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Leyendas bajo la Luna de Plata


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Por Cëril Al’rhed

“Érase una vez….Un amor prohibido, un verso maldito y un corazón partido. Érase una vez, un mar de dudas, una búsqueda desesperada y un final escrito. Sabed pues que todo lo que aquí acontece nadie sabe con certeza si fue o no fue, tan solo….una leyenda es….”

 
La brisa de la mañana hacía eco de su presencia, mientras los color azabache cabellos de Izräl ondeaban al danzar del aire libre camino abajo hacia la costa. La mirada del Quel’dorei se perdía cada pocos segundos, escudriñando las perfectas vistas de aquel bosque perfecto, divisando como las copas coloreadas de aquellos árboles siempre primaverales daban fe de su majestuosidad. La luz del sol acaba de llegar a lo más alto, dando a Izräl la noticia que andaba esperando, este simplemente se levantó, alzó una vez más la mirada y sonrió, una sonrisa que segundos más tarde, le fue correspondida.

Arith, subió la colina lo más rápido posible, sujetando su toga azulada, adornada con ribetes dorados, el cabello dorado de la elfa combinaba con el de su alrededor y el azul cielo de sus ojos, que con una sincera mirada observaba a su compañero, inmóvil frente a ella divisando cada rincón de su figura.

- ¿Qué miras tanto? – Sonrió la elfa en cuanto subió a su nivel.

- A ti, ¿a quién sino? Solo alguien como tú podría eclipsar la luz y el color que este paisaje desprenden, ¿acaso me hallo bajo el influjo de una ilusión?

La elfá emitió una risa encantadora, y con un gesto de su mano, negando para si misma, restó importancia al comentario del joven. Con sumo cuidado y con movimiento grácil, decidió recompensar tal cumplido con un pequeño beso en los labios del elfo, Izräl cerró los ojos unos instantes, para luego sonreír con mirada serena.

- Siento el retraso, Padre preguntaba demasiado, empieza a sospechar de que hay alguien en mi vida. – Dijo haciendo una mueca, mientras se apoyaba en el hombro del elfo, mirando ahora al paisaje encantado de Canción Eterna.

- Mientras no sepa quién y de quién, todo irá bien. – Una sonrisa cómplice se dibujó en los labios del elfo, quien con una suave caricia dio consuelo al hasta hacia unos segundos afligido rostro de la elfa.

Arith miró a Izräl con una sonrisa, sin embargo pronto se disipó, mirándole con rostro severo en su lugar. – Para cuando sepan que un Rindëll y una A’shali están enamorados será demasiado tarde para que se interpongan entre nosotros.- dijo con determinación- Pero no te mentiré si digo que sería desastroso que tanto mi familia como la tuya, lo supieran antes de tiempo…Recuerda que se supone que nos procesamos odio y desprecio.

Izräl cambió su rostro del mismo modo y miró en dirección al lugar donde reposaban las murallas de Lunargenta, inflando el pecho de aire puro, miró a la elfa y negó. – Nada ni nadie, podrá separarnos. Jamás dejaré que eso ocurra. –Sentenció.

Arith sosegada por las palabras del elfo sonrió y le miró alegando una leve frase.

- Bueno, solo el agua podría lograr eso.- rió y apoyó su rostro en el pecho del elfo, quien con una leve mueca respondió al comentario, sin embargo eso no destiñó ni malogró la situación, ambos se quedaron mirando hacia Lunargenta, pensativos ante las alegrías y providencias que el futuro les daría, incrédulos de lo que realmente el destino les tenía preparado.

La Casa Rindëll era una de las más poderosas entre la sociedad élfica, una familia de grandes prodigios, tanto en el ámbito militar como en el mágico. Era más que conocida en aquella época la gran rivalidad que su patriarca, Lord Lan’thar Rindëll se traía con el patriarca de los A’shali, Lord Kaleth A’shali. Los A’shali juraron odio y desprecio eterno hacia los Rindëll tras el trágico accidente ocurrido durante la celebración del Torneo de los tres soles durante el festival del solsticio de hace exactamente 2600 años, cuando aún nuestro Rey amado, Anasterian Sunstrider gobernaba con mano regia y magnánima.

Dicho accidente aconteció la misma tarde en la que se celebraba la final del torneo, en la que se enfrentaron Lord Lan’thar contra el hermano menor de Lord Kaleth, el joven Ralzareth. Tras una pelea épica digna de mención en los libros de historia sobre torneos de justas, la lucha se decidió con la espada, donde Lord Lan’thar tras un movimiento magistral de su sable, terminó atravesando la coraza del joven A’shali, de modo que esta entró con mayor facilidad de la que podía esperarse, hiriendo de muerte al menor de los herederos A’shali(*). Lord Lan’thar sin embargo no mostró arrepentimiento alguno ante lo acontecido, pues honró la valentía de Ralzareth enfrentándose hasta el final como lo hizo, agravando más si cabe la situación.  Lord A’shali maldijo entre llantos tanto al aguerrido quel’dorei como a su estirpe. Desde entonces Los Rindëll y los A’shali han mantenido disputas a todos los niveles, llegando a situaciones extremas que han hecho imposible el acercamiento entre ambas familias, solo un lazo ha resistido dentro de toda esta espiral de odio y desesperanza, Izräl y Arith. Ambos segundos de sus respectivas familias, desde pequeños hubo algo especial entre ellos dos, algo que afortunadamente pasaron por alto sus  padres y actuales cabezas de  familia, al igual que sus allegados y hermanos. Una relación sepulcral.

Sin embargo, tan solo una persona, solo una, supo de este amor prohibido que se fraguó en un clima tan oscuro.

Izräl iba a visitarla a diario, pues era la única persona que realmente le comprendía. A falta de su madre, fallecida durante el parto, su abuela, la Venerable Aralia, hija del conocido Lan’thar Rindëll, era su mayor apoyo moral.

- Abuela, Lazar dice que necesita de tu ayuda, anda en el salón esperándote, dice que es algo sobre la Academia y sus cosas de adivinación.

Aralia le recibió sentada en un gran sillón de tela, frente a un gran ventanal que daba a una terraza desde la que se podía observar el mar a lo lejos. Con una sonrisa miró a Izräl y dejando que los morados y plateados adornos de su dorada toga cayeran al ponerse en pié, le indico con un ademán de su mano que se acercara.

– Que yo haya ejercido como Magistrix en su día no significa que tenga que decirle a tu hermano las respuestas de cada examen.–dijo con una leve risilla, para luego mirar a su nieto presente.- Sientate, mi vida….he de hablar contigo sobre algo.- dijo tras una leve pausa, evitando cualquier atisbo de alegría, pareciendo que de pronto la estancia se volviera triste y algo más apagada

- Abuela, ¿Ocurre algo? –la mirada de Izräl se volvió fría como todo a su alrededor, dejando caer su peso sobre un sillón que se encontraba justo en frente al que ocupaba Aralia.

Aralia de modo sereno, tomó una tetera y sirivió dos tazas de té, su mirada seguía cada movimiento que hacia, aunque en breves momentos tornaba a su nieto quien con gesto de sorpresa observaba del mismo modo el quehacer de su abuela.

- ¿Cuánto hace que ocurrió tu accidente en el mar, Izräl? Casi medio siglo, ¿no? Aún eras un pequeño cachorrillo cuando pasó todo eso. – Sonrió a este dándole la tacita.

- Demasiado,  Abuela. –dijo con brevedad como queriendo evitar el recordarlo.

- No te aflijas, Izräl, nunca he querido tocar ese tema, sé lo duro que fue para ti esa experiencia, más debo advertirte de algo que me ha trastocado las últimas noches.

Izräl, alzó la mirada, la cual tenía desviada de la atención de Aralia debido a las palabras de la venerable, sin embargo volvió a esta cuando escuchó que algo debía contarle.

- ¿Qué es eso qué, dices qué debes contarme? –Alzó una ceja hacia la anciana mientras se situaba recto en el sillón.

- No me andaré con rodeos, vida mía….He tenido un sueño recurrente, un sueño muy nítido y claro. Te veía a ti, en la playa, arrodillado, en un día era perfecto y el mar en calma.

- Como todos los días en este sitio, abuela.- La interrumpió intentando quitar hierro a la situación, para hacerla más cómoda, sin embargo la mirada severa de Aralia frenó tal acción.

- Sostenías a Arith entre tus brazos, muerta. –Sentenció la venerable con mirada impertérrita.

La taza se deslizó de entre los dedos el elfo, derramando parte del contenido en la mesita.  Este tenía la mirada perdida al oír tales palabras.

- …..Pero…Solo es un sueño, Abuela. –dijo mirándola, intentando no caer en el credo y ser más imparcial.

- Sabes perfectamente que ocurren con mis sueños, mi vida.- Apenó su mirada, ahora tomando algo del té de la taza que portaba en sus manos.- Conozco a la pequeña A’shali desde su nacimiento, conozco la relación que tienes con ella y se muy bien cuales son los sentimientos que os procesais el uno al otro. No se cuando ni por que, pero pocas veces me ocurren estas cosas y cuando ocurren, hay altas posibilidades de pase.

- De niño….Siempre me has dicho que no debo cambiar aquello que has visto, que el transcurso de los hechos debe ser el mismo, para evitar crear un mal mayor.- Alzó Izräl la mirada ahora, mirando a su abuela con gesto preocupado.- ¿Por qué, por qué me cuentas esto?

- Porque, la idea de verte sufrir por la pérdida de Arith me tiene desamparada, y justo o injusto, he vivido ya muchos años para que al final de mi viaje vea sufrir a quien más quiero.- alzó la mirada ella también y se levantó, acercándose a Izräl.

Las miradas de este y la de Aralia se entrecruzaron, en pocos segundos, las lágrimas provenientes de la mejilla del elfo comenzaron a salir, de forma leve y pausada, la yema del dedo índice de la cálida mano de la anciana, limpió esa agua de tristezas que emanaba de sus ojos, pareciera que ella misma esperaba tal reacción, y con un pequeño susurro abrazó al joven elfo, quien, sabedor de la verdad de las palabras de Aralia, se encomendó a ella, como otras tantas veces hizo.

- Di…Dices…Que el agua…Seguro que mi temor…Fue el culpable…El culpable de que todo eso ocurriera…Si tan solo pudiera vencer ese miedo…Pero no puedo….Lo he intentado…Pero no puedo…-Dijo desconsolado entre sollozos.

- Es por ello que yo misma te ayudaré.- Aralia dejó a Izräl y con paso firme se acercó a una de sus estanterías, de entre los libros de ella, escogió uno a conciencia y lo abrió, entregándoselo a Izräl, quien con mirada de sorpresa comenzó a leer.

- Hay un objeto, que un antepasado mío, anterior a tu visabuelo Lan’thar, escondió al sur más allá de las fronteras del Reino y del desfiladero Thalassiano. Mi abuela me contaba historias sobre ese objeto y como ayudó cuando hizo falta a la familia. Dicen que es una leyenda, más solo unos pocos conocían donde se encontraba. He estado investigando durante muchos años, donde y por que se encuentra donde se encuentra dicho objeto, pero incluso después de tanto tiempo no he logrado discernir la razón. Más si el sitio donde se halla.

- ¿La máscara de zafiro? ¿Qué es?.- Izräl preguntó extrañado, ahora con una mirada interrogativa hacia Aralia.

- Un objeto que otorga al portador la capacidad de superar sus propios límites, eliminando su temor y otorgándole una fuerza viva jamás conocida. Es el remedio a superar definitivamente, todos tus miedos….Lo que una persona no puede, este objeto lo hará. Es mi legado, pequeño Izräl, tu quien he designado como el próximo Patriarca de la familia, quiero que seas uno del que hablen los libros de historia. Y todo empieza por cambiar el destino.- Aralia acarició la barbilla de su nieto, con una sonrisa afable, mientras señalaba con su mirada el libro.

- ¿Me ayudará a salvar a Arith, como es que nunca has ido tras él?.- Su mirada se iluminó, alzándose mirando el libro

- Hijo mío...Para cuando descubrí el secreto, para mi era muy tarde embarcarme en tal viaje. Pero te ayudará a más que salvar a tu amada, te lo garantizo.- dijo mirando al elfo y luego volvió a su sillón.- En ese libro están los apuntes de mi investigación, y las pautas para encontrar el Santuario donde se encuentra la máscara, te aconsejaría que fueras solo, pues es un objeto milenario que a lo largo de la historia ha tenido muchos pretendientes. A cada cual más poderoso y siniestro. Me ha costado mucho mantener el secreto de su ubicación, más se que esta es una situación delicada. Es por ello que te deseo suerte y la traigas hasta aquí sano y salvo.

Izräl miró a Aralia con mirada serena y con un deje de afecto, mientras con un leve asentimiento accedía a lo que la venerable le pedía, cogió finalmente el libro cerrándolo y salió de la estancia, decidido a cambiar su futuro, cueste lo que cueste.

Aralia se volvió en ese momento para sí, y se dirigió hacia un espejo con adornos dorados y refinados, posó su dedo en este y sonrió levemente susurrando: “Ya está todo hecho…”.

El viaje de Izräl se hizo de notar entre sus allegados, ni si quiera Arith quién compartió un rato agradable junto al elfo unas horas antes de que marchara, sabía a ciencia cierta donde se dirigía, el elfo se llevó el secreto sin saber realmente si volvería a Quel’Thalas aunque en su mirada su determinación hacía creer que así seria. Nadie sabe a ciencia cierta que peligros o dichas tuvo que soportar Izräl hasta llegar al lugar objetivo, más de una noche a la interperie o en tabernas de dudosa calidad, sus pisadas le llevaron al sur, más allá del Reino humano de Lordaeron y más allá de los campos de Trabalomas, caminó incesante, seguido por su deseo de encontrar aquello que le ayudara a convertirse en algo que no era, un ser sin temor, capaz de proteger a aquel que amara sin vacilación o duda.

Hasta que al fin, sus pasos dieron su recompensa, nadie sabe que pruebas tuvo que superar o si su filo tuvo que rasgar o ser blandido en noble o rastrero duelo de fuerza, pero si que obtuvo la recompensa que ansiaba, bajo un manto de oscuridad, donde solo la tenue luz de unas llamas de mágico origen iluminaban la estancia y bajo la atenta mirada de dos guardianes de piedra, reposaba sobre un pequeño pilar como oro en paño cuidada, la máscara de Zafiro. Tal fue el asombro de Izräl, que ni siquiera las palabras salieron de sus labios, pues simplemente tomó la máscara entre sus dedos, y acariciándola, pasó estos por las joyas que la componían, joyas de gran colorido y tamaño que adornaban el objeto. Con una sonrisa, vió como el futuro y el destino se arrodillaban ante él, se sentía capaz de todo en poder de ella. Incluso antes de tenerla en su cara, incluso antes de ver la realidad de la máscara.

Nadie sabe cuanto tiempo pasó desde ese momento hasta que arribó a las costas de Quel’Thalas. Fue un día de la primavera, cuando Izräl retornó a su hogar, en posesión de la máscara. En cuanto llegó fue en busca de Aralia, quien se encontraba como de costumbre en su habitación, sentada en su sillón,  pacientemente esperando.

La irrupción de Izräl la hizo levantarse, se oía jaleo en casa por la celebración del hijo que volvía tras largo viaje, más este solo tenia un objetivo que era ver en ese momento a su abuela, al llegar a su encuentro, este se acercó con paso sereno, ataviado con ropa de viaje y una capa que le servía de cobijo, sonriéndola.

- Izräl, mi vida, al fin estás aquí.- Dijo con cara de satisfacción en su rostro.- Dime, como fue tu viaje, encontras…- Quedó interrumpida y anonadada al ver como su nieto le mostraba con orgullo la máscara.- ….¡La encontraste!

Izräl sonrió a su abuela quien tomó la máscara entre sus manos y observó a si nieto. El elfo se sentó junto a ella y tomó la máscara entre sus dedos.

- Todo era como me dijiste.- le dio su cuaderno y diario algo más desgastados por el uso.- Ahora con ella podré evitar que se cumpla lo que predijiste.

Aralia miraba la máscara con asombro sin quitarle el ojo de encima, mientras asentía levemente sin mirar al nieto.

- Ahora, deberías descansar, Izräl, tu viaje ha llegado a su fin. Todo lo que resta es esperar.- le dio la máscara a su nieto y este se levantó, saliendo de la estancia con gesto calmo en dirección a su alcoba.

Aralia con gesto feliz se levantó y dejó el libro y el cuaderno en la estantería, seguidamente fue a su espejo y con un leve toque en el mismo, su sonrisa se ensanchó susurrando: “Ha regresado al fin”.

Un golpe seco se oyó en la puerta de la alcoba de Izräl, este se hallaba mirando por la ventana pensativo, se giró bruscamente y vió la figura de Aralia con gesto de preocupación, alzando un pergamino.

- Ha llegado esta mañana, Izräl, Arith te necesita.

Izräl en silencio y apresuradamente cogió el pergamino que leyó en voz baja:

 

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Izräl miró a Aralia con cara de terror, más su mirada se volvió determinante y llena de furia al poco, miró a su mesa donde reposaba la máscara y la tomó firme, observando a su abuela.

- Ha llegado el día, Abuela.- dijo mientras se ponía la misma, por primera vez, nunca antes habiendo sentido algo así.

- Entonces…Cambia tu destino, mi pequeño Izräl…- Dijo la venerable asintiéndole con gesto sereno.

La mirada de Izräl cambió, mientras la llama azulada que ahora adornaba los ojos de la máscara se volvía más fuerte.

- ¿Mi destino? Una nimiedad como el destino no hará que se me impida conseguir lo que anhelo.

Una última sonrisa y un golpe fuerte fue lo último que vió Aralia de Izräl mientras este se perdía entre los árboles, camino a proteger lo que amaba. La elfa volvió a su habitación y se acercó al espejo, mirándose durante unos segundos, tocó este con su yema de los dedos y finalmente susurro: “Iré…”

Nadie sabe exactamente como ocurrió y porqué, pero conforme Aralia se acercaba al lugar de reunión, los lamentos y lloros de un elfo resonaban con más fuerza. Al llegar Aralia observó lo que predijo. Izräl sostenía en la orilla, totalmente empapado, el cuerpo inerte de

Arith, los gritos desgarradores del elfo hacían mella en el ambiente, más ni un alma apareció. Aralia se acercó un poco más y observó como el agua del mar bañaba a la máscara, la cual se encontraba junto al elfo, brillante y colorida como siempre, impasible a la escena.

Aralia tomó la misma y la miró, esbozando una leve sonrisa que borró al ver a su nieto.

- Arith…..Arith…….Arith……- Repetía incesantemente entre llantos una y otra vez en estado de Shock.

Aralia se acercó y tomó al elfo entre sus brazos, acariciando su rostro, poco a poco Izräl se dejó caer en los brazos de la venerable quien con mirada serena observó desde su posición la escena.

- El destino postrado ante tus piés, mi pequeño….- Miró la máscara y volvió a sonreir.- Elegido….- deslizó sus dedos en la arena y terminó mirando a su nieto.

Un destello violáceo fue lo último que se supo de la Venerable Aralia y de los amantes Izräl y Arith. Nadie sabe que ocurrió realmente ese día en la playa ni que fue de ellos. Ni la guardia no los errantes que llegaron al lugar alertados finalmente por los gritos del elfo, encontraron nada. Tan solo un mensaje en la arena: “La Máscara de Zafíro ha sido encontrada, temed, pues el destino, ahora me pertenece”.

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La máscara encontrada se hallaba de nuevo perdida, una máscara capaz de destapar las limitaciones de una persona. ¿Existió realmente algo así? Esto es solo una recreación literaria de lo que hubiera acontecido, pero si suponemos que si existió solo 3 personas saben realmente de su poder y de su localización. Algunos dicen que han visto en el bosque, una figura portadora de una máscara de similitud a la descrita, y que allí donde aparecía a lo largo del tiempo ocurría una desgracia en forma de asesinato o pérdida de bienes. Sucesos que se relacionaban con bandas criminales o ajustes de cuentas, quizás un ocultamiento por parte de la guardia o una simple censura de propaganda sobre males inusuales. Lo único que se sabe es que las habladurías se volvieron rumores, y que los rumores se convirtieron en leyenda, la leyenda de una máscara capaz de acabar con el miedo, Una leyenda oculta bajo la Luna de Plata….

*: Algunas teorías dicen que la armadura de Ralzareth estaba en mal estado desde el momento en que comenzó el combate, debido al duro entrenamiento que se sometio el dia antes. Otras, hablan de una traición dentro de la propia familia, por disputas terrenales y de herencia, haciendo que esta fuera deteriorada, propiciando dicho desenlace.

Spoiler

//Historia relacionada con la trama de mi pj

 

 

Editado por Garrakuda
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Hago UP del tema ahora que estamos de lleno en la trama de Gael con la historia remasterizada xD. 

Esta historia corresponde al Mito de la Máscara de Zafíro y el post correspondiente: 

 

Editado por Garrakuda
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