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Sal, sangre y alcohol.


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"Cuervos de Mar"

 

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Amrod observó la bandera enarbolada de la embarcación en la que había abordado: un cuervo negro sobre un fondo azul marino. Le dedicó una mirada a cada uno de los tripulantes de la nave y pudo notar que el mismo color predominaban en sus prendas.

Miró hacia atrás, a lo que antes había sido su hogar, donde había pasado su juventud, donde sus recuerdos habitaban, donde ahora se podían observar columnas de humo que se dejaban ver entre los frondosos árboles. Mordió sus labios y decidió mirar al frente.

La Corneja Negra no era una embarcación ostentosa ni mucho menos una de gran tamaño, pero era veloz y capaz de maniobrar con facilidad aunque el viento y el clima no sean favorables. Tampoco era capaz de llevar una gran tripulación. Entre todos no debían llegar a la suma de una docena y media de elfos, los cuales permanecían cabizbajos, mientras otros mantenían la mirada hacia el Oeste, hacia sus nuevos hogares en la isla que ya todos conocían, todos menos Amrod.

 

-En algunas pocas noches ya habremos llegado a destino y allí comenzará el verdadero trabajo -habló Artherion a su hijo -. En cuanto lleguemos allí, debo decirte unas palabras. Mientras tanto intenta descansar un poco la cabeza, esas nubes no auguran nada bueno.

 

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“¡Puede que la lluvia y el viento nos azote sin piedad alguna buscando nuestra perdición! ¡Pero un cuervo no deja de volar solo por tener el viento en contra! ¡Que es un poco de agua para gente decidida la cual el Azar les sonríe! ¡Coraje muchachos, coraje que hay varias pintas de cervezas y mozas que nos esperan en nuestro destino!”

 

Luego de toda tormenta, viene la calma, una calma silenciosa reinaba en la embarcación. Habían sufrido pérdidas nulas, pero La Corneja Negra se había llevado lo peor, aún faltaban algunos días para arribar y no estaba en el mejor de sus estados. Pero con el esfuerzo de la tripulación, las correctas órdenes de Artherion y decisión, fueron capaces de llegar al tan esperado lugar: Cabo de Luna.

 

El puerto era un griterío, gente vendiendo, comprando, subiendo y bajando materiales de las embarcaciones. Se podía notar que cada persona cumplía su rol, como si de hormigas se tratasen. Parecía que no había diferencias raciales, solo diferencias de clases, lo que poseían monedas y los que no. Amrod pasó por al lado de los puestos que ofrecían productos exóticos nunca antes vistos por sus ojos, pasó por al lado de mujeres que ofrecían su cuerpo por un par de monedas, y pasó por al lado de lo que iba a odiar mas en esta isla: traficantes de esclavos. Estuvo a punto de hacer una observación cuando fue tomado del brazo por su padre, deteniéndolo en medio de toda la multitud que iban y venían, el resto de los tripulantes siguieron su camino, tierra adentro.

 

“No es un imperio, pero espero que algún día lo sea. ¿Te lo imaginas? Lluvia de monedas por doquier, no nos faltaría nada. Pero aún falta, falta ambición de parte de nuestros camaradas y falta barrer del terreno a algunas escorias.

Pero préstame atención en algo Amrod. En este lugar, no eres mas que nadie ni menos que un vagabundo. Vístete de nuestros colores, camina por nuestros territorios, no busques broncas y por sobre todas las cosas: “Haz lo que yo te ordene”.

Aqui no soy tu padre, sino “El Capitán”. Me levantas la voz, contradices mi palabra o dudas de mis estrategias y sufrirás el mismo castigo que los demás. Con el tiempo lo entenderás.”

 

Luego de dicho esto, El Capitán siguió el mismo camino que había tomado su tripulación. Muchas dudas corrían por la cabeza de Amrod, dudas que se mezclaban con el griterío y alboroto de los alrededores. Suspiró profundamente y se volteó, siguiendo a su padre con decisión.

 

“¡Que se levanten las copas, que se escuchen cánticos y griteríos! Los Cuervos de Mar sobrevivieron una vez mas gracias al Azar a las caprichosas aguas saladas. ¡Que esta noche no haya lugar para lamentos ni lágrimas! ¡Hemos vuelto a nuestro hogar!”

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"Cabo de Luna"

 

"Aquí no hay paz, la guerra nunca es barata, querida

El amor nunca se encontrará aquí, se vende por partes

No puedes confrontarlo, el mundo entero lo niega

Abre tus ojos, deja tus demonios correr"

 

 "¿Es que todavía no te enteras como funcionan las cosas aqui muchacho? No te preocupes, Tres Dedos te lo contará. Es muy simple, si tienes oro, vives como un rey; si no lo tienes, deberás  revolcarte en el fango para conseguir algunas monedas... o por lo menos un poco de respeto. Pero ahora la pregunta importante es cómo llegaste aquí ¿Arrastrado por la ambición? ¿Por una mano ajena a ti? ¿O por simple capricho del Azar?

Igualmente no te preocupes, El Capitán me dijo que me haga cargo tuyo, y eso haré. ¿Cómo voy a hacerlo? Pues no tengo ni la menor idea pues estás tan blando como un cigarro lleno de baba.

Asi que, déjame explicarte un par de cosas."

 

Habían pasado ya varias semanas desde la llegada de Amrod a Cabo de Luna, pero aún asi no llegaba a aclimatarse por completo. Lo único que pudo llegar a asimilar fue las grandes cantidades de tabaco y alcohol que consumía, y los placeres que las mujeres y el juego podían ofrecerle. Sabía perfectamente que andar de noche por las calles solo podían atraer borrachos con la decisión de mendigar alguna que otra moneda para poder seguir en su estado de embriaguez, o peor aún, cruzarse con algún desesperado en busca también de monedas, aunque el resultado de ambos encuentros variaba completamente según como se lo afronte.

Las calles estaban oscuras, solamente iluminadas por la tenue luz de la luna y algún que otro farol de alguna tienda que seguía abierta, o de alguna de las tantas tabernas que llenaban la isla. Cada taberna podía llegar a estar bajo la “protección” de alguna de las pandillas del lugar, asi que mejor tener cuidado con antelación sobre el lugar donde uno quería beber. Salvo que quiera llamar la atención de forma voluntaria.

 

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En el Cabo de Luna la política no importaba, no importaban los títulos, ni tu raza, ni quien seas. Solo importaba el contenido de tu monedero y lo que podías llegar a ofrecer a cambio de un par de monedas. ¿Honor? Era una palabra que causaba risas en las tabernas que habían en el puerto. Aquí la gente venía a ganarse la vida, de una forma u otra. Buscar sobrevivir entre el fango y la arena, olor a agua salada y  de algún que otro filo de una daga desesperada.

Artherion había conseguido a lo largo de sus años poder establecer una pequeña banda callejera y controlar un pequeño territorio para sus propias ganancias. Eran varias las bandas que habían, y aunque había choques y disputas de territorios entre las callejuelas de la isla, siempre llegó a reinar la paz, gracias a tres grandes mercaderes que eran la ley y el orden de las calles.

Después de todo, muertes, sangre, venganza y rencores eran malos para el negocio de estos.

 

“Cuidate de los Dientes Partidos muchacho. Visten ropajes de colores violáceos y hasta ahora son nuestros peores competidores. No habrá guerra, salvo que alguno de esos estúpidos se les ocurra entrometerse en nuestro territorio o matar a alguno de los nuestros... ¿Qué? ¿Nunca hundiste el acero en la carne de un ser vivo? No pasa nada, ya te llegará tu momento. Mientras tanto creo que tu padr... “El Capitán” tiene planes para ti. Si no, no creo que te haya traído hasta aquí en vano. Después de todo, puedo ver en tus ojos que comparten la misma sangre, ambiciones y... hasta fallos.

Pero no le hagas caso a este goblin borracho. O si. El alcohol habla por uno mismo cuando uno no tiene los huevos para decir las cosas.“

 

Amrod terminó de un sorbo largo la jarra de cerveza y miró al goblin con una mirada envalentonada por el alcohol que llevaba en la sangre, llevo su mano a su bolsa de monedas pero fue causa de burlas de Tres Dedos al notar éste de que estaba vacía. ¿De que podía servir una bolsa de cuero vacía en este lugar?

 

-Ni siquiera entra mi sed por seguir bebiendo -dijo el elfo de cabellos negros, lanzando la bolsa vacía sobre la mesa.

-Mira muchacho, tengo un trabajo que te puede servir, sencillo, sin posibilidad de errores, y hasta puedes llevarte una buena parte -. El goblin le extendió la bolsa de cuero y se acercó a la mesa, bajando su tono de voz.

 

El elfo lo miró confundido. Desde que llegó no le habían encomendado ninguna tarea, ni le habían dado sus colores, lo que lo hizo recapacitar en parte que estaba haciendo ahí sentado con un goblin en frente, con la mente algo nublada por el alcohol. Pero el pensamiento de tener monedas encima y de quizás ganar algo de respeto frente a su padre borraron cualquier indicio de duda frente a la propuesta que estaba a punto de oír.

 

“Suelen ocurrir, algunas veces, accidentes en el mercado o en las casas de los tenderos de esta isla. Es por eso que nosotros nos ocupamos de que estén protegidos ante cualquier amenaza, lo cual no es gratis. El problema surge cuando alguna de esas personas no llega a tiempo con su pago... o se niega a pagar. Hay un humano, un enclenque que se cree que puede estar mejor protegido bajo los brazos de las Ratas Ciervo, esos asquerosos de vestimenta marrón que viven en las alcantarillas debajo de las casuchas. Convéncelo de que la mirada de un cuervo es mucho más atenta que la de una rata. Pero venga, yo te acompañaré.”

 

Una vez que llegaron a la vivienda el elfo llamó a la puerta con tres fuertes golpes. El humano salió y se sorprendió al ver al elfo el cual permanecía parado mirándolo fijamente. Se podía notar la ebriedad en sus ojos, no vaciló, quizás por este mismo motivo. Ladeo la cabeza y dió un paso al frente, unos pocos metros atrás se encontraba Tres Dedos con una sonrisa de oreja a oreja.

 

-Hay cuervos que buscan lo suyo -y sin mediar ninguna otra palabra Amrod lanzó un golpe a la cara del humano que lo desestabilizó y lo hizo caer de espaldas dentro de su propia casucha. El elfo se abalanzó sobre el hombre caído y continúo con la brutal golpiza.

 

“Recuperamos el negocio, Capitán, y yo creo que no volverá a haber “malentendidos”, aquí tienes lo que se debía. Lo demás que logró sacar Amrod decidí que lo conserve, se lo merecía después de ver como dejó sus manos. Ese muchacho tiene una fiera adentro, me recuerda mucho a su padre. Por el contrario, el humano necesitará algunos días para recuperarse por completo de la paliza, creo que tu muchacho es verdaderamente tu muchacho, Capitán.”

 

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  • 2 semanas atrás...

"Manos sucias"

 

 

El sótano de la posada estaba oscuro, frío y olía a humedad mezclada con un dejo de alcohol de las botellas y barricas apiladas. La luz tenue de un farol era lo único que iluminaba al elfo de rodillas en el suelo con una venda en sus ojos, rodeado por varias personas mas que en sus vestimentas predominaban el color azul marino. De pie frente al elfo arrodillado había otro elfo, de apariencia mayor con ropajes coloridos. Se encendió una pipa y le dio unas cuantas caladas, en silencio mientras todos estaban expectantes, ya sabían lo que iba a suceder, todos menos el elfo que yacía de rodillas.
El elfo exhaló el humo de su pipa y bajó la mirada hacia el elfo que yacía vendado. Su mirada no transmitía ningún tipo de sensación ni sentimiento, al igual que su tono de voz, que se mantenía serena y controlada.

 

“Amrod, apenas arribamos aquí te dije unas palabras. Pensé que había sido claro, pero te dejaste llevar por el alcohol y tus sentimientos de ira reprimida o lo que sea que en ese momento se te haya pasado por la cabeza. Déjame explicarte otra cosa, a nuestros clientes los protegemos y le damos la seguridad que otros no pueden darle, y eso tiene que quedar claro. Lo que hiciste fue actuar como un animal que lo sacan de su jaula. ¿Sabes cómo esta ahora ese hombre al que le fuiste a cobrar nuestra protección? Está postrado en una cama, su cara es irreconocible, pero dudo que vuelva a faltar nuestro pago.”

 

El Capitán dio un par de caladas mas a su pipa y dejo caer la ceniza al suelo, volteó sobre sus talones y se dirigió hacia las escaleras de forma tranquila y pausada. La ronda de Cuervos de Mar siguió en su lugar, esperando la orden de su jefe, el cual se detuvo al poner un pie en el primer escalón.

 

“Solo aprende a escuchar, y a pensar antes de cualquier acción. Aquí cualquier error te puede llegar a costar la vida, por suerte para ti hoy no es ese día... Muchachos, déjenle las monedas que se ganó y que por lo menos pueda caminar, Tres Dedos habló bien de él.”

 

El Capitán terminó de decir esto y subió las escaleras del sótano con rumbo a la posada superior, cerrando la puerta tras de si. Allí fue cuando a Amrod le quitaron la venda de los ojos, miró hacia arriba, hacia los rostros de cada uno de los estaban en la ronda, contó siete personas, apretó los dientes dispuesto a aceptar lo que estaba por venir.
Los hombres se miraron entre si y se abalanzaron sobre el elfo, comenzando la brutal golpiza que iba desde patadas, puñetazos, cabezasos y algún que otro golpe con un objeto contundente. Lo que fueron solo unos minutos, parecieron años para el joven elfo.

 

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"Que duro golpe ¿Eh muchacho? Que tu padre sea una persona completamente distinta a como era en tu cómodo hogar. Debe ser duro de digerir. Claro, que después de unas cuantas pintas de cerveza lo único que debes digerir son tus propios pensamientos. Escucha una cosa, y mantenla firme en tu cabeza entre esas dos orejas de elfo. Tu padre, “El Capitán”, cuida de todos nosotros en esta pequeña parte de la isla, la parte que pertenece a los Cuervos de Mar.
¿Sabes por qué me llaman Dos tornillos? Porque dicen que son los únicos dos que me faltan para ser cuerdo. Pero déjame decirte algo Amrod, que soy el gnomo mas cuerdo de toda esta maldita isla. Y si no fuese asi, El Capitán no me hubiese encargado esta tarea para ti. Puede ser tu oportunidad de redimirte... a ti y a esos golpes que te quedaron.”

 

Ya habían pasado unas cuantas semanas desde la golpiza que había sufrido Amrod como castigo por su imprudencia a la hora de cumplir con su trabajo, pero aún podían verse las marcas de dolor en la piel del elfo, marcas que no serían las primeras en sus vivencias en Cabo de Luna. Levanto la mirada de su jarra de cerveza y le dedicó una mirada al gnomo, dispuesto a escuchar su propuesta, quería limpiar su nombre, pero también esperaba (de alguna forma) limpiar el dolor que su error le había costado.

 

Había riquezas en la isla, riquezas nuevas, viejas y hasta riquezas que podían llegar a ser basura para algunos y tesoros para otros. Todo dependía del ojo con que se las mire... y cuanto supieras saber negociar.
Había un viejo en la isla, ciego, un antiguo guerrero que guardaba unas joyas en alguna parte de su decrépita choza. No era un trabajo difícil, pero cuando llega la información, mejor apresurarse antes de que alguien lo haga.
Asi que le tocó a Amrod su primer trabajo serio, ensuciarse las manos, sin que se tornen de ese color carmesí. Si todo salía bien, obtenían las joyas sin que nadie se enterase; si no, iba a ser un robo fallido, o peor aún, unas joyas manchadas con sangre de anciano ciego.

 

“Un consejo gratis: espera a que sea de casi madrugada, cuando sea seguro de que el viejo ya esté en el quinto sueño debido a las borracheras que suele pegarse. Busca en su habitación un pequeño cofre y tráemelo aquí sin distracciones. Haz uso de tus ligeros pies de elfo y tu inteligencia que estoy seguro de que posees... o al menos demuéstramelo hoy.”

 

Cayó la noche y Amrod se puso en camino hacia la casucho del viejo guerrero. Sus pensamientos fluían con la rapidez de un viento tormentoso, miles de dudas, miles de inseguridades, pero todas se difuminaron una vez se encontró frente a la venta abierta, que ahora era la puerta hacia su trabajo, hacia su redención.
Puso un pie dentro y comenzó la lenta inspección de la casucha mientras sus ojos se acostumbraban a la oscuridad. Su cuerpo aún dolía por la golpiza, pero se agazapó y se acerco lenta y sigilosamente hacia el cofre que yacía sobre una pequeña mesita. Casi sin respirar la tomó por debajo de su brazo cuando escuchó un ruido detrás suyo que lo dejó paralizado. Volteó la cabeza lentamente para solo darse cuenta de que el viejo que yacía tendido sobre su cama solo había dejado caer una botella al suelo. Se quedo inmóvil durante unos segundos, inspiró profundamente y se dispuso a encaminarse hacia la ventana tan silenciosamente como había entrado.

 

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“Son joyas realmente estupendas, y si miento que se lleven los dos tornillos que dicen que me faltan. Podrás sacar tu debida ganancia Capitán. Y mejor aún, Amrod logró su cometido. Tiene las manos manchadas, pero por lo menos no fueron de sangre. Era una víctima ciega, si, pero sabes lo que dicen de los ciegos: que poseen un buen oído. Por suerte ustedes los elfos tienen orejas mas grandes, asi que le debe haber sido de ventaja. Pero fuera de bromas Capitán, yo creo que el muchacho ya se ganó sus colores y esta listo para lograr aún mas.”

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