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Nikita.

Año 21 después de la 3ra Guerra.

Las superficies nevadas de Northrend eran implacables para aquella Avanzada pues sus botas y demás indumentaria no estaban diseñadas para efectuar operaciones en semejante clima de tormentas de nieve y ventiscas heladas que punzaban la piel hasta los huesos y asfixiaba. Algo que tampoco dejaba respirar haciendo más y más difícil el desplazamiento, pues las botas se hundían en la nieve con cada paso. Cubiertas sus cabezas con sus capuchas y sus cuerpos forrados en sus capas, comprobaron que el diseño militar Sin’dorei no era muy efectivo en las tundras de este continente helado. En comparación con sus singulares compañeros aliados, asignados en la Avanzada recientemente, cuyo reptar formaba un inestable sendero que ellos trazaban en la nieve con sus escamosos y nervudos cuerpos (que parecía no sentir las inclemencias ni las ventiscas) con el cual también se abrían paso por entre muros y muros de nieve y sus tormentas; Estos seres conocidos recientemente como Los Naga estaban bajo la tutela de Lady Vashj (que a su vez estaba al servicio del elfo Cazador de Demonios Illidan), cuyas órdenes a estas tres unidades fue la de asegurar el éxito de la misión asignada a los Sin’dorei de destruir toda vía, bifurcación, puente, ruta, atajo, señalización, que condujera a Icecrown refuerzos de La Plaga del príncipe Arthas cuyo objetivo era coronarse a toda costa y lo más pronto posible con el yelmo de dominación y de una vez por todas ser uno con Ner’zhul sea cual fuere el precio.

Enterados del arribo en las costas de Northrend del Príncipe y sus putrefactas huestes, Los Elfos de Sangre, renombrados así por su amado Príncipe Kael’thas Sunstrider en honor a sus seres queridos caídos defendiendo el Alto Reino, se pusieron inmediatamente manos a la obra y casi que de forma anticipada a volar por los aires todo puente y señalización con artefactos explosivos enanos misteriosamente encontrados en su camino hacia Icecrown y posibles pasos por los cuales la profanada logística militar pudiera servirse y llegar antes a destino. 

Congelados, la singular Avanzada (compuesta por tres Naga: Una Bruja de Mar y dos Mirmidones. Y por cinco Elfos: Dos Errantes, un Arcanista y su aprendiz bajo el mando de un Sargento espadachín), hacía su mejor esfuerzo para llegar de forma eficiente a uno de los últimos puentes salvaguardados que antes habían visualizado en su camino, pero que decidieron no demoler por el momento, pues podrían servirse de él para el tránsito de logistica, pero que en definitiva y tras consultarlo y meditarlo varias veces decidieron, sin embargo, enviar una Avanzada con explosivos a demolerlo de una vez por todas, a pesar de su ubicación estratégica, y así asegurarse la ya autoproclamada victoria que por tácticas de guerra, como esta, de desaparecer del mapa itinerarios y creando obstáculos para el enemigo, podría brindarles.

 Los soldados asignados a salvaguardar el puente debían haber estado allí esperando ordenes, pero los diez efectivos apostados nunca fueron localizados a la llegada de la Avanzada.

El Sargento Mugen Alconnor después de haber llegado a la zona y haber hecho un reconocimiento en todo el perímetro, pues parecía no haber signos de vida, con un trotecito avanza y deja atrás a los demás; Llega al centro de la zona y se retira su capucha de su cabeza llena de nieve desvelando una melena roja como la grana larga y lisa, un par de orejas largas y amoratadas, una nariz respingona con escarcha y comisuras y labios finos y amoratados. Sus ojos eran profundos y sin embargo claros. Con facciones cuadradas.

-¿Dónde están… que paso en este lugar? -Se pregunta a sí mismo y en susurros el Sargento después de echar un último vistazo a sus alrededores.

-Señor debemos poner los explosivos en el puente y acabar con esto para continuar borrando los otros caminos. -Dice casi en susurros melodiosos que por poco se pierden en el fuerte soplo gélido de la atmosfera una de las Errantes que se aproximó con actitud desenfadada y manteniendo en todo momento el control y el sigilo-. Señor pongámonos todos a colgar los explosivos y detonar las cargas lo antes posible. -Sugiere la Elfa que al mismo tiempo va despojándose de su capucha llena de nieve dejando a la vista una melena de cabellos largos y ondulados. Una cascada dorada que no la sujeta ningún accesorio para el cabello corre por su pequeña espalda hasta llegar a sus caderas si la viéramos sin su capa puesta. Sus ojos delineados eran claros y recordaban a la tonalidad turquesa del cielo sin nubes, unas cejas largas combinaban con sus diminutas y finas facciones sonrojadas junto con una diminuta nariz y boca amoratada. Frunciendo el ceño echa hacia adelante unas orejas largas amoratadas como estando alerta a la reacción de su sargento.

-Haremos lo que dices después de averiguar la ubicación de los soldados que deberían de estar aquí en sus puestos esperándonos… Es imposible que hayan desertado. -Dice el sargento mientras de su boca emana el halito propio de la respiración. Volviendo a encontrar la mirada de la Elfa que a pesar de ya haber recibido órdenes sigue clavada en su posición, el Sargento Alconnor distensiona su voz y de forma más relajada dice: -Si quieres ve tu misma a poner las cargas mientras que el resto peinamos la zona en busca de algún rastro Nikita. -Ordena mientras deja escapar más vapores cálidos de su boca.

La Elfa asiente con la cabeza esta vez y se apresura a arrebatarle de su hombro una mochila llena de explosivos a su compañera Errante que es casi la misma imagen de ella sino fuera por su más baja estatura. -Kriem revisa en la mochila de los suministros si esta la faltriquera con la mecha y los detonadores… ¡Date prisa! -Kriem al ver lo afanada que estaba su compañera empieza a revisar los bolsillos de la mochila en donde solo encontraba raciones de comida y algunos otros accesorios como calamos, papiros, ceras de vela, frascos con tinta, recipientes de agua arcana ardiente, tabaqueras de cuero… entre otras cosas. -¡No lo encuentro! -Exclama mientras se percata de que el Sargento reúne al resto de su Escuadrón para ponerse a buscar rastros de los otros. -Te lo alcanzaré todo cuando lo encuentre ¿de acuerdo? -Dice Kriem con una voz pueril mientras se apresura a reunirse con los demás.

-Habrán bien sus ojos, algo debió suceder aquí como para que encontremos este lugar así. La luz de este paramo helado ya casi se desvanece, por lo que aconsejo ser presto y volver aquí cuanto antes. Shal’azshaka tu deberás hacer lo mismo con tus Naga. Dispérsense y hagan un reconocimiento lo más rápido posible-. La Sirena Naga con un gesto casi imperceptible asiente al Sargento Sin’dorei y con un ademan pone en marcha a los dos Naga que la acompañan.

Shal’azshaka es una Sirena esbelta con cola de pez traslucida de colores iridiscentes, su delgada espalda esta custodiada por crestas dorsales hechas de gruesa membrana traslucida que llegan más arriba de su cabeza coronándola, reemplazando así una melena. Su piel escamosa es verde azulada y sus cuatro brazos delgados y largos sujetan dos afilados sables cada uno en sus costados, sus facciones y ojos eran a pesar de todo de una gran belleza, sin embargo, en su boca poseía unos dientes aserrados que cuando rugen en el fragor de la batalla estos adoptan una imagen terrorífica. Muy al contrario de su género opuesto, pues la cola de pez de los dos Naga que la seguían era gruesa y punto de partida de sus crestas dorsales trazándoles hacia arriba toda su ancha espalda por toda la vertebra hasta formarles una cresta trasera en la cabeza ancha, cuadrada y reptiliana. Sus mandíbulas cuadradas probablemente tiene músculos poderosos y su paladar al igual que sus mandíbulas están tapizadas por filas y filas de dientes aserrados dándole forma a unos hocicos cocodrilescos y de lenguas bífidas. Los hombros, bíceps y triceps eran como nervudas colinas escamosas y sus manazas sujetaban un pesado tridente cuyas puntas y pomo parecían tener corrosión por el agua salada, o talvez se trataba de un tipo de liquen. Sus membranas nictitantes al efectuar el parpadeo revelaba unos ojos con pupila larga en vez de una redonda y la esclerótica era amarilla y parecía estar inyectada con sangre.

Mientras los Naga cubrían la parte este de la zona del puente los tres Sin’dorei junto con su Sargento dieron media vuelta y se encargaron de inspeccionar la zona oeste.

-¡Aprovecharan y abandonaran la misión! ¡Lo se! Puedo verlo en sus astutos rostros -Dijo el Arcanista Fuegonegro acompañado de una mueca de desagrado que hizo con su boca torciéndola-. Solo se limitarán a ver desde la distancia si nosotros llegamos a correr algún peligro de emboscada. El Sargento al tener que escuchar siempre las necias palabras de su mago asignado inhala aire para mantenerse imperturbable y cierra por tres segundos sus ojos. -No nos separaremos tanto, solo vamos a inspeccionar aquella caverna y aquella caseta desvalijada y volveremos de inmediato. -¿Escuchaste eso Damian? Palabras propias de alguien que se confía. ¡Deja ya de tintinear esos dientes y presta atención a lo que puede pasar chico! -Replica el Arcanista Fuegonegro a su aprendiz.

El joven elfo aterido se encontraba aferrado a su capa y sudando frio. Era solo un joven lánguido y de menuda estatura. De su capucha llena de nieve se le escapaba unos cuantos mechones de cabellos negros largos y lisos. Sus ojos ya comenzando a ser irradiados por el consumo de magia vil de los cristales, estaban entornados junto con sus cejas negras llenas de escarcha. Una nariz ya quemada por el frio adoptaba un color rojizo, y sus orejas, cara y boca estaban desprovistos ya de todo color saludable dejando un aspecto fantasmagórico y sintomático. Muy al contrario de su tutor que a pesar de tener la misma descripción de ojos y cabello, andaba con un rictus torcido mostrando los colmillos acompañado de solo rebuznes de su nariz y su rostro siempre se veía contraído por muecas de desagrado y gestos socarrones junto con unas orejas siempre echadas hacia atrás insinuando quizá, que en cualquier momento, en el menos esperado atacará, sea lo que fuere lo que se le cruzase en el camino.

Kriem, viendo el mal aspecto de su compañero, de la mochila saca una manta y enrolla al elfo lo más que puede para protegerlo un poco más de la intemperie que se imponía, y con su delgado brazo cubre la espalda del joven sobando y haciendo fricción. Al hacer esto se dio cuenta que al desenrollar la manta se cayó al suelo nevado una faltriquera en la cual asomaba una cuerda gruesa enrollada. -¡La mecha de Nikita! -Cae en la cuenta la Elfa que de inmediato repara en ella y recogiéndola corre al puente para darle lo encargado a su compañera.

Nikita, con ojos entornados y con unos cuantos de sus mechones dorados revoloteándole en su rostro, apartándoselos una y otra vez con sus puntiagudos dedos, se encontraba en el centro del puente ajustando una gran cantidad de explosivos que atravesaba este por la mitad con la intensión de que la estructura se dividiese en dos partes y dejando así un enorme cráter inaccesible que con algo de suerte, quizá, se precipitaría a la corriente congelada del rio demoliendo por completo todo posible paso. De soslayo la Elfa se percata de que su joven compañera se apresura hacia el puente; Pero de repente y sin previo aviso los cimientos en los que estaban apostados todos los miembros de la Avanzada se comenzaron a agitar y a sacudir de manera cada vez más y más violenta. Los epicentros eran exactamente el extremo sur del puente en el cual se efectuaba el temblor más violento y el tramo despejado en el cual Kriem se encontraba marchando al encuentro de su compañera. Sujetándose de la baranda del puente con sus pequeñas manos, Nikita abre sus ojos de par en par tratando de comprender que rayos es lo que sucede y al mismo tiempo asegurándose de que la carga explosiva se mantuviera firme en su puesto bien ajustada. Al girar su rostro y encontrar su mirada con la de su joven compañera, Nikita hace ademanes a Kriem de que regrese por donde vino a reunirse de nuevo con el Sargento; pero al dirigir su vista hacia el Sargento y los demás, estos de forma apresurada ya se habían lanzado hacia la caseta y con pecho al suelo habían reptado hacia ella.

La joven Kriem al percatarse de que tenia que replegarse de forma sigilosa, miro hacia sus alrededores en busca de algún escondite que le quedara más cercano; Sin embargo fue en vano la búsqueda pues el tramo en el que se encontraba era llano y repentinamente parecía estar cediendo bajo sus pies. En busca de una vez más de la mirada de Nikita, Kriem, al encontrar de nuevo sus miradas, arroja la faltriquera con la mecha en dirección hacia su compañera, quedando esta a unos treinta pasos de la rampa norte del puente. Seguido, Kriem, ya sea por reflejo o por instinto echo a correr hacia un lado, pero por las agitaciones y sacudidas violentas de la tierra sintió como sus pies se quedaron de repente sin pista precipitándose al fondo del helado cráter que empezó a emerger de las profundidades. Nikita como única alternativa que tenia se echó pecho al suelo para quedar fuera de vista y girando su cabeza a todos lados en busca de potenciales peligros, descubrió que kriem en un abrir y cerrar de ojos había sido engullida después de haberle lanzado la faltriquera casi borrándola del mapa completamente. Seguido, los sonidos de unos fuertes resquebrajos capturaron su atención debajo de ella. La gruesa capa de hielo de la corriente que pasaba por debajo del puente se agrietaba en varios pedazos emergiendo en ebullición las gélidas aguas y liberandolas.

De las profundidades de la nieve despertó una fuerza jamás predecible hasta el momento. Unas criaturas de pesadilla emergieron congeladas de los mismísimos abismos de las entrañas del mundo. De los túneles tripofobicos recién formados reaparecieron de lo más oscuro unas criaturas arácnidas de un tamaño desproporcional. Seguido, unos humanos de vestimentas oscuras y aspectos demacrados salieron a la superficie con una actitud de lo mas de natural y jovial. Estos seres arácnidos de variopintos colores purpúreos por causa de sus tres pares de patas (tres en un costado y tres en otro) ganaban mucha altura y se clavaban del suelo por medio de unas pezuñas bovinas repobladas de pelo y vendas desajustadas. El tórax de estas criaturas cuenta con dos apéndices que vendrían a ser el homólogo de brazos envueltos en vendas desajustadas. Sus cabezas sumergidas en sus tórax mostraban dos enormes colmillos ennegrecidos y espumosos que detrás de estos se podían encontrar ocho ojos muy juntos unos más grandes que otros. De su abdomen, cubierto de un exoesqueleto, semejante a las partes traseras de una araña, era de donde emergía las seis patas con las que se sostenían, y punto de partida de una peluda cresta áspera, poblada y erizada que finalizaba en su nuca.

-¡Nigromantes! -Pensó para sus adentros de forma acertada Nikita. Sintiendo un vacío en su estómago y un desplome casi como un semi desmayo-. Estos ocultistas junto con estos Demonios de la Cripta, fueron los que irrumpieron en Quel`thalas y efectuaron el genocidio con su fuerza innata y poderes prohibidos. La Elfa agazapada comenzó de un momento a otro a respirar agitadamente, dejándose capturar más y más por el pánico comenzó a mover de una forma desesperada su cabeza de un lado para otro buscando una posible ruta de escape. De repente y de forma muy sutil ve por las rendijas del piso de madera del cual estaba echo el puente una delgada mano verde azulada agitándose precisamente para captar su atención. Se trataba de Shal’azshaka que sumergida en las aguas de la corriente asomaba una de sus manos a la superficie por entre las grietas de la capa de hielo haciendo chasquidos con sus dedos y ademanes de saludo. Sin disimular, hace un gesto de desconfianza con su rostro y entregándose ya casi por completo al pánico, gira su cabeza una vez más para un lado y para el otro de forma violenta buscando una forma cualquiera que sea de escapar. Sin embargo, viendo como la pequeña mano de la Sirena insistía con sus chasquidos y ademanes, Nikita, en un momento de coherencia deja de respirar tan fuerte y controla su hiperventilación; seguido empuña sus manos y cierra sus ojos con fuerza, intentando talvez de esta forma recuperar su autocontrol. Echando una vez más una mirada a los explosivos ajustados en la madera, se toma unos cuantos segundos para decidir si abandonar el material explosivo dejándolo a merced del enemigo o desajustar el madero para así darle vuelta y quedar aquello guardado por debajo del puente. Nikita toma una decisión…

Reptando se devuelve una vez más hacia su trabajo con los explosivos. Después de verificar que aquello estaba supremamente ajustado en el enorme madero, se dirige hacia uno de sus lados llegando a la baranda y empieza a jalar hacia arriba la punta del madero para aflojar sus clavos y de forma sigilosa, pero a la vez con una fuerza que no supo de donde encontró comenzó a trabajar con empeño en ello. El tiempo transcurría rápido y al mismo tiempo apremiaba, Nikita sintió que paso una eternidad en aflojar uno de los lados del madero; Cuando por fin lo logró de inmediato se dirigió al otro lado para también comenzar a aflojarlo. De repente la atención de la Elfa se desvió hacia unos chasquidos más intensos cuyos dedos de la mano empezaron a señalizarle una cima cubierta de nieve la cual se encontraba al frente de ella. Al volver su mirada al frente se encontró con la escena de unos tres de esos Demonios emergiendo desde el otro lado y ya casi coronando la cima después de haber efectuado una ronda de patrullaje. Al percatarse del peligro de ser vista, y por la descarga de adrenalina que sintió en el momento, desajusto el lado del madero de un solo jalón de un impresionante tirón casi abrazándolo y despidiendo este esquirlas por todos lados, decidió instantáneamente darse vuelta junto con el madero dejando unos cuantos clavos apuntando hacia el cielo y su cuerpo colgando debajo del puente. La Sirena al ver lo astuta que resulto ser la Elfa quedo quieta por un momento expectante. Seguidamente, sus miradas se encontraron y la Naga pudo ver como sus cabellos dorados revueltos colgaban de su cabeza y otros mechones ocultaban su rostro y parte de sus ojos. Colgando de sus dedos sujetados de los resquicios, y las puntas de sus botas enredadas en otros resquicios que le machucaban los empeines, se manifestaba una escena de un astuto primate colgado, escondiéndose y a la vez desafiando la gravedad.

Tomando la mano que le ofrecía Shal’azshaka Nikita se soltó y se deslizó descendiendo hacia una de las capas quebradas de hielo en el que de todas formas siguió agazapada con pecho al suelo para prevenir a toda costa ser vista. Mientras la Sirena conducía hacia el oeste el improvisado esquife, los Naga servían adelante semi sumergidos como rompehielos o simplemente apartaban del camino las capas quebradas que obstaculizaban. Al llegar cerca de la rivera de la caseta desvalijada donde se encontraba el resto de la Avanzada, los cuatro escurridizos una vez más reptan agazapados hacia el umbral de la caseta. Ninguno imagino la escena que encontrarían después de haberse replegado allí en aquella estructura inestable y haber echado un vistazo en todas las esquinas.

-¡Nadie!... ¡Absolutamente nadie! -Exclama la Elfa que quedó de repente petrificada y con la mirada confundida.

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La Elfa se encontró preparando su cimitarra para luchar con cualquier patrulla de La Plaga que se atreviera a rondar cerca de la caseta, al mismo tiempo que veía como los dos Naga con sus tridentes se mostraban imperturbables y como recostaban sus brazos semi cruzados de manera jovial en estas armas clavadas en el suelo, mientras dirigían su mirada hacia el paisaje que brindaba el único umbral. Al ver la actitud indiferente de sus dos compañeros, Nikita entiende el mensaje que los dos Naga le querían transmitir de que no van a obedecer las instrucciones de una chica y aprieta con su mano la empuñadura de su arma firmemente y dirige su mirada hacia el umbral. Camina hasta allí y asomando sus ojos desde un lado de la entrada cubriendo el resto de su cuerpo con la pared, hace un reconocimiento del área del cual hace poco estaba deshabitada. La zona del puente en un abrir y cerrar de ojos se convirtió en una zona de desembarco. De los recientes y numerosos túneles que emergieron de lo más profundo de la nieve después del temblor, pululaba sin cesar cientos y cientos de Demonios que, formando hileras de pelotones pasaban de sur a norte por medio del puente instruidos por unos cuantos Demonios que seguramente eran sus superiores.

-¡Shindu Fallah na! -Dice entre farfullos petrificada al contemplar semejante escenario terrorífico cuyas unidades aéreas, gárgolas y Wyrms, inundaban con sus terrores el cielo y seguían derecho talvez para continuar con su trabajo de reconocimiento.

-Al anochecer me sumergiré de nuevo en la corriente del rio y me acercaré para oír lo que sea que pueda darnos una idea del porqué de este enorme despliegue de Fuerzas. -Dice entre susurros La Sirena Naga que, deslizándose apareció repentinamente por un costado. Al encontrarse con la mirada de la Naga, la Elfa empieza a negar con la cabeza…

-No… debes ayudarme con el rescate de mi compañera. -Dice entre susurros quebrados mientras sostiene la mirada de la Naga.

-Ella cayó cerca de ese tramo que esta frente a nosotros. Si no hacemos algo pronto, se congelará. -Propone la Elfa mientras vuelve su mirada otravez a la zona del puente.

De repente, juntas advierten con su mirada, de que un Nigromante se aproxima a paso resignado hacia el tramo que hace poco Nikita había mencionado. Horrorizada la Elfa abre sus ojos de par en par al ver a este desgraciado acercarse a Kriem. -¡Maldicion! Exclama apretando los dientes y rechinándolos. Seguido, se encuentra una vez más con la imperturbable mirada de Shal’azshaka a lo cual esta empieza con su cabeza a negar resignadamente. A pesar de haber desenfundado su cimitarra, la Elfa solo podía limitarse a sujetar la empuñadura con más presión pero nada más. Ambas guerreras se limitan a ver desde el umbral al Nigromante acercándose cada vez más al tramo sumergido en la nieve.

El Nigromante con actitud resignada, indiferente y esquemática, llega al borde de la fosa común llena de cuerpos destinados a ser reanimados para así engrosar aún más las Fuerzas profanadas. Así es. La joven Kriem se encontraba en una fosa común rebosante de cuerpos conservados por el frio que con el temblor emergió lista para el ritual de los ocultistas el cual solo unos ya habían arribado, pero que sin embargo, faltaban otros para dar comienzo al ritual de resurrección en masa.

Paseando su mirada por sobre las huestes inactivas, el Nigromante efectúa con sus manos unos armoniosos movimientos que de forma estroboscópica empieza a emitir una brillante energía infectada de una tonalidad verdosa, y entonando unas notas guturales, unas oraciones ininteligibles se manifiestan de su ronca garganta dando como resultado, después de unos cuantos segundos, la reanimación de unos cuerpos desalojados de sus entrañas y algunos otros desprovistos de sus extremidades. Uno que otro cuerpo se reanimo sin sus extremidades inferiores. Viendo este resultado el Nigromante, de algunos lacayos sin piernas, atravesó con su bastón los cráneos de estos devolviéndolos una vez más al descanso. Seguidamente, el Nigromante niega con la cabeza, y patea estos cuerpos incompletos empujándolos nuevamente de vuelta al foso.

Quedando expectante al ver como el Nigromante se aleja después de haber hecho su ensayo de campo reuniéndose de nuevo con las huestes que cruzan de sur a norte, la Elfa dibuja una pequeña sonrisa y queda asombrada al enterarse de que talvez, posiblemente, la joven Kriem se hizo la muerta echándose unas cuantas extremidades congeladas encima.

-¡Es posible que aun siga con vida Shal’azshaka! ¡Aun podemos sacarle de ahí! -Exclama la Sin’dorei mientras se queda viendo a la Naga aver si esta muestra algún gesto en su inexpresivo rostro cuyos ojos seguían contemplando la zona. Sin embargo, de improviso las dos advierten que aquellos cuerpos reanimados que pasaron el control de calidad del Nigromante, se acercaban a paso lento hacia ellas. Quizá esta era la intención de reanimar algunos cuantos cuerpos; Que estos zombies se encarguen de hacer un reconocimiento de todo el perímetro.

La Naga replegándose hacia una esquina oscura y húmeda, con dos de sus cuatro manos desenfunda sus sables y le insinúa a sus dos Mirmidones que se preparasen de inmediato para la batalla. Mientras que la Sin’dorei se retira hacia otra esquina lejos del umbral con su cimitarra preparada. Encontrando sus miradas, los cuatro guerreros se preparan para el encuentro con lo que sea que pase el umbral y así emboscar.

En un silencio sepulcral los restantes miembros de la Avanzada se agazapan y contienen sus respiraciones para así evitar vapores y sonidos propios de los seres vivos. El tiempo empezó a correr más lento, ya sea por la descarga de adrenalina o por sus instintos que comenzaban a entrar en calor. En unos cuantos segundos empezaron a sentir que sus cuerpos les ardía y que con cualquier sonidito o avistamiento del enemigo soltarían la deflagración. De repente escucharon un golpeteo en la madera… era casi como cuando alguien llama a la puerta.

-¡knoc! ¡knoc! Se escucha una vez más en el recinto…

Los cuatro guerreros giraban su cabeza bruscamente de forma aleatoria buscando con sus ojos el lugar de donde provenían los golpeteos. -¡Psst! ¡Aquí! ¡Oigan! -Susurra una voz grave que, empezando los cuatro guerreros a detallar el sonido, se trataba de nada más ni nada menos que de la voz del Sargento Alconnor -¡Psst! ¡Deprisa!... Al llegar todos con su mirada a encontrar el punto exacto de los susurros, Una vez más, todos los cuatro cruzaron miradas como proponiéndose si revisar el punto o quedarse en sus posiciones. Al unísono, de repente todos decidieron por reflejo correr hacia aquel punto y cuando lo hacían de improvisto se levantó una gran puerta del suelo de madera cuyo portero era el Sargento Alconnor dando inmediatamente instrucciones con su khopesh y amenazantes ojos que de forma presta trajeran sus miserables existencias a esconderlas aquí.

Una vez adentro el Sargento cerró la puerta sigilosamente con una mano mientras que con la otra sujetaba firmemente la afilada khopesh dejando entrever su brazo nervudo, que emergía de su ancha hombrera de acero. Teniendo su escuadrón listo para acatar sus órdenes detrás de su espalda, el Sargento se limita a mirar hacia arriba por los resquicios de la puerta de madera en el peldaño más alto. Mientras que los demás miraban a su Sargento expectantes y sin mover ni un solo musculo.

Seguidamente, trascurrieron unos bastantes angustiosos segundos en los cuales todo se sumergió en un sepulcral silencio y densa sombra. De repente se comenzaron a escuchar unos andares débiles arrastrados sobre la nieve que comenzaron a aproximarse lentamente hacia la caseta acompañado de extraños lamentos y gemidos lúgubres.

Unos seres desprovistos de toda señal de vida gradualmente invadieron el recinto y de forma errática se quedaron ahí un buen rato. Unos se quedaban largo rato mirando hacia la pared, a pesar de tener sus cuencas vacías; Mientras que otros dibujaban lentos círculos de forma errática bajo el amparo del recinto. El tiempo transcurría… los muertos vivientes pacientemente esperaban y a la vez inspeccionaban; era su forma de patrullar. Esperando los sonidos propios de los vivos para atacar.

Después de un interminable ejercicio de sigilo echo por la Avanzada, los desordenados muertos porfin empieza su retorno deslizándose escabrosamente hacia el umbral de salida. El Sargento con su atención puesta en los resquicios por donde entraba cierto tipo de luz grisácea, veía como algunos cuerpos desprovistos de toda prenda se arrastraban penosamente con unas extremidades y torsos congelados y con síntomas propios de la post mortem. Cajas torácicas vacías, fluidos ennegrecidos escurriendo y cuellos quebrados que dejaban ladeadas las cabezas pasaban el umbral una y otra vez.

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Descendiendo aquellos holgados peldaños esculpidos en la roca se encontraron todos después de superar el encuentro con los muertos. Enfundando una vez más sus armas llegaron hasta una cámara bastante amplia que era sostenida por algunas columnas cuya silueta podía vislumbrarse más o menos a través de la penumbra que cobijaba la estancia. Esta cámara parecía las ruinas bien conservadas de algún tipo de civilización. Sumergiéndose Nikita, más y más en la cámara abovedada podía visualizar en los muros, gracias a un fuego fatuo que emanaba del bastón del Arcanista, unas figuras talladas que a simple vista parecía no haber sido terminadas. Sin prestarle más atención a lo que le rodeaba, la Elfa se dirige hacia el Sargento con aire urgente.

-Señor… debemos volver a la superficie lo más pronto posible, me temo que contamos con muy poco tiempo pues, según mis suposiciones, en la fosa que se creó después de agitarse la tierra debería est… -¡Lo sé! -Interrumpe el Sargento de forma algo impetuosa-. -Sé que nuestra joven compañera quedo atrapada en un cráter, tenemos muy poco tiempo para concebir un plan tan siquiera coherente que pueda ayudarnos, y como puede ver apenas tuvimos oportunidad de salir airosos de una situación que nos arrastra cada vez más a tener pocas oportunidades. Además, tenemos a nuestro otro joven recluta lívido y rayando en lo fantasmagórico. -Al comunicar esto el Sargento se soba el centro de sus ojos con la yema de sus dedos mientras que con la otra mano, señala a Damián. El elfo al percatarse de que está siendo centro de atención, trata de poner su espalda erguida y cesar en vano su tiritar.

Damian, forrado en su capa y mantas, tiritando sostenía con su amoratada mano su bastón con un mortecino fuego arcano, y escondía sus ojos semi irradiados con la capucha desajustada, mientras que con la otra mano aferraba en su pecho todas las puntas de las mantas que cubrían su espalda. Podía verse, con embates luminosos de su propio fuego, como su rostro sudaba y sus amoratados labios comenzaba a resquebrajarse. El Sargento, al ver que empujo al chico hacia una situación vergonzosa, él mismo se le acerca y empieza abrazarlo con un brazo y hacer fricción en su espalda para luego, retirarse a una esquina y atender su transpiración.

-¡Deja de sudar chico! El sudor se convertirá en hielo en tu cuerpo y será peor. -Dice mientras enjuga con una punta de las mantas la frente de Damian. -Fuegonegro ¿Puedes hacer algo que beneficie a nuestro chico? El Arcanista con aire socarrón desvía la mirada desdeñosamente y carraspea para hablar. -Es la sed de magia. Yo también me encuentro en el límite, el chico necesita nutrirse inmediatamente de una dosis Arcana preferiblemente vía Sifón.

Al escuchar esto la mirada del Sargento se pierde en las densas sombras de la estancia sin decir nada.

-Hemos encontrado en el otro extremo de la cámara otro paso que conduce de forma subterránea a la caverna que vimos cerca de la caseta Sargento. -Reporta Damián de la forma más precisa posible sin tartamudear-. Aquellos que se aventuren por ese túnel deberán andar en silencio pues las numerosas estalactitas que cuelga en las partes superiores de la caverna no toleraran ser perturbadas en su remanso y atacaran cayendo sobre vuestras cabezas. -El Sargento, buscando entre las sombras de la capucha los ojos de Damian asiente a sus palabras confirmando que tendrá en cuenta su informe.

¡Nikita! ¡Escucha! -Exclama con cierta agresividad el joven elfo demandando la atención de su camarada-. Yo era el encargado de llevar todas las cargas explosivas que encontramos hace días en aquellos barriles enano abandonados en nuestro camino hacia Icecrown junto con los Naga -El joven carraspea pastosamente-. Como ya sabrás, cuando empezó a fallarme la vitalidad, nuestra camarada Kriem me ayudo con la mitad de los bartulos.. -Nikita viendo la seriedad de Damian en sus palabras asiente-. -Si lo sé, yo misma les ayude a dividir. -Seguido, después del elfo haberse explicado, se inclina dificultosamente para tomar con su mano una mochila semi pesada para después arrojarla en un punto del suelo en el cual fuera vista por todos los presentes.

Todos, mirando expectantes como de la mochila asomaba los bordes de unas cuantas cargas explosivas, atienden con sus oídos las palabras del joven Elfo que comienzan a entonarse de una forma desvanecida. -Los tres detonadores de las cargas explosivas se encuentran allí junto con otra faltriquera con mecha Nikita. Asegúrate… de que todo… se encuentre en buen est… -Dice Damian mientras se desploma interceptado oportunamente por el Sargento Alconnor. Este, al ver el lamentable estado en el cual se encontraba sumergido su joven camarada, se lo carga llevándolo en brazos hacia una base pétrea que sobresalía del húmedo suelo en donde pudo recostarlo. Los catarros no se hicieron esperar uno cada vez más sonoro que el otro; Teniendo el Sargento que tomar la decisión de poner una manta sobre la cabeza (de por si ya cubierta por la capucha) del joven para evitar sonidos que los delatasen.

-Deberíamos huir ahora que todavía se puede; ¡No sé porque seguimos perdiendo el tiempo con todo esto! -Exclama el Arcanista Fuegonegro mirando con desdén la mochila con los explosivos.

-¡Debemos cumplir con nuestra misión Sargento! ¡Ese puente que está ahí fuera lo está usando el enemigo! Muchos de los nuestros se verán en un grave peligr… -discrepa la Elfa que sin embargo es interrumpida súbitamente por el Sargento.

-¡Tengo un plan! El tiempo apremia y necesito que todos se pongan manos a la obra de inmediato. Con este plan saldremos todos con vida de aquí sin excepción. -El Elfo guarda silencio por unos breves momentos como si estuviera repasando mental y minuciosamente su plan-. Lo primero, es forrar esta estancia de cargas explosivas con su respectivo detonador. Después nos aseguraremos de que una carga quede bien preparada, allá arriba en la caverna, para desatar una lluvia de estalactitas justo en el momento indicado. ¡Nikita! Tu iras por Kriem. Darás un rodeo saliendo por el umbral de la caverna, amparada por la noche que se aproxima, mientras nosotros provocamos el choque de nuestros aceros contra esos malditos en el umbral de la caseta; Solo como una trampa para atraer el mayor número posible para luego enterrarlos aqui. Los que logren seguirnos por el túnel subterráneo acabaran con sus cabezas perforadas por las estalactitas. Después reptaremos hasta el esquife improvisado, esperaremos allí a Nikita y su rescate y nos escabulliremos por el rio. Todo se convertirá en una confusión para ellos y para nosotros será la distracción. ¡No huiremos sin los nuestros! -Decreta el Sargento para el Arcanista Fuegonegro mientras lo señala con un dedo-. ¡Y al diablo el asunto con el puente! -Sentencia y señala con el dedo esta vez para Nikita-. Siento el deber de sacarlos a todos de aquí. Y eso es lo que hare ¡Saldremos de aquí y sobreviviremos!

Después de haber recibido las ordenes de su Sargento, cada uno se entregó esmeradamente en la tarea de ensamblaje de la trampa de forma eficiente ya que el tiempo apremiaba. Una vez que la operación en la cámara estuvo concluida, el Sargento junto con Nikita y la Sirena, avanzaron por el túnel subterráneo desembocando en la caverna de hielo. Cuanto más se acercaban al umbral, más se agazapaban en la densa sombra helada de la joven oscuridad nocturna. La luna se encontraba en su plenilunio, lo cual obligaba a las sombras a juntar su etérea presencia en capsulas homogéneas que eran embestidas por las refulgencias lunares que cada vez más las empujaban a esquinas recónditas. Tres siluetas escurridizas solo se podían detectar con la efímera refulgencia que emitía los escasos parpadeos de sus ojos. Siendo un solo ser con las sombras alcanzaron el umbral. Con el pecho al suelo se dedicaron a hacer un reconocimiento del área: Pelotones y pelotones de criaturas arácnidas cruzaban sin cesar el puente de sur a norte sumergidos en un silencio sepulcral sordo y melancólico.

Con respiración algo agitada al ver semejante escena, Nikita se percata que una vez más un desgraciado Nigromante con actitud resignada, indiferente y esquemática, se encamina hacia la fosa común en donde la joven Kriem seguramente aguarda su rescate.

Dibujando un rictus la Elfa en susurros protesta: -¡No!… no de nuevo. Sargento ese Nigromante se dirige hacia el escondite de Kriem. Una vez llega, empieza con una salmodia que como resultado revive algunos cuerpos que seguramente están muy cerca de nuestra joven. ¡Es muy arriesgado y deberíamos actuar lo antes posible!

El Sargento sobándose su barbilla de forma animada analiza: -¡De acuerdo! Una vez el desgraciado haya terminado de levantar a los lacayos que necesite, te quedaras aquí y esperaras mi señal. Advertirás nuestro acero cantar y destazar desde el otro umbral -El Sargento señala la caseta que tienen adelante-. ¿De acuerdo? Esa será la señal.

Nikita asintiendo frenéticamente con la cabeza no dejaba de quitarle los ojos de encima al Nigromante como si se tratase de un depredador al acecho.

Sin embargo, las tres siluetas quedan por un breve momento expectantes para con el Nigromante y su ritual.

Con una coreografía estroboscópica que empieza a efectuar con sus manos, una luz, con enfermizas tonalidades verdosas, empieza a manifestarse y refulgir… Sin embargo el ritual es súbitamente interrumpido por el mismo Nigromante. Quedando este por unos breves momentos petrificado comienza a inclinar un poco más la cabeza hacia la fosa con intenciones de analizar más detalladamente su contenido. Súbitamente su rostro cambio del análisis a la sorpresa; Pues desgraciadamente se enteró de que los vivos se manifiestan en ella. El desgraciado, al percatarse del movimiento propio de los vivos, tambalea mientras desenfunda su daga de iniciado; Pues Kriem al ver que el enemigo acaba de detectar su presencia se lanza de un salto hacia arriba con una hoja de navaja sujetándola entre sus dientes mientras que con sus manos se enganchaba en la nieve y escalaba aquel borde de la fosa desesperadamente.

-¡Anar’alah Belore! -Exclama el Sargento entredientes y presionando con fuerza su rictus mientras se percata de como todo su cuerpo se enardece para prepararse para la batalla; Como si fuera él el que estuviese escalando esa fosa. De repente escucha como una cimitarra es desenfundada por una Elfa encolerizada que inadvertidamente se había levantado de un brinco.

Lanzándose al ataque hacia la lejana fosa, Nikita, de repente es interceptada y reducida en el suelo por una tacleada echa por el Sargento Alconnor.

Sin prestarle la menor atención a que fue lo que la derribo, Nikita forcejea entre unas tenazas nervudas que la sujetan para que no cometa una locura.

La sirena, al ver la oportuna reacción de Alconnor de retener a la Elfa ofuscada, de nuevo enfunda lentamente el sable que desenfundó en unos instantes… con oscuras intenciones… pues su mirada quedo clavada en el punto más vulnerable de aquella pequeña espalda de Nikita.

La ofuscada Elfa, contemplando la desastrosa escena, se siente de repente inepta de no estar allá junto a su compañera. Y con ardientes lagrimas que empezaron a emerger de sus ojos, ve como la oportuna ventaja en altura del Nigromante lo lleva a efectuar un contraataque con su daga clavando esta de forma certera en la yugular de Kriem.

Kriem, que se encontraba todavía terminando de escalar el borde de la fosa toma su hoja de navaja con una mano e intenta impactar a su oponente. Pero gradualmente los ataques se convierten repentinamente en débiles zarpazos cuyos impactos nunca alcanzan el blanco. Seguidamente, kriem hace una pausa de unos angustiosos instantes antes de caer sobre sus rodillas quedando sentada sobre sus pequeños talones. El Nigromante, al principio se limitaba simplemente a esquivar los golpes para después quedarse contemplando con bizarros gestos como su víctima es despojada de su frágil vida que poco a poco la abandona. Arrodillada, al querer tratar de entender lo que pasa, se lleva una mano al cuello y siente un cuerpo extraño alojado allí, en su clavícula. Seguidamente, se entera que la pequeña palma de su mano se encuentra empapada de una caliente sustancia carmesí oscura y espesa. Haciendo un gesto de resignación con un suspiro prolongado que emitió de su pecho, Kriem, deja caer su arma para entregarse a la paz absoluta.

Un cuarteto de Nigromantes corre al encuentro de su compañero. Pero estos al enterarse de la capitulación del encuentro, dejan de correr y simplemente se limitan a caminar y averiguar si el certero Nigromante se encuentra disponible para compartir con ellos su obra de arte improvisada en el hielo, y talvez, porque no, darle unos psicópatas retoques.

Viendo como se reunía aquel asqueroso e infecto aquelarre de viciosos y funestos Nigromantes, Nikita, trataba de entender, lo que acababa de acontecer, con rebosantes lagrimas que surcaban sus mejillas sonrojadas. Aferrándose a la empuñadura de su cimitarra con toda la fuerza de sus manos, se mostraba disponible para que, en cualquier momento, se desatara la orden convenida por su Sargento, y empezar a chocar aceros. Sin embargo la orden nunca se dio, y muy al contrario Nikita empezó a notar como estaba siendo forzada a replegarse.  Shal’azshaka, al entender toda la situación, se limitó simplemente con una actitud indiferente y apática a colgar en un lado de la caverna la carga y desplegar la mecha hasta la entrada lista para presionar su detonador.

Los desconsoladores sollozos de la Elfa perturbaron de repente la taciturna oscuridad de la cámara provocando que los Mirmidones, Fuegonegro y Damian, se alteraran y clavaran sus ojos atentamente en el túnel del cual emergía tres mortecinas y desmoralizadas siluetas. Alconnor, sujetando con un abrazo a su compañera, la jala hasta llegar a reunirse con los demás y la obliga a sentarse junto a Damian. Fuegonegro, con brazos cruzados y con una mirada que le sostenía al Sargento le preguntaba que diablos pasaba: -Es Kriem… ya no podrá venir con nosotros. -Dice el Sargento mientras el Arcanista simplemente se limita a torcer el gesto y con sus brazos cruzados girarse a mirar hacia otro lado. Damian, al ver el estado deshecho de la Elfa, intenta levantarse para al menos quedar sentado y consolar a su compañera, pero al intentarlo, sin embargo, y a pesar del esfuerzo que hace, el Elfo se deshace y queda de nuevo acurrucado en posición fetal con sus botas fuera de sus mantas. Resignado empieza a solicitar la atención de Nikita:

-Oye compañera, escúchame por un momento. Te voy a contar algo que talvez resulte de provecho si lo que quieres es vengarte más adelante. Puede que no sea hoy, puede ser que tengas que esperar mucho tiempo, pero el informe que te voy a compartir resultara de algún modo útil para tus posteriores planes para con esos Nigromantes y Demonios. Primero, quiero que mires a tu alrededor y te enteres de esas artes rupestres que nos rodean. ¿Notas esa cierta similitud que hay entre esos dibujos y nuestros arácnidos enemigos? -La Elfa, apartándose con sus puntiagudos dedos algunos cabellos que naufragaban en sus ojos, se esfuerza para salir un poco de su estupor y prestar atención a lo que le indicaba el Elfo-. Pues te revelare su significado:

Lo que nosotros conocemos como Demonios de la cripta en realidad son guerreros Nerubians resucitados. Estoy más que seguro que notaste que estos arácnidos se presentan semi envueltos en vendas. Eso es debido a que antes sus cuerpos estaban momificados descansando, antes de ser profanados por el Rey Exanime. Al principio, al poco tiempo de haber llegado el espíritu desmembrado de Ner’zhul y apostarse aquí en su forma gélida, cortesia de uno de los Señores Demonio de la Legion Ardiente; El orco Ner’zhul convertido ahora en Rey Exanime, empezó a descubrir su poder y a expandir su influencia hasta llegar a los túneles subterráneos donde residían los Nerubians, antiguo pueblo perteneciente a los qiraji. Estos seres, bien organizados como civilización, se ocupaban de sus seres queridos fallecidos de una forma adecuada y honrosa. Ner’zhul, sintiendo frustración por el hecho de que los Neburians vivos eran inmunes a La Plaga, se sirvió de sus cementerios y a pesar de la inquebrantable guerra de guerrillas que de forma impecable estaba llevando acabo los guerreros Nerubians para con los señores del terror y sus huestes, sus intenciones de expulsar de Northrend al Rey Exanime y sus agentes, se vieron extremadamente amenazadas corriendo todos un grave peligro ante la astucia de este Rey.

La mayoría de Nerubians fueron levantados para servirle a este desgraciado, pero sin embargo, algunos guerrilleros supervivientes continúaron con su intención, dejando así en evidencia que posiblemente, talvez, los enemigos de nuestros enemigos pueden llegar a ser nuestros amigos. Es la vida contra la muerte. Si por alguna coincidencia de la vida llegaras a cruzarte en el camino de los guerrilleros Nerubian, ya tendrías una carta a favor para deshacerte de esos Nigromantes y al mismo tiempo, ayudarles a ellos con sus muertos.

Nikita… ahora escucha lo que te voy a decir. -El Elfo después de pastosamente carraspear, se da cuenta que tenía la atención no solo de la Elfa sino de toda la Avanzada-. Hay dos poderosas armas de destrucción masiva en estos momentos junto a nosotros, más cerca de lo que crees. Justo aquí, en estas tierras, enfundadas por los nuestros. Las Ancestrales Felo’melorn y Quel’Delar.

-Empuñada una vez por el mismísimo Dath’Remar Caminante del Sol. En la Guerra de los Ancestros, Felo’melorn cerceno Demonios de la Legion con su letal danza afilada y marciales movimientos hasta hartarse, desde tiempos inmemoriales. Así mismo, Nuestro Rey Anasterian Caminante el Sol, se encargó de crear un rebosante rio de sangre Amani en las Guerras Trol junto con humanos del Imperio Arathoniano que en ese entonces eran nuestros aliados, para después caer valerosamente en el inevitable encuentro entre esta y Frostmourne.

Nuestro Príncipe, el que en estos momentos se encuentra guiando nuestras fuerzas en este miserable tempano helado, la lleva en su cinto encantado esperando el momento oportuno. El Arcanista Fuegonegro y yo acertamos en nuestra deducción una vez que tuvimos el honor de reunirnos muy de cerca junto a nuestro Príncipe.

-¿Ya empezaste a sentir como de tu quebrado corazón el Fénix renace? -Al anunciar tan semejante noticia el joven Elfo, todos los presentes al unísono giraron su cabeza hacia Fuegonegro que expectantes, jubilosos quedaron al asentimiento de este-. Pues deberías mi muy estimada amiga. Y eso no es todo, pues, La Ancestral y Legendaria Hoja Quel’Delar, la espada gemela de Quel’Serrar, está en manos de una valerosa soldado Elfa, fiel seguidora de nuestro Príncipe. Una soldado fiera y valiente. Me encargué de averiguar su nombre una vez que me inmiscuí entre las filas de nuestros hombres. Su nombre es Lana´thel. Y lo más seguro es que su furia la conozca hasta el mismísimo Príncipe Traidor. Que tu corazón se llene de calidez y gozo. ¡Pues nuestra venganza y victoria en estas tierras está garantizada y cada vez más cerca! -Después de concluir con estas palabras el Elfo, cerro los ojos y con una sonrisa dibujada en su rostro se durmió.

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Que melodía encantada resultó ser las palabras de Damian, en las orejas largas de los Elfos. -Si esto es cierto, nosotros los Sin’dorei seremos capaces de no solo vengar a nuestro pueblo, sino también de erradicar de una forma implacable el mal que infecta a este mundo. Nuestra hazaña seguramente se cantará por bardos en muchos castillos por muchos años-. Aventura decir el Sargento Alconnor muy motivado y con un cambio renovado en su aspecto. Por su parte, Nikita, había dejado de sollozar tan desgarradoramente. Sin embargo, guardaba silencio. Tanto se guardó el silencio por parte de todos, que lo húmedo, lúgubre y taciturno de la cámara se fusiono de repente con estos siete seres. Dando lugar a un cálido momento de distensión que de repente se manifestó.

Con la mirada perdida en la oscuridad el Sargento Alconnor cumplía con su turno de hacer guardia sentado cerca de los peldaños que ascendían a la puerta de la caseta. De improviso, gracias a un reflejo involuntario, su mirada cayo y su cabeza se inclinó.  Viendo sus botas empezó a preguntarse porque no sentía sus pies. Adormecido y cabeceando se retira una bota de su pie y nota como peligrosamente pálida se encuentra su extremidad a causa del frio extremo. Volviéndose a colocar su estropeada bota, se levanta y se dirige hacia el pedestal en donde esta nuestro joven Damian. Al sentarse junto a sus pies, viendo estos como sobresalían de sus mantas, sintió la curiosidad de ver el estado de las extremidades del joven. Al despojarlo dificultosamente de una de sus botas, el Sargento Alconnor no sabía que jamás podría olvidar aquella imagen de un pie, cuyo tejido estaba en un estado necrótico lo cual le daba un aspecto ennegrecido. Con los ojos abiertos de par en par, Alconnor, en estado de conmoción, vislumbra como poco a poco nuestro joven se va convirtiendo en uno de ellos. A continuación, despabila de su estado pétreo y empieza a sacudir el cuerpo del muchacho. Al ver que este no respondía lo siguió sacudiendo esta vez con más fuerza. No teniendo ninguna respuesta, el Sargento revisa sus signos vitales…

Después de haberse cerciorado varias veces, el Elfo Sargento suspira y mientras lo hace revela para sí:

-Ha muerto, nuestro joven aprendiz a muerto-. Y llevándose las palmas de sus manos al rostro cubriendo sus ojos, llega a su mente esa imagen de un pie negro que acaba de ver y que probablemente va a tardar mucho tiempo en borrar de su mente. El valiente joven aprendiz de mago acaba de morir por hipotermia. Negando con la cabeza, el Sargento se encuentra de repente diciendo estas palabras:

 

-Qué mundo tan difícil… cruel y difícil. Un mundo en donde los jóvenes fenecen

y los viejos permanecen. El destino se sirve crudo en este mundo. Como Carne de cañón

Ponemos a nuestros más nobles e inocentes seres en primera línea para que su

vida sea arrebata por el más depravado y pernicioso depredador.

 

De repente, Alconnor, por su aguda percepción, se entera del silencio sepulcral en el cual se encuentra sumergida la cámara. Como si no estuviera por nadie habitada.

Impulsivamente y de forma inesperada y violenta, el Sargento se lanza hacia la mochila de Damian; Aquella que estaba rellena de explosivos, para enterarse de que el tercer y ultimo detonador (el cual no estaba destinado para ninguna otra trampa) no se encontraba en ningún lado. -Nikita-. Susurra para sí el Sargento. -¡¿Donde esta?! -Exclama enérgicamente esta vez para toda la estancia. Al despabilarse todo el resto de la Avanzada ante el llamado del Sargento. Todos pegan un brinco en su puesto y de repente se encontraron todos corriendo detrás de su Sargento peldaños arriba que a pesar de la oscuridad, supieron todos de forma habilidosa superar.

Cuando el Sargento llego a la gran puerta que cubría los amplios peldaños, escudriño con sus ojos por los resquicios de la madera, el exterior para confirmar si la zona estaba despejada. A continuación, abrió enérgicamente la puerta y apresuradamente se dirigió al umbral de la caseta para enterarse de lo que estaba a punto de suceder:

Nikita, se encontraba pecho al suelo surfeando y braceando sobre una capa de hielo por la corriente del rio acercándose al puente sigilosamente. Ocultos, después de decidir hincarse cada uno, los restantes miembros de la Avanzada, bajo el amparo de la caseta, expectantes observaban.

Al tocar la rivera más próxima al puente, Nikita desembarca y repta primero por guijarros para luego hacerlo por la nieve hacia un guardia Nerubian que se encontraba en el flanco Norte del puente, con cimitarra empuñada lista para comenzar a emboscar.

Una escurridiza sombra más densa, misteriosa y peligrosa que las otras, se desliza bajo el amparo de la vieja noche con intención de cumplir con la misión asignada. De repente, y sin enterarse de que fue lo que lo destazo, el guardián Neburian ve con terror como una de sus extremidades se estremece en el suelo y al instante da media vuelta encabritándose para encontrarse con el sediento filo de Nikita cuya punta lo espeta de lado a lado. Sacando su filo con su pie, del cuerpo de la reciente victima, jala su arma con sus manos y se prepara para la siguiente emboscada cuya posición esta solo a quince pasos de distancia de ella.

Este otro guardia, al enterarse de lo que sucede, carga hacia la escurridiza Elfa y se encabrita. Sin embargo Nikita con un sprint reduce más y más la distancia que tiene con su oponente y en el momento en el que ya lo encuentra frente a frente salta para realizar un corte ascendente por toda la mitad del cuerpo del Nerubian.

Los espectadores quedaron anonadados al ver la letal danza de la muerte de su Elfa compañera.

Mientras tanto, los otros guardianes Nerubian, viendo desde el otro flanco, dan la alarma a los demás para luego todos juntos cargar escabrosamente hacia la entidad detectada. Nikita, encontrándose de repente hiperventilada, corre en dirección norte otros quince pasos más, encontrando así, intacta y un poco enterrada en la nieve, la faltriquera con la mecha que en la tarde del día anterior Kriem le había lanzado (con la esperanza de que esta aterrizara en la madera del puente), en aquel momento en el cual Nikita se encontraba ensamblando la respectiva carga para el puente, para volar por los aires este.

Ahora, treinta pasos separan a la Elfa de su objetivo, treinta pasos en los cuales se encuentran ahora apostados peligrosos obstáculos en dirección al puente. Con afilada cimitarra en mano, Nikita carga esta vez de frente hacia los Nerubians que se oponen con una determinación admirable. Al empezar a desgarrar a su primer oponente, súbitamente de las profundidades del rio, emerge la bruja Naga quebrando la restante superficie helada, y con sus sables desenfundados lanza un colérico grito agudo que deja por unos breves segundos, helados a sus enemigos.

Atrapados ahora los Nerubians por ambos lados, fueron gradualmente limpiados por Nikita en su flanco norte y por Shal’azshaka por su flanco sur.

Hubo un instante que, en medio de la mortal danza de ambas, encontraron sus miradas. Y esta vez no eran miradas templadas ni diplomáticas. Esta vez eran miradas afiladas, determinadas y contrarias. Dirigiéndose la Elfa hacia la carga explosiva para terminarla de ensamblar, los demás miembros de la valerosa Avanzada mientras tanto cargaban con una furia temeraria hacia los zombies que se comenzaban a aglomerar para alcanzar la retaguardia de la Elfa. De repente, así como emergió la Naga del agua, así mismo desapareció; Pues esta al verse totalmente rodeada por numerosas unidades del enemigo se replegó y se sumergió una vez más en su elemento. Nikita, aprovechando al máximo la distracción que le ofreció Shal’azshaka ya iba treinta pasos de regreso al norte desenrollando efectivamente la mecha que ya se encontraba conectada al detonador. La temeraria Elfa, mirando hacia atrás, se percata de la renovada persecución a todo dar que remontaron los Nerubians una vez más contra ella. Dándose cuenta esta vez que no solo se trataba de unos cuantos guardias, sino de toda una oleada desatada de huestes enfadadas que pululaba. La Elfa, sobrepasando a toda velocidad el ultimo reposo de Kriem, efectua un salto hacia la fosa común y mientras lo hacía, presiono el botón del detonador, que instantáneamente activo la carga mandando por los aires no solo la estructura sino todos aquellos que se servían de ella.

La onda expansiva paso por sobre la cabeza de Nikita, provocando a la vez que los dos Mirmidones y los dos Sin’dorei se agazaparan y se clavaran en el suelo con sus cuatro extremidades para no ser despedidos por los aires.

Al finalizar las consecuencias de la detonación, la iracunda oleada de Nerubians que iba a la caza de la Elfa, quedo de repente perpleja y petrificada al ver como parte de sus fuerzas, las que precisamente atravesaban el puente, habían salido despedidas por los aires de una forma espantosa aterrizando estas aparatosamente en el desastre.

Al mismo tiempo, y de forma inesperada y sorpresiva, se comenzó por el estruendo de la explosión, a desatar un alud desde las puntas aserradas de aquella cima helada, precipitandose hacia el resto de fuerzas que permanecieron en el lado sur junto a sus túneles.

El alud de forma efectiva barrió y de nuevo enterró los tripofobicos túneles subterráneos por donde habían pululado los Neburians resucitados.

Encolerizados, los Nerubians cargaron ferozmente al encuentro de la pequeña criatura de orejas largas, que fue la causante de haber desatado semejante desastre.

El Sargento, al ver a Nikita escalando (como lo hizo en su momento la joven Elfa kriem) su improvisada trinchera que la guardo de la explosión, abrió sus ojos de par en par y se desgañito:

-¡ANAR’ALAH BELORE!

Y coléricamente cargó al encuentro de la amenazante oleada de Nerubians seguido por Fuegonegro y los Valerosos Mirmidones.

Nikita, al encontrarse en tierra de nadie; Apunto de presenciar el furioso choque entre dos fuerzas. Se quedo allí en la mitad. Limitándose simplemente a enfundar su cimitarra con un aire desenfadado y satisfecho. Acercándose al congelado cuerpo de Kriem, notó que su valerosa compañera había muerto hincada y con los ojos abiertos.

-Acabas de presenciar la venganza Kriem… Ahora ya puedes marchar en paz-. Concluye Nikita mientras que con sus afilados dedos le cierra respetuosamente los ojos.

Al concluir su despedida hacia su buena y valiente amiga, la valerosa Elfa da media vuelta y desenfunda una vez más su afilada cimitarra. Y lanzando un bramido carga ciegamente hacia su destino.

El Sargento, viendo cómo se sumergía valientemente Nikita en lo más profundo de la oleada, apresura el paso y embiste a los Neburians, acompañado de un fénix de fuego que había conjurado con sus últimas fuerzas Fuegonegro. A pesar del implacable embate, los Mirmidones y los Sindorei en contra de su voluntad tuvieron que de todas formas replegarse. Pues la numerosa oleada poco a poco los estaba agarrando y rodeando y ellos todavía tenían un último truco a su favor:

Replegándose todos hasta el umbral de la caseta, los valerosos de la Avanzada se encontraban desatando una fiera retirada que poco a poco los empujaba a descender por los oscuros peldaños que se sumergían en la cámara mientras que habilidosamente resistían y luchaban. Acercándose el grupo cada vez más al túnel subterráneo de la caverna la cual se encontraba al otro extremo de esta, decidieron de forma determinada, cuando estuvieron lo suficientemente cerca, presionar el botón del detonador que de forma súbita, llevo al colapso toda la enorme estancia de la cámara que en esos momentos comenzaba a ser invadida por el enemigo.

Los guerreros Nerubian que sobrevivieron al inminente entierro, colérica y dificultosamente comenzaron a seguir a su escurridizo enemigo a toda costa hasta llegar a la caverna helada cargada de estalactitas. Los cuatro valerosos supervivientes, cuando estuvieron lo suficientemente distanciados, una vez más presionaron el botón del detonador y la pequeña carga se encargó de perturbar la estabilidad de las agudas estalactitas cayendo estas certeras encima de las cabezas de sus enemigos.

De repente, por detrás de sus espaldas, los cuatro valerosos guerreros se encontraron con el hecho de que el cuarteto de Nigromantes estaba resucitando todos los cuerpos posibles para ellos luego tener tiempo de desperdigarse y huir desordenadamente hacia la tundra, con la intensión de perderse de vista y escapar de todo posible peligro y castigo.

Los Mirmidones y los Sin’dorei se dividieron y les dieron caza sin cuartel. Ya para el atardecer, de aquel sangriento día, trajeron sus cabezas y una vez más reunidos en las cercanías de los escombros del puente espetaron estas en unas lanzas dejándolas clavadas en el suelo.

Sintiendo los rayos del sol una vez más en su cara los cuatro supervivientes inhalan aire fresco y se sumergen en un sordo silencio.

De repente, y para su sorpresa, los guerreros se enteran de que por la rivera del rio dos siluetas se aproximan una abrazando a la otra. Se trataba de nada más ni nada menos que de la Elfa de Sangre Nikita junto con la Bruja de Mar Shal’azshaka.

Al reunirse nuevamente los seis valerosos supervivientes, eh intercambiar unas cuantas jubilosas miradas en un agradable silencio, todos de repente cambian su semblante a uno serio y resignado pues Nikita, una vez ella retira su capa de su vientre con sus pequeñas manos, deja al descubierto como un colmillo de Nerubian ennegrecido se encontraba alojado en el vientre de está atravesándolo. La Elfa, encontrando funesta la mirada de todos, presenta ante estos un rostro relajado y lleno de gozo, intentando talvez insinuar, que se alegra mucho de encontrarlos a todos vivos eh intactos. Seguidamente, sientan a Nikita por un momento y la rodean para que el gélido viento no arruine su cálido y conmovedor gesto.

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Epilogo

El cuerpo de Nikita y kriem fueron envueltos en sus propias capas y respetuosamente depositados en los escombros de la cámara en donde también reposaban los restos del joven Damian. Fuegonegro encontrándose ya verdaderamente en su límite, hace un último y gran esfuerzo y conjura un desatado fuego casi incontrolable que poco a poco y de forma implacable calcina todo lo que encuentra a su paso.

El Sargento, contemplando los fieros lengüetazos del fuego comparte para todos el resto su lamento:

 

-Qué mundo tan difícil… cruel y difícil. Un mundo en donde los jóvenes fenecen

y los viejos permanecen. El destino se sirve crudo en este mundo. Como Carne de cañón

Ponemos a nuestros más nobles e inocentes seres en primera línea para que su

vida sea arrebata por el más depravado y pernicioso depredador.

 

Seguidamente, los supervivientes dan media vuelta con sus bártulos ya recogidos emprendiendo una vez más su marcha, esta vez para reunirse con sus fuerzas y seguir sin cuartel su lucha, para así honrar a sus valerosos jóvenes caídos en los sucesos acontecidos.

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