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-        ¡Plath, Morningsong, id juntos! ¡Leto, por la derecha!

El quingentésimo primer escuadrón “Alodi” de la Academia de Ventormenta corría y adoptaba las formaciones que habían estado practicando. En ese momento, se encontraban en algún punto del Paso de la Muerte, luchando contra un grupo de ogros.

“No es como en los entrenamientos”, pensó Valenric.

Se trataba de su primera misión como miembro del escuadrón Alodi, liderado por el Mago de Batalla Manfred York, y al que pertenecían Alexandra Plath, Cecil Leto, Danriel Stagrage y el propio Valenric. Todos eran magos consumados a la vertiente bélica de la organización.

El escuadrón había rastreado una actividad anormal por parte de los ogros, según la Guardia Nocturna informó, estaban adentrándose demasiado en bosque del Ocaso, tal parecía que un ogro magi había estado reuniendo a los remanentes que quedaban para viajar al sur.

Danriel, que era el encargado de recopilar información, se había infiltrado un par de días antes, en los túmulos ogro, aunque se había topado con que un sector de esta estaba protegido por una barrera mágica, por lo que necesitaría de la ayuda de Plath. Fue él quien convocó al escuadrón Alodi para la batalla.

Valenric y Plath rodearon a los ogros por la izquierda, mientras que Leto y York iban por la derecha. A su modo, le emocionaba estar combatiendo en un escuadrón mágico que se complementaba a la perfección. Plath conjuró una barrera arcana cuando uno de los ogros lanzó su garrote sobre ellos, y, al hacerlo desaparecer, el elfo conjuró un carámbano de hielo que le perforó el corazón.

Por su parte, York había congelado a tres ogros cubriendo de escarcha toda la zona, mientras que Leto finiquitó el trabajo con una ronda de misiles arcanos.

La entrada al túmulo estaba protegida, y avanzaron el mapa que Danriel les había hecho llegar, hasta toparse con una pared morada que bloqueaba el paso. Fue entonces cuando el elfo de la noche deshizo su hechizo de invisibilidad y se apareció frente a ellos.

-        Llegan tarde -Se dio media vuelta y posó ambas manos sobre el escudo- Plath, ayúdame.

Leto y Morningsong vigilaban la retaguardia, mientras que Danriel y Plath, en trabajo conjunto, trataban de inhibir la defensa arcana, cuando lo lograron, un gigantesco ogro de piel oscura y dos cabezas los recibió con las manos en alto, mientras sostenía una especie de esfera roja.

-        ¡Pagarán!

El ogro dejó escapar un pulso que hizo que las paredes de roca de la caverna temblaran, Plath alcanzó a canalizar un escudo para cubrirse a sí misma, a Valenric y a Leto, mientras que York conjuró una barrera para proteger a Danriel.

Los magos lanzaron sus hechizos en conjunto. Danriel le hizo creer, con una ilusión, que la caverna se desmoronaba, por lo que el ogro corrió hacia ellos, donde fue recibido por hechizos disparos de hielo y magia arcana.

-        ¡Magia doler!

El ogro hacía una especie de berrinche y hablaba en su lengua natal, el cristal comenzó a resquebrajarse y cubrir, todos podían sentir que emanaba grandes cantidades de magia, por lo que York comenzó a dar órdenes.

-        ¡Plath, cúbrenos!

Todos corrieron hacia el resguardo de la hechicera, quien guardó la espada y levantó las manos frente a ellos. Danriel, quien comenzaba a inmiscuirse en la abjuración, levantó las manos y prestó un poco apoyo para la hechicera que, como pudo notar Valenric, agradecía la ayuda.

El orbe rojo absorbió la energía del sitio e implosionó con una fuerte onda expansiva que alcanzó a resquebrajar el escudo arcano. La cueva quedó totalmente destruida, un gigantesco trozo del techo se desprendió y cayó sobre el ogro, aplastándolo con un sonido grotesco y salpicando las paredes con vísceras y sangre oscura.

Cuando el polvo se disipó y los magos notaron que no parecía haber amenaza, Plath detuvo la canalización y el escudo morado se desvaneció frente a sus ojos. Rápidamente, Valenric, Leto y York se acercaron hacia la roca que había aplastado al ogro.

-        ¿Vil? ¿Magia de Sangre? Preguntó Leto con premura.

Valenric trató de sentir los remanentes de magia en el ambiente, mientras que York se arrodilló para escarbar. La roca humeaba un poco y apestaba a carbón y piel quemada.

-        Nada de eso, es meramente Arcano. -dijo Manfred mientras escarbaba- Ayúdame, Leto. Valenric, vigila que no haya sobrevivientes.

Con premura, Valenric rodeó la roca mientras el par de magos trataban de ver si el artefacto, de alguna manera, había sobrevivido. la entrada parecía haber colapsado, así como el resto de túneles de la cueva. A lo lejos, el elfo alcanzó a ver cómo, bajo una piedra, el brazo de un orco se movía fruto del rigor mortis, hasta que se detuvo.

-        Eh, miren esto. Dijo Danriel, que volvía del sitio donde había estado el ogro.

El grupo se congregó tras el kal’dorei, que yacía arrodillado frente a un bulto. Cuando Valenric llegó, frunció el ceño al notar que se trataba de un cuerpo. Seguramente habría sido asesinado por el ogro.

Se trataba de un elfo, no mayor que Morningsong. Habría muerto hacía unas semanas, pero, como Danriel señaló, habrían tratado su cuerpo para que no se pudriera tan pronto. Tenía el cabello y barba escarlata, así como moretes en el rostro. Portaba una armadura de malla de color rojo y dorado, con piedras preciosas en los guanteletes.

Instintivamente, los miembros del escuadrón voltearon para ver a Valenric, quien ya se acercaba al finado. Danriel se puso de pie y se apartó unos pasos, cediendo espacio al quel’dorei para que inspeccionara el cuerpo de forma más detenida.

En principio, pensó que se trataba de algún Magister de alguna de las Academias de Quel’thalas. Su semblante adquirió un matiz de preocupación y, por alguna razón, se preguntó si conocería a Finros o a Agular.

Tras una inspección más detallada, reconoció broches y un par de hombreras más propias del Ejército de Quel’thalas.

-        Es un Rompehechizos. Informó Valenric, quien todavía inspeccionaba el cuerpo.

-        ¿Qué es un rompehechizos? Se apresuró a preguntar Plath.

Danriel, Leto y Plath intercambiaron miradas entre sí, esperando a por Valenric, sin embargo, fue el propio Manfred York quien habló.

-        Un Rompehechizos es una unidad de élite de los Sin’dorei -Explicó con parsimonia, centrándose especialmente en Plath- se trata de un hechicero abjurador, que es capaz de deshacer hechizos, robarlos o devolverlos en contra del taumaturgo.

Se hizo un silencio generalizado, como si esperasen que la explicación continuara, bien fuera por parte del líder de escuadrón o Valenric, y quizá lo hubiera hecho, de no ser porqué éste último se levantó.

-        Tiene esto consigo.

Valenric presentó al escuadrón un cubo dorado con piedras verdes en el centro de cada lado. Sin duda era un artilugio sin’dorei, cuya función evidente, según sintieron la magia que éste parecía contener, tenía un hechizo de protección.

-        Sólo tienes que deshacer el hechizo, Plath -dijo Leto, quien había arrebatado el traste a Valenric y lo tendía a la Alteraqui- Será pan comido.

-        No creo que sea buena idea, Cecil.

Quizá fue el tono del elfo lo que llamó la atención de los magos, pues de pronto todos se centraron en él, Manfred incluido.

-        Cajas como esas solían usarse para transportar mensajes importantes. -Aseveró Valenric- poseen un complejo encantamiento que, al no recibir el pulso indicado por prestidigitación, explota. Si lo portaba un Rompehechizos, debe de ser aún más refinado.

Pese a que las palabras del elfo estaban cargadas de preocupación, la importancia que parecieron dedicar sus compañeros duró apenas un instante. Cecil y Danriel, respectivamente, reprimieron una carcajada, mientras Plath se giró hacia Manfred, quien, aunque aún consideraba lo dicho por Morningsong, sí que había relajado el gesto.

-        Tu estudiante nos subestima, jefe.

-        Estás tratando con profesionales, Val. Apuntó Leto.

Manfred hizo amago de sonreír, antes de dar instrucciones.

-        Plath, prepara la canalización, Danriel, revisa la caja.

La abjuradora trepó por el boquete y Valenric sintió cómo esta estaba grabando un patrón sobre en el techo de la cueva, Leto la siguió, ayudando a trazar el círculo.

Con un gesto de mano, Danriel pidió la caja, que Valenric tendió. Viendo a sus compañeros trabajar con esa frescura y confianza, le hizo sentirse un tanto apenado. El kal’dorei acompañó a los humanos en el techo, mientras que los otrora maestro y estudiante se permanecieron dentro de la cueva.

-        La frente en alto, Valenric. ¿Vas a dejar que un montón de vrykuls subdesarrollados te intimiden? -Cuando Manfred estaba relajado, su rostro perdía la dureza del líder y se volvía más mistoso- Elfo, que eres mayor incluso que yo mismo.

-        Disculpa, jefe. -Le pareció extraño el no llamarlo maestro- Mera precaución.

Manfred subió a la roca y tendió una mano para ayudar al elfo.

-        Mis hombres tienen años y batallas de experiencia para lanzar al cielo, agradezco tu preocupación, pero no estás lidiando con esos magos sabelotodo. Somos el escuadrón Alodi, Valenric, hacemos honor a nuestro nombre.

Alodi, el primer Guardián de Tirisfal. Valenric asintió y tomó la mano del jefe, pronto llegaron al techo de la cueva, donde Leto y Plath daban los últimos toques a un complicado patrón que brillaba en un color morado.

Pronto caería la noche en Paso de la Muerte, a Valenric le pareció irónico que, en menos de un mes, era la segunda ves que estaba ahí y sobrevivía.

-        Nada que Plath no pueda desencantar, jefe. Informó Danriel, mientras ponía la caja en el centro del círculo, el quel’dorei pensó entonces que probablemente, no fuera la primera vez que hacían algo así.

-        Bien, Plath, no tenemos todo el día.

La abjuradora asintió y se posó dentro del círculo, que estaba compuesto de un círculo interior y uno exterior. La caja había sido puesta en el centro del interior, mientras que Alexandra estaba posada dentro del exterior. Ahí donde estaban los trazos de este, se levantaron escudos arcanos de un tono morado traslúcido a unos cinco metros de altura.

Sin perder el tiempo, Plath levantó los brazos, que se cubrieron de círculos y runas brillantes. Sus ojos adquirieron el mismo tono. Rezaba los hechizos, de los que Valenric alcanzó a reconocer algún que otro. Los escudos arcanos dieron la impresión de endurecerse, mientras que la caja comenzó a levitar.

-        Voy a abrirla ahora.

La caja levitó sobre el metro cincuenta de altura y comenzó a girar en ambos polos hasta que se detuvo. Del escudo interior brotó un has morado que infundió de energía una de las piedras verdes. Esta se iluminó, a través de discretas hendiduras, la energía recorrió todas las paredes del cubo hasta que la totalidad de las piedras se iluminaron.

Valenric se mordió un labio, temeroso de que la caja explotara en ese mismo instante, y no pudo evitar saltar de miedo cuando ésta disparó una ráfaga de humo, como si se tratara de una tetera con esteroides. Para su sorpresa, el cubo cayó al suelo, donde fue plegándose sobre sí mismo hasta que sólo quedó la cara que estaba en contacto con el suelo.

Cecil sonrió al notar el miedo de Valenric, Danriel aplaudía y Manfred veía con orgullo cómo Alexandra desvanecía los escudos.

-        Excelente trabajo, Plath.

Se acercaron para inspeccionar el contenido de la caja, que no era sino otro cubo, esta vez considerablemente más pequeño, esta vez cabía en la palma de la mano. Era de un color dorado y parecía tener un encantamiento también. Cada vez que le dabas la vuelta a la “cara frontal”, las inscripciones del lado contrario desaparecían.

-        Thalassiano -dijo Danriel, quien era el que se había arrodillado para ver el contenido de este, lo tomó y lanzó a Valenric- ¿qué significa esto?

Valenric estudió durante unos veinte minutos el cubo, hasta que finalmente, llegó a una conclusión.

-        Ni idea.

 

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