su lugar. Tome la llave en mi cuello, sacando el collar e intente abrirla.

La cerradura, aunque vieja y algo roída por los años cedió con suma facilidad ante su contra-parte, dejando ver un pasillo cálido y acogedor y a su vez dejando salir el aroma a roble y pino que tan profundamente me recordó los años de vida en aquel santuario de recuerdos y tiempos mejores.

Pase y me sentí en casa. Una sensación absurda a decir verdad, pero calidad y reconfortante. Me moví hacia dentro, con sigilo oy algo precavido, asegurándome de que nada o nadie hubiese entrado y pudiese irrumpir en aquel momento de paz y tranquilidad que me comenzaba a llenar. Algo que creí perdido casi un mes atrás. Una luz, una esperanza comenzaba a asomar, era quizá mi prueba final.

Una vez dentro, y con la sala principal asegurada, invite a mis compañeros a pasar.

- Esta es mi casa, pueden quedarse cuanto necesiten - intente decirlo lo mas amable que me fue posible, sin dejar de enfatizar en que era mi hogar. No respondieron. Se limitaron a detallar la sala.

Una chimenea de piedra, algo empolvada por el desuso pero en buenas condiciones adornaba la sala en su cara norte, contigua al pasillo y en posición opuesta a la salida principal. En la cara Sur una ventana que da a la calle, cerrada y en ambas paredes laterales, adornos, plantas, libros, estanterías y algunos muebles de roble con detalles elficos. Pinturas y retratos también, de una elfa de cabellos negros, alta y esbelta. Junto a ella una pequeña de cabellos dorados en algunas ocasiones. Su servidor en otras.

- ¿Ella es su hija? - Pregunto sin deparo la Serana.

- Y mi mujer - Dije sin duda en mi tono - Ella heredo el cabello de su abuela - Señale a mi pequeña.

La muchacha asintió con algo de pena en la mirada. Voltee para ver a Yoel aun mirando la sala y los retratos con sumo cuidado. Parecía menos interesado que su compañera, mas bien parecía no estar en aquella sala con nosotros. No dije nada, y aparte la mirada, no esperaba que fuese tan perceptivo o listo, mas no podía perder la oportunidad del silencio que poseía.

- La cocina esta del otro lado del pasillo, al fondo hay un baño, subiendo las escaleras al lado de la puerta del baño se llega a la segunda planta - Dije observando por la ventana.

- Tenemos tres cuartos, quizá puedan encontrar algo de ropa extra allí - continué diciendo, esta vez volviéndome hacia ellos.

Serana marcho hacia un sofá, frente a la chimenea que Yoel había logrado encender.

- Pueden dejar sus cosas aquí, la comida en la cocina, quizá haya alguna cosa aun... -

Deje de hablar al verlos absortos en sus asuntos. Ella desempacaba y comenzaba a buscar algo de ropa. El en cambio tomo las provisiones y marcho hacia la cocina.

Yo tome mi bolsa y me dirigí al pasillo nuevamente, y me asegure que la puerta estuviese bien cerrada, luego me encamine hacia las escaleras. El suelo de madera crujía a mis pies, recordándome de ella, de sus bailes descalza en los suelos que le recordaban tanto a amado bosque, allá en el Alto Reino. Las escaleras también cantaron a mi andar, mis botas pesadas y sucias mancillaban el suelo. Barro, sangre y culpa cargaba.

- + O + -

En segundo piso era simple y similar al primero, a mis espaldas sobre la cocina el cuarto de mi hija. Adelante, dos mas, un grande, donde solía pasar las tardes lluviosas con Elhinmir, mi mujer. Una gran ventana que pasa por los cortos muros dejando ver las verde y blancas montañas. La cama esta intacta, bajo la ventana y mas allá al lado de un armario, oculto tras una pared corrediza de madera, un enorme y largo espejo que me reflejaba tal cual de pies a cabeza. Cerré la puerta de la habitación principal, no sin antes abrir la ultima, la de los huéspedes, para Yoel y Serana.

Me acerque al espejo, me observe. Mis togas eclesiásticas aun estaban sobre mi, cubriendo gran par de su objetivo, aunque rotas y sucias por el bosque y descuido. Jamas pensé que desertaría de aquella forma, que acabaría perdido en los bosques. Suspire, recomponiendo me frente al espejo, como esperando que con aquel suspiro y una larga inhala del aire preservado por la madera, el aire y aroma que tanto me recordaba a ella me regenerara como por arte de magia, me devolviera la vida, la cordura y me hiciera olvidar para siempre los terrores de la guerra que se avecinaba.

Rompí con odio y frustración mis ropajes al ver que nada ocurría. Al verme ahí, desecho, sin nada mas que la sangre que corría en mis manos. Aun vestido hasta la cintura con la sucia túnica y sus harapos colgando, abrí el armario de golpe. Dentro observe en silencio y con cuidado las ropas, dobladas y colgadas. Las mías, las de ella también. Una lagrima cayo bajo mi mejilla. Con curiosidad incline mi cabeza, al observar un ligero y platinado brillo bajo uno de sus vestidos. Sonreí amargamente adivinando lo que era.

Seguí revisando entre las cosas, tome una camisa y un pantalón de tela resistentes que solía usar para el trabajo, un par de botas con acero en las puntas para andar en el bosque. Puse todo frente a mi en la cama, y una vez mas me encamine al espejo. Quedaba poco de Voltarien Shune'lten, cada vez menos del elfo que solía ser.

Escuche el chillido de la puerta a mis espaldas. El aire frió seco mis labios. Mis manos comenzaron sudar, igual que aquella noche.

Yoel estaba ahí, solo, serio, su expresión estaba vacía, seca. Reprimi el miedo y la sensacion que se nos venia encima, quize mentirme, mentirnos.

- ¿Sucede... - Pero no complete la oración cuando le tenia encima mio.

Me empujo hasta el espejo, y golpeo mi cráneo y rostro contra el mismo. Era bestial, parecía entregado a su odio. Observe la sangre resbalar por la mitad de mi rostro, la mitad que no estaba siendo aplastada y cortada contra el espejo. Respire profundo y el tiempo comenzó a volverse lento.

Fue un sensación abrazadora, como en Stratholme, lentamente comencé a sentir aquella fría separación del alma y el cuerpo. Observa todo, me esforzaba por resistir el dolor pero a la vez, era tan... pacifico. Todod sucedía despacio y el sonido me era ajeno, pronto el dolor se entumeció en mis sentidos, solo pensaba en matar.

Tome un trozo de vidrio platinado de aquel espejo, tan caro y hermoso de Quel'Thalas, y con el cristalino cuchillo atravesé sus costillas, luego su hígado y uno de sus brazos. Cayo al suelo. Caí sobre el. Y con el mismo trozo de vidrio lo apuñale hasta regar sus entrañas por la habitación.

No se cuanto tiempo exactamente paso, pero la muchacha llego y observo horrorizada el destino de su compañero. Mientras aun continuaba mi trabajo con el. No me di cuenta de su llegar hasta que intento detenerme. El odio era súbito y con un movimiento del brazo la empuje, cortando su rostro ligeramente.

No negare que deseaba matarla también. Parte de la mentira, traicionado por ambos, la busque con el único ojo sano que me quedaba, la rastre hasta la puerta de la habitación, se arrastraba, me daba la espalda. Pensé que no era mas que un animal. Me acerque sin asco y la tome del cabello, volteando su rostro y cuerpo hacia mi. Iba a verme a los ojos, antes de morir. Ella grito, pero afuera, los gritos ya comenzaban a ser la norma.

Cuando cayo a mis pies, pude observar la verdad. Sangraba y sus ropas habían sido rasgadas, estaba golpeada y ensangrentada, victima de Yoel tanto como yo. Se cubrió las partes mas descubiertas con rapidez, yo deje caer mi improvisada arma, dejando escapar sangre de los cortes en mi palma.

Sentí al odio marcharse de mi ser, al reconoce el fatal error que había cometido con aquella pequeña. Como una tormenta saliendo de mi ser, llevándose todas mis fuerzas consigo, toda la sed.

Me arrodille y la cubrí. Le pedí perdón, mas veces de las que podría recordar. Intente llamar por ultima vez a la Luz para sanar sus heridas y en una tenue despedida, mis manos brillaron débilmente con un calor que apenas y pudo traer conform a la pobre muchacha.

Nos quedamos ahí, sane nuestras heridas, hasta que el caos en la condenada ciudad fue demasiado para simplemente ignorarlo.

- + - + - +- + -

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III - P.1.5

Ruptura

"Ah... Hahaha... ¿Mas?"

(perspectiva de Serana)

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