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[Relato] Alienando recuerdos


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-          ¿Es seguro? –

-          Por supuesto -

 

     Zafiro observaba a la que fue su madre durante gran parte de su vida, de no ser por el secuestro posiblemente le seguiría pensando que es su hija. Pero ahora que sabía la verdad, el misterio tras como llegó a mano de los Downspell seguía interrumpiendo su sueño, y no iba a quedarse de brazos cruzados, por supuesto. Dispuesta a la verdad, Zafiro recurrió al Maestro Virion, trasladándose con Sarandi a la ciudad de los Magos, Dalaran. Le habría confiado esta labor al Maestro Kaven, quien respeta. Sin embargo, dada la delicadeza del tema, al ser tan personal, prefería dejarlo en manos de un Quel’dorei.

-          ¿Cómo fue que pasó esto? – Preguntó Virion observando fijamente a la elfa ante él, una mujer adulta de casi dos siglos de vida.

     La mirada de Sarandi no daba con nada en particular, perdida en sus pensamientos, divagando en alguna especie de sueño, despierta. Ocasionalmente daba muestras de realidad, soltando algún comentario o nombre de quien estaba presente, pero pronto se perdía y volvía a su falta de lucidez.

-          Según tengo entendido, perdió la cordura una vez su hijo me dio por muerta. Él pensó que simplemente no podía superarlo. Aparte del estado en el que quedó… Ailduin perdió la mitad de su rostro y se quemó el brazo derecho hasta el hombro. Tuvo que vivir con ese dolor el resto de sus días, hasta que en Theramore halló la paz de la muerte. –

-          Veo que no se llevaban muy bien –

-          Sabes que no… -

-          A pesar de lo impactante que debió ser la noticia, más la posible sospecha de que fuese su hijo quien orquestó tu muerte, no debería estar tan perdida. Detecto algo en ella, pero temo que tendré que profundizar en sus pensamientos para saber el qué. –

-          Haz lo que debas hacer. –

 

     Se apartó de ambos, dándoles privacidad. El salón donde se hallaban le resultaba familiar, allí estuvo antes con la Maestra Stormcaller, donde pudieron visualizar los hallazgos de los cristales “con memoria”, una sala redonda en lo alto de una Torre, de arquitectura thalassiana. Con largos cristales decorados con diversos signos de protección arcana, de allí se cuela la luz externa brindando un aspecto azulino a sus entrañas. En el centro, elevado por una plataforma, se hallaban cinco cristales dispuestos en un círculo, y justo en medio estaba Sarandi sentada en una silla de madera, con el Maestro Virion inclinado hacia su cuerpo. Una vez solos en el margen de la plataforma y los cristales, extendió sus manos desnudas hacia el rostro de la elfa, acomodando sus dedos curvos en la frente por cada extremo de su rostro.

     De pronto la sala se llenó de luz proveniente de los cristales, uno a uno fue iluminándose cada cristal con el hechizo ejecutado por el Maestro. Sus ojos se encendieron como dos antorchas por unos breves segundos, que muy posiblemente para el ejecutor fueran mucho más. Aventurarse a las memorias ajenas, era alejarse de la realidad y lo que conlleva la lógica en el tiempo. Incluso los sueños no tienen el tiempo definido de la misma manera. Zafiro comprendía los riesgos de introducirse en la memoria ajena.

     A la brevedad todo volvió a la normalidad, y el Maestro dirigió su mirada azulina hacia Zafiro, ofreciendo su mano para invitarla a unirse al círculo. Bien sabía ella que no había peligro, aun, pues el hechizo había acabado de ejecutarse, y ya los cristales de amatista no destellaban ninguna luz.

      A medida que se acercaba, miles de dudas surgieron, pues el tiempo en la realidad había sido demasiado poco como para ser un hechizo completado en su totalidad, al menos dentro de lo que ella consideraba correcto.

-          ¿Qué has visto…? –

-          Algo que creo que … tendrá mejor resultado si afronta una figura familiar. Verás… Su conciencia huye de mi entre mis memorias, y he visto muchas, pero no son claras ni con un orden. Podría darles ese orden siempre y cuando ella esté en un estado tranquilo. – Dijo tomando su mano, acercándola al círculo, contemplando sus ojos con el rostro inclinado, al ser mucho más alto que ella.

-          ¿Y como podría yo ayudar…? –

-          Necesita verte, pero no aquí en la realidad. Sino en su mente… Verás. Todo indica que se ha encantado a si misma para proteger una verdad. Por que está allí, pero confundida, perdida en sus pensamientos. Todas sus memorias se han mezclado, y no sabe lo que es el pasado con el presente. –

-          ¿Entonces… que debo hacer? –

-          Deberás aventurarte, Arcanista Zafiro. ¿Podrás con esto? –

-          No será primera vez que debo ver o sentir lo que otro es capaz. De alguna manera todo mi trayecto en la magia acaba teniendo visiones ajenas a mí. Siendo apenas una aprendiz, una bruja que sacrificó a muchas almas durante décadas … Tuve la osadía de romper el sello y todas estas al entrar en contacto con mi cuerpo me dejaron la memoria de sus muertes. He visto muchas muertes… He visto muchas vidas ajenas a mi. –

-          Es importante que sepas diferenciar la realidad con la ficción. El recuerdo, con el presente. La mente es un mundo totalmente distinto a este. Más porque percibimos la realidad de una manera única, por nuestra propia perspectiva. Si puedes hallar a la consciente de Sarandi en su memoria, intenta hablar con ella, mientras yo descifro el encantamiento que se ha impuesto. Pero tendrás un tiempo limitado, sino acabarás confundida en la realidad, y al despertar, no estarás segura de tu tiempo. –

      Mantuvo silencio, dudando por un momento, o más bien, analizando las probabilidades de éxito y fracaso. Miró unos instantes a Sarandi, aquella que fue su madre por décadas ¿Quién era ella para Zafiro? Durante su niñez fue obligada a formar parte de distintos talleres, con más de un instructor para potenciar sus habilidades artísticas. Siempre con un horario definido, desde levantarse hasta el dormir. Siempre existió un control sobre ella, y eso … no le incomodaba precisamente. ¿Entonces que le hacia dudar?

 

¿Cuándo fue que Sarandi dejó de ser una madre para Zafiro?

 

     La respuesta estaba ante ella, pero intentaba negarla. Aiwin era la representación de sus conflictos en familia. El huérfano acogido por los Downspell para ser un guardián, quien acabó enamorándose de Lady Zeriana Downspell, una noble. El amor entre ambos estaba totalmente prohibido, en especial por Sarandi, su madre en aquel entonces, hacía lo posible por separarlos. Y de no haber sido por ella y la misión que le encomendó en Quel’danas, posiblemente el joven Quel’dorei habría protegido a Zeriana de la trampa de su hermanastro Ailduin. Sabiendo aquel vil secreto, todo el posible amor que durante años se forjó entre ambas, fue roto por completo. La dejó vulnerable a manos de Ailduin, o al menos, así lo tomaba Zafiro hasta el día de hoy, después de todo, Aiwin ha sido leal a ella hasta el día de hoy.

-          ¿Hay algo que me pueda ayudar a mantenerme en el presente…? –

-          Si necesitas un objeto que simbolice algo para ti, estaría bien. O un sonido –

-          Una estimada Draenei me ha dado una especie de amuleto que llevo en mi cuello desde entonces. Le fue ofrecido por un Druida cuando estuve maldita por un espíritu oscuro. Quizás con esto bastará para recordar mi presente, dado que en un pasado jamás tuve relación con Draeneis antes… por algo evidente. No vivían en este mundo –

-          Estará bien… Espera aquí, necesitare otros materiales para generar el vinculo entre ambas. –

-          Espero. –

 

     Virion se retiró sin prisas, dejándola a solas con Sarandi. La elfa seguía sentada con la mirada perdida en la nada. Ni siquiera parecía notar la presencia de Zafiro a su lado, aun cuando esta resultara familiar. Había oído sobre su estado, y hasta lo había observado, pero era primera vez que estaba más de un día a su lado para ver cada una de las consecuencias. Por supuesto, no era demencia, debía ser algo más. Sabía que Sarandi en su época fue una gran Maestra de Encantamiento y Adivinación, por lo que no le extrañaba que en el fondo algo hizo con ella misma por conservar el secreto de los Fireheart. Solo no comprendía el porqué de tanta devoción hacia una familia tan fragmentada como esa.

-          Alynna… - Murmuró Sarandi, observando la nada. Meciendo levemente su cabeza, como si recibiera una caricia de algun ser a su lado.

 

     En esos momentos Zafiro le habría tomado de los brazos, abofeteado, y hecho mil torturas con tal de saber quien era aquella que nombraba. Pero estaba a poco por saber la verdad, y solo necesitaba de su paciencia. Se mantuvo allí a la espera, ignorando por completo a la elfa convaleciente a su lado. Bien entendía que ella no era Sarandi, solo la triste sombra de la mujer que alguna vez fue.

     Los minutos pasaban, casi eternos, hasta que al fin Virion abrió las puertas, acompañado por dos aprendices jóvenes y humanos. Cada uno cargaba enrollado un tapete, esperando las instrucciones del Maestro. Zafiro les saludo por mera cortesía y ayudo a Sarandi a apartarse del centro del círculo, para que Virion quitase la silla, reemplazándola por ambos tapetes, que más parecían dos trozos de alfombras rectangulares, capaces de abarcar a un ser de por lo menos dos metros de altura, recordados sobre ellas. A la brevedad ambos jóvenes se retiraron por orden de Virion, dejando a los tres elfos solos nuevamente.

-          Necesito que ella se recuerde en dirección hacia el Este, y tu hacia el Oeste. De esa manera canalizaré la energía en representación del sol cuando aparece hasta desaparecer. En este caso, tu serás la que reciba el hechizo y lo mantenga. En el periodo que consideraremos “noche” será el tiempo que dispones para dar con su conciencia. Si esta se encuentra contigo, podré desatar el encantamiento que la mantiene en este estado. ¿Entiendes? –

-          … Entiendo la referencia metafórica. – Asintió Zafiro.

-          Manos a la obra pues… -

 

     Entre ambos guiaron a la elfa a recostarse, teniendo que sujetarla de brazos y espalda para que no pierda el equilibrio. Por último, Zafiro se acomodó en dirección hacia el Oeste, recostándose lentamente sobre la alfombra. Miró un instante a Virion

-          ¿Cuánto tiempo…? –

-          En la realidad, cuentas con solo diez minutos. En su mente, podrían ser más. Te diré cuando el tiempo se acabe. Escucharás mi voz. Y recuerda que, si te sientes perdida, el collar te conectará a la realidad. –

-          Bien… Gracias, Virion –

-          Para servirte…-

 

     El elfo se mantuvo en el centro del circulo entre ambas elfas, sentado. Extendió su mano desnuda diestra hacia el rostro de Sarandi, y la izquierda hacia el rostro de Zafiro. No tocó ningún rastro de piel, al no hacerle falta. Sus ojos brillaron intensamente, mientras profesaba en sus labios el hechizo destinado a conectar ambas mentes, incluyendo la suya, como mero espectador. Él sería nada más la conexión y Zafiro la guía.

     A momento que Zafiro cerró sus ojos, percibió un cosquilleo recorriendo la punta de su nariz hacia el resto de su rostro, cabeza, orejas, cuello, para culminar en el resto de su cuerpo. Se sintió sumergida en un mar espeso, soltándose de la realidad. Lo que antes sentía como suelo, ahora no existía, y flotaba en una inmensa oscuridad. Descendiendo lentamente en las aguas de la memoria.

     De pronto, la oscuridad comenzó a volverse luces, con diversas voces, entre las que reconoció a su padrastro, su hermanastro Ailduin y la propia voz de Sarandi. Distintas escenas de diversos tiempos. Memorias materializadas con forma de esfera en el mar de la conciencia. Apenas podía respirar por lo que se sumergió en una de la que podía reconocer, pero no estaba segura de que año específicamente era.

     Sintió como su cuerpo cayó sobre el concreto, obligándole a toser. La percepción de si misma en una mente era tan real como lo sería fuera de esta y la sensación de ahogarse no era la más placentera. Respiró cuanto pudo dando caladas al aire, mirando el entorno, confundida…

     Estaba en Quel’thalas, en un lugar que por años fue su hogar, no muy lejos de ella, en lo que sabe es el salón principal, escuchaba un piano entonando una melodía que no le costó trabajo en reconocer. Avanzó lentamente hasta ese lugar, reconociendo su versión infante, quien tocaba el piano ante una serie de invitados nobles. La observaban en silencio, admirando el talento de la pequeña Downspell, o más bien, la pequeña Fireheart. Era indudable su talento sobre las artes, pero aun cuando resaltaba en cada uno, la pequeña Zeriana lucía tan apagada como siempre. Una mirada apática, incluso en su infancia.

     Lo recordaba bien, para ella esos nobles no eran más que peones admirando su talento, alimentando su arrogancia que a futuro la llevo a tomar tales aberrantes decisiones.

     Sarandi lucía feliz, alegre de ver los logros de la pequeña. A pesar de no ser su hija legítima, la admiraba como a una. Zafiro miró los ojos de su madre fijamente, acercándose paso a paso, y esta parecía no verle, sumergida en el recuerdo, ajena a la presencia de un intruso como la Arcanista. Sin embargo, por un instante llevo sus ojos en dirección a Zafiro, quien se detuvo impresionada, creyendo que quizás había dado con la conciencia de la elfa, pero pronto su ilusión acabó, al girarse sobre si misma y ver que tras ella, espiando a la distancia, estaba Ailduin, con una mirada de resentimiento y dolor, al ver como su madre exponía a la pequeña Zeriana como una joya mientras a él ignoraba.

-          Ailduin – Dijo Sarandi, levantándose de su asiento de pronto.

     En aquel instante toda aquella realidad se vio comprometida, partiéndose en mil pedazos como un cristal, adentrándose nuevamente una oleada oscura que arrastró a Zafiro a las aguas una vez más.

      Apretó sus parpados, sintiéndose arrastrada por el mar, donde no había frío o calor, sonido o luz, no había nada. Salvo aquellas esferas que de pronto aparecían, dejando muestras de la memoria ajena.

     Entonces pensó…

“Todo comenzó antes…. Mucho antes… “

     Hizo un esfuerzo por serenar su propia mente, buscando con la mirada algún indicio del pasado, uno del que ella misma poco recuerda, uno propio de la Sarandi, más joven, más inocente quizás.

     Escuchó risas entre la oscuridad, indicándole una dirección. Aquella alegría podría indicarle algo, o perderla nuevamente. Avanzó como pudo agitando sus brazos y piernas como si nadar le ayudara, y aun cuando ese acto fuese tan arcaico, la acercó a su destino, adentrándose una vez más en un escenario desconocido.

     Un bosque, el mismo bosque de Quel’thalas. Esta vez la respiración no le faltaba tanto, al estar más concentrada en su propósito, en buscarla. Y por allí iba a la joven Sarandi, jugando como una infante oculta entre la arboleada, descalza y con un vestido celestino de seda. Su cabello rojizo se mecía a medida que corría, siendo perseguida… por otra Quel’dorei, la que no tardó en alcanzarla con curiosa maestría. Cualquiera pensaría que esa escena es digna de romanticismos, pero en este caso, todo cambiaba por el trato que ambas tenían. Una vez juntas, hablaron, sobre situaciones tan mundanas que se notaba en ellas una amistad y confianza. Sarandi hablaba de su prometido, mientras la otra se quejaba de su compromiso. Su acompañante era una elfa hermosa, bella como ninguna. Pese a que ambas tenían el cabello pelirrojo, aquella Quel’dorei posee unos rasgos muy finos que le brindan una femineidad única. Como una piedra preciosa junto a un rubí.

-          Tu familia da miedo – Dijo Sarandi

-          Lo sé… A mi misma me confunden –

-          ¿Piensas huir? –

-          No, aun no. Pero si fuese necesario… - La elfa se detuvo un instante, pensativa, volviendo su mirada a Sarandi - ¿Me ayudarás? –

-          Tienes mi palabra, Alynna –

     Zafiro se detuvo frente a aquella elfa, contemplando su rostro, sintiéndose reflejo de la misma. Un aire familiar… un aire que le hizo recordar. Extendió su mano hacia la imagen de Alynna, queriendo tocar su rostro, como muy pocas veces opta por palpar algo con sus manos, pero se vio detenida de pronto por la mano de la propia Sarandi quien la tomó por su muñeca y le miró a los ojos fijamente.

-          ¿Qué haces aquí…? – Dijo demandando una respuesta

-          Vengo por ti. – Respondió Zafiro sin pensarlo dos veces.

     Escuchó los árboles estremecerse, el crujir de la madera, acompañado por el estruendo de la tierra al temblar. Sarandi miraba fijamente sus ojos, sujetando su muñeca, espetándole

-          No, no debes venir. ¡No debes venir! –

     La Arcanista alcanzó a divisar a lo lejos como el mar ascendía, aproximándose a ella, destruyendo los bosques que pronto pasaron a ser cristales, rompiendo aquella realidad, buscando sumergirla una vez más al mar de las memorias. Volvió su mirada hacia Sarandi, mirándola fijamente, con sus ojos encendidos.

-          … Alynna… Alynna es mi madre ¿Verdad? –

     El rostro de Sarandi se transformó en tristeza, temblando por la mano, transmitiendo ese nerviosismo hasta Zafiro, quien captó enseguida la sensación. Pronto se zafó de ella y se levantó, aparándose unos pasos, entiendo donde debía ir, anhelando ver ese recuerdo gravado en su memoria.

      Pronto se vio envuelta una vez más en la oscuridad, teniendo que apretar sus parpados, sumergida en lo profundo de las memorias, y esta vez se dirigió a uno de los recuerdos que divisó vagamente antes, impulsada por su propia voluntad, al conocer ese recuerdo, dado que en aquel entonces ya estaba viva y consciente. Cercano al del piano, de cuando apenas tenía unos 10 años.

     Regresó a su hogar, aquel que le vio crecer por décadas, donde compartió alegrías y penas. Avanzó rauda hacia la sala principal, abriendo las puertas de par en par, para ver una vez más la versión de si misma tocando un violín ante la presencia de dos elfas. Una era Sarandi, por supuesto, más la otra, era Alynna, la elfa que vio en sus otros recuerdos. Se acercó a escuchar la conversación de ambas, aquella que no pudo oír cuando niña.

-          Si continuo así van a saberlo –

-          Podemos ayudarte, siempre lo haremos. –

-          Pero no pueden esta vez… Mírate, eres madre de dos ahora. Cuídalos como yo no pude cuidar a los míos.

-          Pero Zeriana… No puedes abandonarla. –

-          No lo haré… Creo que siempre tendré un ojo sobre ella, desde la sombra. Pero si seguimos en este juego sabrán que existe. Y tratarán de hacer con ella lo que intentaron hacer con Cyndarion. – Dijo la madre afligida observando a la pequeña que se crío como hija de un ajeno, ignorando por completo que aquella era su madre biológica.

-          ¿Dónde está él? –

-          Él estará bien. – Dijo evadiendo una respuesta.

     Acabando su melodía la pequeña Zeriana se giró hacia ambas elfas, observándolas en busca de aprobación, de esa que la envenenaba con ego. Alynna, se acercó a ella, y le dio un abrazo cálido, felicitándola en susurros. Lejos de sentir esa calidez, Zeriana se sentía incomoda, la niña no estaba acostumbrada al tacto, ni siquiera en aquella época. Se endureció como una piedra, encogida de hombros sin comprender la situación.

 

-          Minn’da… - Susurró Zafiro observando la escena con tristeza. Ahora entiendo lo que significaba aquella extraña en su hogar. Una mujer misteriosa que iba a visitarlos en su infancia, y siempre gustaba de verla tocar el piano o el violín.

-          … Ahora lo sabes – Respondió tras ella la voz de Sarandi, ahora viendo a Zafiro fijamente. – Los Fireheart no se detendrán aun cuando ambos hayan crecido. Ustedes son una representación de lo indebido, para algunos…. Mientras otros lo aprueban. –

-          ¿Por qué no podías decírmelo antes…? –

 

     Sarandi se acercó a Zafiro tomando su mano, pero esta vez con calma y prudencia, sabiendo que la elfa no acostumbraba a esas muestras de afecto, o siquiera toleraba el tacto casual. Pero la necesidad por saber la verdad dejaba de lado la incomodidad, anhelando aclarar sus dudas.

     El escenario cambio drásticamente, envolviéndose por cristales rotos en un torbellino a sus alrededores, sin tocar a ninguna de ellas. Sarandi le guio al punto en su memoria donde su vida dio un vuelco y el porque de sus decisiones, revelando lo que hasta entonces era un misterio hasta para su hijo fallecido.

     Era de noche, en la mansión de los Downspell, la puerta resonó fuertemente causando un eco al interior de la sala. Sarandi estaba en su cuarto, con su hijo cogido en brazos, el pequeño Ailduin había nacido hace solo unos meses y no era más que una pequeña bola de piel rechoncha con orejas puntiagudas y ojos levemente brillantes. Lord Downspell atendió la urgencia, saliendo de la sala. Mientras Sarandi explicaba con el rostro inclinado.

-          Ailduin era solo un pequeño… No sabía lo que estaba pasando. Y yo tampoco… Tu padre salió por esa puerta, y regresó con ellos… -

      Pronto la puerta se abrió dejando entrar a dos elfos encapuchados, uno más bajo que el otro. Lord Downspell cogió en sus brazos al pequeño Ailduin, explicándole a su esposa.

-          Será mejor que dejemos al niño fuera de esto… -

-          ¿Qué sucede…? –

     Ambos elfos se quitaron sus capuchas rebelando sus identidades. La mujer era Alynna, mientras el varón Zafiro no lo conocía, de cabellos dorados como el sol con un rostro definido entre lo masculino y femenino, pero sin alcanzar a ser andrógeno del todo. Zafiro recordaba un rostro semejante en los Dath’anar que había conocido entonces, Galandor y Galdoreth. Entonces comprendió… Que ahora observaba a ambos padres.

-          Lo perdimos… Lo perdimos, Sarandi – Dijo Alynna acercándose a su amiga, tomando sus manos con los ojos llenos de lágrimas – Iban a matarlo –

-          ¿P-pero como…? ¿Por qué? –

-          Cuando supieron que Cyndarion sería nuestro futuro Lord, no se quedaron de brazos cruzados…Alynna huyó con él como pudo, y yo… - El elfo respondió a medida que asomaba un bulto oculto bajo su brazo, asomando a la pequeña criatura, despejando su rostro.

      La pequeña bebé respiraba con dificultad, provocando un ronquido al respirar, temblándole las manitas al intentar dar una calada de aire en cada momento

-          …. No sabemos si sobrevivirá, pero claramente no lo hará si está con nosotros. –

-          Necesito pedirte lo imposible. – Dijo Alynna mirando fijamente a Sarandi – Y espero me perdones, así como ella quizás lo haga en algún momento. Debes prometerme cuidarla y criarla como tuya. Que nadie sepa que ella es hija nuestra. –

 

     Lord Downspell tomó a la pequeña en sus brazos acercándola a Sarandi, quien no daba crédito a lo que escuchaba, teniendo que tomar una difícil decisión. Ambos elfos se miraron fijamente, sabiendo el riesgo y más aun la amistad que les enlazaba del pasado.

-          Tienen mi palabra como Lady Downspell –

-          Tienen mi palabra como Lord Downspell –

     Ambos elfos asintieron, cargando con la pequeña y débil bebé en sus brazos. Pronto los elfos se marcharon entre las sombras tal como habían llegado, solo el tiempo diría que sucedería con ellos. Eventualmente Alynna regresó para ver como Zeriana crecía, pero con solo una década de vida de esta, jamás regresó, dejando en misterio su paradero. La propia Sarandi creyó que estaba muerta.

-          Hicimos un pacto con mi esposo. Un pacto de silencio. Si este se rompía sufriríamos las consecuencias. Pensamos que era la mejor forma de protegerte del secreto, a ti y de otros que pudieran usar esta información por hacerte daño – Explicó Sarandi, dirigiéndose a la presencia de Zafiro con la pequeña Zeriana en sus brazos.

     Zafiro pudo ver la versión de su misma desde un pequeño retoño, ahora entiendo que las historias sobre su debilidad al nacimiento eran muy reales. Su collar comenzó a brillar, anunciando su retorno, Sarandi le miró a los ojos esbozando una pequeña sonrisa.

-          Ahora soy libre de la promesa…- Dijo antes de desaparecer ante sus ojos.

    Despertó de un respingo, abriendo sus labios, dando una bocada de aire larga. Sintió que había dormido por horas con la espalda tensa. Intentó sentarse torpemente, hasta que percibió los brazos de Virion ayudándole a la tarea, pidiéndole paciencia con palabras susurrantes.

-          Eso… ¿Fue real…? ¿Ella está…? –

-          Estoy bien – Respondió la voz de Sarandi quien abrió sus ojos lentamente.

 

     Pasaron segundos para recobrar la conciencia en la realidad. Se acomodó las gafas para poder verla mejor. Sarandi estaba sentada, con la mirada enfocada en ella con una media sonrisa de agradecimiento

-          Soy libre gracias a ustedes, os lo agradezco –

-          Bal’a dash, Lady Sarandi Downspell – Comentó Virion sonriendo aliviado y cansado. Aun con todas las medidas para mantener la conexión de ambas mentes, su trabajo fue arduo en corregir el encantamiento de aquella promesa. Todo dependía de la voluntad de Sarandi, quien cedió cuando Zafiro la encontró.

 

      Recuperando el aliento de a poco Zafiro esbozó una pequeña sonrisa en sus labios, guardando con ella el recuerdo de ambos padres biológicos en su memoria. Dirigió su mirada hacia Sarandi y susurró.

 

“… Bienvenida de vuelta a la realidad”

 

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Spoiler

Offrol: Un pequeño relato de lo que pasó Zafiro con su madre. Esto fue antes del Festival de Invierno e hizo mención de aquel suceso a Cyndarion. No puse el nombre del padre porque no me acuerdo y como la historia entre @Galdoreth y Zafiro están conectadas, entonces lo dejaré de momento en la imaginación. Pero básicamente esto fue lo que ella sabe al respecto de su pasado, teniendo de tal forma una mejor noción de lo que es el misterio entre la separación de ambos hermanos gemelos separados al nacer (no me digan que es cliché) 

 

Editado por Zyan
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